Las silenciosas noticias que pueden cambiar el escenario energético
Mientras la atención sigue, con toda lógica, centrada en lo que pasa en Oriente Medio y cómo el desarrollo de los acontecimientos puede alterar el precio del crudo, es interesante repasar algunos hechos relevantes ocurridos recientemente más allá del conflicto bélico con capacidad para alterar el mapa geopolítico alrededor de la materia prima más influyente del mundo.
Quizás el menos desarrollado por la prensa sea el hecho de que hace dos semanas, Arabia Saudi envió sólo 67.000 barriles diarios de crudo a Estados Unidos, el segundo volumen más bajo registrado en datos que se remontan a 2010. El récord fue en junio pasado.
Para entender el alcance hay que remontarse a las décadas posteriores a la finalización de la Segunda Guerra Mundial, cuando en el reparto de poder mundial Estados Unidos y Arabia Saudí establecen un acuerdo que va más allá de la diplomacia.
Reconociendo la importancia capital del petróleo, tal y como puso de manifiesto la guerra, Estados Unidos ofrecería a los árabes dos elementos vitales para el desarrollo de una nación que por aquel entonces no representaba nada en el mundo y, por el contrario, se veía amenazada por sus vecinos: sería un proveedor recurrente de la nueva moneda de reserva mundial (dólares) y aseguraría su integridad mediante el establecimiento de bases militares -y una protección tácita- a cambio de que el país árabe garantizase el suministro de petróleo.
Este acuerdo, con altibajos, se ha mantenido vigente desde hace 70 años. Sin embargo, en los últimos diez años el rebalanceo de la distribución de ventas por países es tan evidente que prácticamente hoy ya es historia. China es destinatario del 70% de la producción saudita, mientras que Estados Unidos apenas representa el 4%.
El petróleo sigue y seguirá siendo fuente de alteración de poder
Porcentajes que hay que enmarcar en la política de recortes de la OPEC, que han llevado el crudo a los niveles de hoy, por cierto.
La cuestión es que Estados Unidos es autosuficiente en la producción y, además, cuenta con poder para poder mantener su status quo sin desabastecer su mercado interno a pesar de que las reservas estratégicas siguen una semana más en mínimos.
Enlazando con lo anterior, hay dos elementos a encajar en este puzle. Irán, en el disparadero por su vinculación con Hamás, podría ver aumentadas las sanciones internacionales ahora que la producción de petróleo empezaba a remontar, cuestión que, por cierto, preocupa a Arabia Saudí, pues sus posturas en relación al control de cuotas son manifiestamente discordantes.
Pues bien, este hecho es irrelevante ya que, adivinen, su producción no tiene destino en Estados Unidos ni Europa. China es el principal receptor de una producción que en términos normalizados podría volver a los casi cuatro millones de barriles diarios que producía a principios de la década anterior.
Estados Unidos no ha tardado en reaccionar y para asegurarse el suministro exterior la semana pasada anunció el alivio de las sanciones a Venezuela, un país con las mayores reservas posibles no probadas de crudo en una situación de infraproducción por motivos de sobra conocidos.
Por mucho que los paneles solares se pongan de moda en los tejados o los gobiernos sigan con su greenwashing electoral, el petróleo sigue y seguirá siendo fuente de alteración de poder. Lo detallado es sólo una muestra de lo que ha pasado, pasa y pasará en el mundo. Países poco o nada democráticos en permanente conflicto moral y humanitario, siguen siendo una bisagra de poder para las potencias occidentales.