En las últimas tres semanas, el Gobierno ha puesto en marcha, con más o menos acierto, más de 50 medidas para paliar los efectos del coronavirus. Ha ido publicando reales decretos que no solo han sido atípicos por la excepcionalidad de las medidas, sino también por la ausencia de una memoria económica que los acompañe para dar cuenta del coste de las medidas y los colectivos que se beneficiarán de ellas.
La voracidad del virus hace que todas las previsiones sobre el número de personas y empresas que puedan ser vulnerables queden obsoletas en cuestión de días. Y de esa cifra depende el gasto que los Presupuestos Generales del Estado (PGE) tendrán que sufragar para pagar los efectos de esta grave crisis sanitaria, social y económica.
El Gobierno sabe que el déficit público se disparará este año hasta cifras de dos dígitos. Hablar del equilibrio presupuestario sobra en días como estos. Pero aunque sus socios del euro le han dado flexibilidad de gasto para que afronte la crisis, España no cuenta con los medios suficientes para abordar en solitario el aumento del coste de la deuda que provocará esta crisis.
El cálculo sobre la diferencia de financiar esas medidas con o sin el MEDE (Mecanismo Europeo de Estabilidad) lo hizo a finales de marzo el director del think tank Esade EcPol. Toni Roldán estimó que España podría ahorrarse la friolera de 150.000 millones de euros en intereses en deuda pública en la próxima década si financia esta crisis con ese fondo de rescate.
Desde que decretó el estado de alarma, Pedro Sánchez mira a Europa a la espera de que la solidaridad de sus socios del euro le permita financiar la factura del Covid-19. Sus tiempos no son los de los halcones, que han dejado en manos del Banco Central Europeo (BCE) la primera fase del rescate a Italia y España.
La medicina en forma de liquidez de Christine Lagarde ha permitido ganar tiempo al controlar las primas de riesgo. Pero si no se encuentra pronto otra vacuna ese fármaco dejará de tener efecto, dado que todos los países del mundo van a tener que salir a los mercados a emitir deuda y en ese momento, los inversores empezarán a diferenciar en sus compras entre aquellos que cuentan con músculo para financiar la crisis y los que no.
Lagarde ha permitido ganar tiempo, pero sin otra vacuna su fármaco dejará de tener efecto
La presidenta del FMI, Kristalina Georgieva, reconocía el pasado viernes que ha recibido peticiones de emergencia de liquidez de más de 90 países. La antigua casa de Lagarde ha interiorizado con más rapidez la imperiosa necesidad de ayudar a todos los países que lo soliciten gracias a que no depende del discurso del riesgo moral para la toma de decisiones.
Hace ya dos semanas que el Senado de Estados Unidos aprobó la mayor movilización de dinero de su historia con un plan dotado de 2,2 billones de dólares para paliar los efectos económicos del coronavirus. Ese plan, que se suma a las medidas adoptadas en las últimas semanas por la Reserva Federal, representa cerca del 9,5% del PIB.
El MEDE europeo cuenta con fondos disponibles de unos 410.000 millones de euros, esto es, el 3,4% del PIB de la zona euro, aunque con carácter inmediato sólo se emplearán 210.000 millones. Si a todos los recursos de los que podría tirar el MEDE se suman otras partidas, como los 100.000 millones que se van a movilizar con el programa para el desempleo SURE o los 200.000 millones de euros de inversiones impulsadas por el Banco Europeo de Inversiones (BEI), la cifra alcanza el 5,9% del PIB europeo.
Italia representa el 15% del PIB del euro, España el 10,4%. Pero no hay que descartar que la tirita de Bruselas sea requerida por otros países dañados por la pandemia.
Cada día que pasa la herida económica del Covid-19 se agranda. El MEDE no será suficiente para hacer frente a esta pandemia.
Lo recordaron este martes muchas voces. Entre otras, la vicepresidenta económica del Gobierno, Nadia Calviño, en Bruselas, y la presidenta del Banco Santander, Ana Botín, en el Financial Times. La UE tendrá que acordar un plan conjunto mucho más ambicioso para sobrevivir a la crisis económica y social que ha gestado el coronavirus.