No hay más que mirar lo que ha subido el crédito al sector privado en EEUU y en la zona euro para adivinar quien va a salir primero y con más fuerza de la recesión económica: EEUU.
Esa es la perspectiva en este momento en que mucha gente se pregunta si Donald Trump podrá ganar las elecciones presidenciales de EEUU en noviembre. A diferencia de lo que sucedía en enero pasado, la respuesta no está clara.
En enero decíamos en esta misma columna que el ritmo frecuencial de las elecciones de EEUU daba con toda probabilidad la victoria a Trump. Y añadíamos: salvo tragedia. Como la tragedia, totalmente inopinada y en forma de pandemia, llegó un mes después de escribir aquel artículo, ya la suerte de Trump “ha entrado en el bombo” y puede suceder cualquier cosa.
De modo que, cuando se leen artículos publicados en el Financial Times o en el New York Times lo único que queda claro es que el candidato demócrata, Joe Biden, va en las encuestas 14 puntos por delante de Trump y se esfuerza por no hacer nada de nada, aplicando el dicho de que cuando el enemigo está empeñado en pegarse un tiro en el pie, lo mejor es no distraerle.
En los artículos sobre el eventual resultado electoral se encuentra todo lo que odiaba el presidente Harry Truman, aunque él lo aplicaba a los economistas: se le atribuye la anécdota de que pedía que le enviaran a la Casa Blanca únicamente economistas mancos, porque estaba harto de los que, cuando les preguntaba por el futuro de la economía norteamericana, le respondían siempre con un “por un lado patatín… y por el otro patatán…” (en inglés: “on the one hand and on the other hand” donde, como se ve, usan “mano” en vez de “lado”).
El discurso de los politólogos, cuando hablan de los eventuales resultados electorales, es el mismo que el de los economistas a los que odiaba Truman: por un lado, puede suceder esto, pero por otro lado… Y dentro de ese discurso está naturalmente lo que es obvio: que la pandemia Covid-19 y la recesión subsiguiente destinada a atajarla ha deteriorado enormemente las posibilidades de Trump. Si a eso se une la “rebelión negra” y los disturbios asociados, la situación se le ha vuelto realmente complicada.
La pandemia Covid-19 y la recesión subsiguiente destinada a atajarla ha deteriorado enormemente las posibilidades de Trump
Pero, ¡cuidado!, que el determinismo del movimiento electoral pendular cada ocho años sigue vigente y ni los disturbios son garantía de que el voto se decante por Joe Biden (una mayoría del electorado puede inclinarse por quien promete “Ley y orden” como Trump, además de la poca presencia a la hora de votar del electorado negro) ni la actitud pasiva del candidato demócrata en la precampaña es garantía de éxito (algún caso cercano hay bien conocido donde la negativa a tener debates electorales perjudicó aparentemente al candidato que esperaba tranquila y pasivamente a que la manzana cayera en el cesto).
Más allá de señalar la imposibilidad de acertar el futuro resultado electoral en USA con los elementos que hay sobre la mesa, sí que Trump tiene un enorme margen de maniobra para, al menos, combatir los efectos de la recesión en EEUU.
Los datos de aquí a las elecciones van a ir todos a su favor, tras haber estado, salvo la bolsa, radicalmente en contra a lo largo de los tres últimos meses. Esos datos próximos, favorables a la victoria de Trump, no solo van a ir apareciendo en EEUU sino también en el resto de las economías.
Sin que eso quiera decir tampoco que la mejora de las expectativas vaya a favorecer de manera automática a quien está en el gobierno: tanto Clinton como Obama llevaron el paro de EEUU a alguno de los niveles más bajos de la historia (3,8% y 4,7%, respectivamente) sin que eso le sirviera de nada a los candidatos demócratas que habían de sustituirles (respectivamente, Al Gore y Hillary Clinton). Y es que el cambio de partido cada ocho años también pesa mucho.
Solo la catastrófica gestión de la pandemia en EEUU es una gran amenaza para Trump. Algo asombroso tras haber sido el primer gobernante en tomar medidas para evitar que la pandemia le afectase: alguien muy lúcido le puso a la firma el 31 de enero una orden presidencial que impedía la entrada en EEUU a los extranjeros que hubieran estado en los 14 días previos en China.
La OMS entre otros muchos le acusó de racista, algo que no sucederá con la decisión que hoy mismo ha tomado la Unión Europea de impedir la llegada desde determinados países, lo que da idea de lo poco favorable que le resulta a Trump la opinión pública fuera de los EEUU (incluso cuando se porta bien) y de cómo las quejas continuas sobre las “fake news” o “fake opinions” suelen ser absolutamente farisaicas y afectan a todo el arco político nacional e internacional.
Pero, tras esa reacción inicial clarividente de Trump, todo lo demás ha sido enormemente desafortunado y caótico y puede llevar a los EEUU a un nuevo cierre parcial de su economía que eche por tierra los esfuerzos de los últimos meses.
Aunque hay cifras apabullantes en favor de que la economía de EEUU resista el embate. Así, el crédito comercial e industrial creció en mayo un 30,29% en comparación con el mismo mes del año anterior. Se nota el efecto de los estímulos monetarios aplicados por la Reserva Federal y que la vía de transmisión de esos estímulos está funcionando (para hacerse una idea, en la Eurozona el incremento anual de los préstamos al sector privado es solo algo más de una quinta parte de esa cifra: +6,7%).
A pesar de esa diferencia entre la potencia de los estímulos en EEUU y en Europa, las cosas tampoco se perfilan mal aquí. El martes pasado se publicó el PMI provisional de la Eurozona del mes de junio que refleja cómo ven los gestores de compras la marcha de sus empresas en comparación con el mes anterior. La recuperación ha sido en “V” y el dato (47,5 en junio frente al 31,9 de mayo) ya está muy próximo a 50 que es el nivel que separa la expansión de la recesión (para EEUU la situación es muy parecida: 47,6 en junio frente a 30 en mayo). En el caso de Francia la recuperación del PMI de la producción manufacturera es, incluso, espectacular pues se sitúa en el nivel más alto de los últimos 28 meses (55,5 en junio frente al 36,3 del mes de mayo)
A pesar todas estas buenas noticias, se impone algo de cautela al ver que Alemania recupera, pero no tan velozmente: 45,8 frente al 31,7 para la producción manufacturera.
Del lado del comercio global las noticias son malas porque el último dato conocido corresponde al mes de abril (la publicación lleva siempre dos meses de retraso) un mes en el que la mayor parte de las economías que cuentan algo en el panorama mundial, salvo China, que ya había entrado de nuevo en acción, estaban cerradas o semicerradas.
De ahí que se esperara el peor dato de toda la pandemia. Y así fue: en tasa mensual el volumen de comercio mundial cayó un 12,1% y en tasa anual un 16,2%. Pero con todo lo catastrófica que pueda parecer esta caída, no llega a los niveles del año 2009 cuando el retroceso anual del comercio global llegó a ser del 19%.
La que presumiblemente será la cifra más desagradable del comercio global en esta crisis no habrá llegado a ser peor que la de la recesión de 2008-2009
Es decir, la que presumiblemente será la cifra más desagradable del comercio global en esta crisis no habrá llegado, paradójicamente, a ser peor que la de la recesión de 2008-2009, a la vez que los indicios que proporciona el coste de los fletes de materias primas sólidas (Índice Báltico) son muy alentadores.
Por otro lado, y volviendo a EEUU, el índice de sorpresas económicas de Citigroup ha seguido mejorando en la última semana y subiendo a niveles en los que se sale del gráfico: 168,2. También se augura una buena creación de empleo en junio a la vista de que al menos 1,7 millones de personas han dejado de cobrar el subsidio de desempleo.
En resumen, las expectativas siguen mejorando, lo que prácticamente tenía que suceder así por definición tras el cierre de las economías por decreto, aunque la manera en que esa mejoría va a alcanzar a los datos cuantitativos de la economía española se hace progresivamente dudosa debido al retraso en la acción y a la parsimonia con que el gobierno se ha tomado las cosas, sea por decisión consciente, sea por estar esperando dinero europeo “gratis” o sea por estar superado por los acontecimientos.
Es verdad que nuestras finanzas no son las de Alemania o de EEUU, pero deberíamos comportarnos como alemanes o como americanos: a los negocios perjudicados por el cierre hay que compensarles si queremos que no tengan que cerrar definitivamente y evitar que el daño sea permanente, y a quienes no tienen ahorro hay que protegerles para que no caigan en la miseria.
El coste actual de hacerlo así sería muy inferior al que habrá que soportar en el futuro si el daño económico pasajero de estos tres últimos meses se convierte en definitivo. Por eso lo hecho hasta ahora sigue siendo “demasiado poco y demasiado tarde”.