El ángulo ciego de la todopoderosa política de los bancos centrales tiene suelos de parqué. Aunque la evolución de las bolsas está fuera del mandato de los que están siendo protagonistas principales de esta recuperación económica, los últimos movimientos de los índices vuelven a demostrar que cualquier oscilación de política monetaria impacta de lleno en los mercados de renta variable.
Las bolsas han sido, sin lugar a dudas, la apuesta estrella de la mayoría de grandes firmas de inversión en sus estrategias anuales publicadas en las últimas semanas. Sin embargo, el arranque de este 2022 no ha sido precisamente amable con estas previsiones, ya que en el camino de continuidad alcista que vaticinaban han tenido que enfrentar dos obstáculos inesperados: una bandada de halcones y una hoz recién afilada.
Hasta hace unos meses, el único impedimento que se podía prever para el buen tono de las bolsas era el sobrevuelo de algunos halcones, palabra con la que se designa a los miembros de los órganos de gobierno de los bancos centrales partidarios de políticas más restrictivas. Sin embargo, la trayectoria reciente de su vuelo no parecía suponer ninguna amenaza.
La magia del 'forward guidance' pende de un hilo si se opta por un repliegue demasiado ágil de estímulos monetarios
Después, los disparados datos de inflación que se publicaron en la recta final del año llevaron a estos halcones a ganar altura y, finalmente, a lanzarse en picado al ataque. Una maniobra que se traduce en una retirada de estímulos más ágil y una más que previsible aceleración en el calendario de subidas de tipos de interés.
En la eurozona, donde la recuperación económica viene siendo más frágil -especialmente en lo que toca al mercado laboral, con una tasa de paro del 7,2%- las palomas del Banco Central Europeo (BCE) todavía están logrando imponer su discurso. Sin embargo, los halcones del Bundesbank no dejan de presionar a la institución para que repliegue sus herramientas antes de lo anunciado hasta ahora.
Y los líderes políticos de los conocidos como 'frugales' también están haciendo su parte -esta vez en lo que toca a los estímulos fiscales- ante la Comisión Europea. No hay que olvidar que este es el organismo que controla la distribución de los fondos de recuperación Next Generation, cuya aprobación supuso todo un balón de oxígeno para las bolsas del viejo continente.
La historia cambia en EEUU, donde su sólida remontada económica ha ampliado la envergadura de los argumentos de los halcones. Con una inflación disparada hasta máximos de los últimos 39 años y una expansión económica del 6,9% en términos de PIB, el discurso agresivo ha calado ya incluso en el discurso del presidente de la Reserva Federal (Fed), Jerome Powell, en sus últimas comparecencias.
Tanto es así, que el recién reelegido para su segundo mandato al frente del banco central de la primera economía del mundo se ha saltado las reglas no escritas para una retirada de estímulos -o tapering- a prueba de sobresaltos. Antes incluso de haber finiquitado su programa de compras de deuda, se ha apuntado con rotundidad a una subida de tipos y, además, se ha puesto sobre la mesa el debate de la reducción del balance de la Fed, que actualmente suma más de 9 billones de dólares.
Por si fuera poco evidente que los halcones están al acecho, la Fed ha apuntado sin nombrarlo hacia marzo como momento para su primer incremento de tasas oficiales. Un calendario que supone un solapamiento con la retirada del plan de compras, que en este inminente febrero ya se limitará únicamente a 20.000 millones de dólares en bonos y 10.000 millones en cédulas hipotecarias.
Las sesiones más bajistas han coincidido con aquellas en las que el Kremlin ha blandido su hoz en dirección a Europa
Con una agenda de marcha atrás tan apretada, la institución que dirige Powell puede perderse la única oportunidad de vigilar qué dicen las bolsas de sus movimientos más allá de una primera reacción. Y eso es lo que da miedo a algunos inversores y gestores que en las últimas semanas parecen haber preferido buscar refugio frente al vuelo, cada vez más bajo, de los halcones.
La magia del forward guidance pende de un hilo. La estrategia de ir adelantando poco a poco los posibles movimientos de política monetaria para percibir la reacción de las bolsas y así sacarlas del ángulo muerto que ocupan por naturaleza está amenazada de perder eficacia si se opta por un repliegue demasiado ágil. Una posibilidad real por más que los banqueros centrales hayan asegurado una y otra vez en los últimos meses que, en esta ocasión, irán con pies de plomo para evitar un taper tantrum como el de 2013.
De momento, los efectos están en las pantallas de cotización. El Nasdaq Composite -que había acumulado una revalorización del 72% en los dos últimos años de pandemia- pierde en las 19 sesiones que cuentan de este ejercicio un 12%. Y, sin necesidad de ir tan lejos donde los halcones campan más a sus anchas, el Ibex 35 al que muchas casas miraban con esperanza después de haber sido por dos años consecutivos el índice más rezagado de Europa acumula ya pérdidas del 1,2% desde enero.
Una siega que, sin embargo, virtualmente ha tenido mucho menos que ver con las luchas dialécticas de los bancos centrales que con la amenaza de guerra abierta que llega desde la frontera entre Ucrania y Rusia. De hecho, las sesiones más bajistas de estas últimas semanas no han coincidido con los discursos de ningún halcón, sino con aquellas en las que el Kremlin ha blandido su afilada hoz en dirección a Europa del Este.
Los disparados datos de inflación llevaron a los halcones a ganar altura y lanzarse en picado al ataque
Sin embargo, ni la amenaza del despliegue militar en la exrepública soviética ni la del repliegue de arsenal de los bancos centrales ha desencadenado una tendencia uniforme en las bolsas. Si los episodios bajistas han sido más profundos, no han faltado vaivenes. Una evolución errática que hace que algunos analistas apunten más hacia una conveniente estrategia de recogida de beneficios de las manos fuertes del mercado que a un verdadero pánico inversor.
De acuerdo con una encuesta global entre gestores de inversión ejecutada por Bank of America, la cota del pánico hay que buscarla en el mercado de renta fija, donde las decisiones de los bancos centrales sí que tienen una transmisión inmediata. El momento en el que el bono a diez años del Tesoro de EEUU alcance rendimientos del 2%, la retirada de posiciones en bolsa será una estampida más o menos organizada, según este termómetro de sentimiento inversor.
Sin olvidar la premisa básica de inversión de no enfrentarse a la Fed, tampoco está de más recordar que el rumbo de las gráficas de Wall Street es el espejo en el que se miran otras muchas bolsas mundiales -y sus inversores- a la hora de determinar hacia dónde apuntan. No hay que olvidar tampoco que muchos cheques de ayudas directas repartidos por el Gobierno Federal de EEUU fueron a parar a inversiones de manada en bolsa que sus dueños podrían retirar con tanta premura y temor como la euforia y rapidez con la que entraron.
Ahora, con el treasury a dos años por encima de ese 2% clave, a las bolsas les toca buscar su camino entre halcones y una hoz. Dos amenazas que, en función de la agilidad de su ataque, amenazan con descarrilar el complejo equilibrio en el que se sustenta la recuperación económica. Y, de paso, provocar un número de bajas difícil de calcular en el ángulo muerto del señor Powell.
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