Con los acordes del beethoveniano Himno a la Alegría de fondo, el presidente del Gobierno expuso sus planes para hacer frente a la emergencia sanitaria e impulsar la recuperación. Al terminar su larga epístola y en plena sintonía con la estética del acto, hubiese sido lógico cerrarle con alguno de los grandes réquiems del repertorio clásico.
Otra cosa no cabe decir de un plan, por llamarle de alguna manera, que supone el mayor crecimiento del gasto público acometido en la historia económica de España e inédito en tiempos de paz.
La coalición social-podemita concentra la expansión presupuestaria en cuatro capítulos: sanidad, dependencia, cuidados y educación; a estos hay que añadir las iniciativas aprobadas en 2020 como el Ingresos Mínimo vital.
No se trata de programas coyunturales destinados a responder a la crisis, sino estructurales; esto es, destinados a mantenerse. Y, por supuesto, el Gobierno omite de dónde obtendrá los recursos para financiarlos. Sólo invoca el maná europeo cuya hipotética recepción no sirve para cubrir siquiera un tercio del gasto proyectado.
Con una audacia digna de mejor causa, el Gabinete prevé un déficit y una deuda pública este año del 11,3 y del 118 por 100 del PIB, pero anuncia el inicio de su senda descendente el próximo en el que se producirá “una de las mayores reducciones jamás registradas”.
El Gobierno omite de dónde obtendrá los recursos para financiar la expansión presupuestaria
Nadie sabe cuál será el origen de tamaña proeza porque, de nuevo, se guarda un silencio sepulcral acerca de la procedencia de la recaudación que permitiría lograr ese objetivo. Es poco probable que un Gobierno paladín de una laicidad militante crea en la parábola evangélica de los panes y los peces.
Predecir un crecimiento del PIB para 2021 del 7,2% es un ejercicio de voluntarismo, cuadrado mediante una cuantificación a ojo de las variables que lo hacen posible.
No explica por qué éstas se comportarán como dice el Gobierno ni tampoco, por vez primera en años, se incluyen los supuestos externos sustentadores del cuadro macroeconómico: tipos de interés y de cambio, precios del petróleo, etc. Se trata pues de un ejercicio de adivinación cuyo rigor y credibilidad es similar al realizado por un vidente. Si bien el papel lo aguanta todo, el Gobierno ni se ha molestado esta vez en vestir técnicamente sus proyecciones.
Desde el punto de vista financiero, la brutal escalada del gasto público prevista situará a las cuentas públicas en una posición insostenible con una sola fuente de fondos para evitar su colapso: la ayuda europea. La ratio gasto público/PIB va a situarse por encima del 50% sin duda alguna.
La brutal escalada del gasto público situará a las cuentas públicas en una posición insostenible con una sola fuente para evitar su colapso: la ayuda europea
El Gabinete parece jugar al póker del mentiroso, convencido de que España es too big to fail. Sólo esta presunción explica el rumbo hacia el precipicio emprendido con impasible ademán por el Ejecutivo.
La suspensión de las reglas del Pacto de Estabilidad hasta 2022 ha dado alas a esa trayectoria irresponsable y ha legitimado la fuga hacia delante de la alianza gubernamental. Este equilibrio inestable no podrá mantenerse en el horizonte del medio plazo. Terminará por romperse en algún momento bien por el hartazgo de los socios UE bien por la pérdida de confianza de los mercados.
La expansión del gasto social esbozada por el Ejecutivo eleva el déficit estructural y hace imposible su financiación aun en el supuesto de que la economía española retornase a tasas de crecimiento similares a las del período 2014-2019, lo que no va a suceder.
España no tenía capacidad para consolidar sin reformas profundas el modelo de Estado del Bienestar previo a esta crisis y, por tanto, su capacidad de ampliarlo es inexistente. Constituye un ejercicio de demagogia y de irresponsabilidad que pasará una enorme factura. El hipotético “escudo social” construido por este Gobierno se asienta sobre arenas movedizas.
El Gabinete social-podemita es siempre capaz de sorprender con una nueva cabriola. Cuando parece agotada su facultad de adoptar más medidas lesivas para la economía, se saca del sombrero alguna.
Fecunda imaginación, fábrica hiper productiva de malas ideas económicas, taller de reciclaje de políticas que han fracasado. Este es el rasgo distintivo de un Gobierno cuyo único norte es el intento de mantenerse en el poder e intentar hacerlo a cualquier precio. Se vive en plena orgía de anti-economía, España es el banco de pruebas, el laboratorio del socialismo del siglo XXI, versión europea, cuyos resultados serán iguales a los de su 'colega' latinoamericano.