Decíamos la semana pasada que al Gobierno le ha sentado bien el cambio en el Ministerio de Sanidad. Paradójicamente, también le ha sentado bien la continuidad en la Delegación del Gobierno en Madrid.
¡Arrepentidos los quiere Dios!
Hace justo un año, el mismo día 8M, clamábamos desde esta columna como quien clamara en el desierto: "lamentablemente, aunque China señalaba el camino, la mayoría de los gobiernos, incluyendo el español, ha preferido sumirse a placer en la etapa de negación y recomendado 'lavarse mucho las manos'. A Italia ya la han sacado del ensueño de un bofetón. Los demás iremos pasando por la misma 'penituria'”.
Pero las cosas han cambiado. Cuando se trata de la salud pública, ya "no hay tutelas, ni tutías" como hubiera dicho Fraga. Y si alguien es tan obcecado (u obcecada) como para ver en la prohibición de las manifestaciones una criminalización del movimiento feminista, tendrá que reconocer que se criminaliza de igual modo el cristianismo con la prohibición de las procesiones de Semana Santa; se criminaliza las Fallas de Valencia al no permitir que se celebren; y se criminaliza también: la Feria de Abril de Sevilla, el 1º de Mayo, la Feria de San Isidro, la Feria de Jerez, el Día del Orgullo Gay, los Sanfermines y así sucesivamente...
Nos va a quedar un país muy cuco, con todo criminalizado…
Desde los tiempos de Franco no se veían rabietas de un ministro o ministra como las que estamos viendo en estos días. Y, más en concreto, desde octubre de 1968 en que la rabieta del mismo Fraga Iribarne del "ni tutelas, ni tutías" (contrariado por un teléfono que no paraba de sonar mientras él hablaba con periodistas) le llevó a cortar con unas tijeras el cable del aparato: ¡ni teléfonos, ni teléfonas...!
Desde los tiempos de Franco no se veían rabietas de un ministro o ministra como las que estamos viendo en estos días
Pero se ve que es tiempo de rabietas. Algunas tan "distintas y distantes" de las de la ministra de igualdad que a quien no frecuenta la jerigonza de los mercados financieros le resultan, con razón, incomprensibles.
Una de esas "rabietas" ha tenido lugar durante las dos semanas últimas en el mercado de deuda pública de EEUU, de manera similar al 'berrinche' que ese mismo mercado se cogió en mayo-junio de 2013, después de que el entonces presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, anunciara que pronto iban a iniciar la reducción de la compra de bonos del Tesoro americano.
La reacción vendedora de los tenedores de deuda pública fue tan intensa que el mercado financiero, que no se deja ahorcar por menos de una buena metáfora ontológica (o prosopopeya) calificó aquello de 'taper tantrum' lo que, traducido, viene a ser algo así como 'berrinche porque se cierra el grifo'.
Esa reacción del mercado de deuda provocó en 2013 el pánico en los mercados financieros de todo el mundo: no en vano el asesor del presidente Clinton, James Carville, había dicho 20 años antes aquello de que le gustaría reencarnarse en 'mercado de bonos', para poder intimidar a todo el mundo. La reacción vendedora fue de tal calibre, que hizo pensar en otra tormenta perfecta más, con la caída de precio de todos los activos imaginables, desde las acciones y los bonos hasta las divisas de los países emergentes.
Ahora los mercados de deuda pública están enrabietados de nuevo, y veremos donde termina todo. Aunque, de momento, los diversos mercados siguen una senda muy parecida a la anunciada aquí durante los dos últimos meses: la que siguieron en el inicio de 2018. Es decir, Bolsas al alza, con retrocesos transitorios, y rentabilidades de la deuda subiendo también.
Hay otra rabieta en ciernes: la que puede provocar en la cotización del Bitcoin el que parece inminente lanzamiento por China de su yuan digital. Rabieta que añadir a la que se apodera de los partidarios del bitcoin cada vez que se pone en cuestión la fe que ellos han abrazado, mostrándose agresivos con cualquiera que cuestione el futuro del nuevo becerro, que esta vez es digital y no de oro (el oro, ¡pobre!, dicho sea de paso, cae ya un 18% desde el mes de agosto; ¡y eso que hay amenaza de inflación! contra la que se supone que protege).
Una agresividad que solo se da con las creencias ideológicas y con las religiosas. Y es que el bitcoin es confianza y fe pura, y ellos temen que, si unos cuantos pierden la fe, todo se derrumbe. Ya lo decía Ricardo Corazón de León: "cuando la fe se ha perdido, no hay argumento que pueda persuadir".
Un Keynes del futuro, probablemente, llamará al bitcoin la reliquia bárbara y digital igual que el Keynes del pasado se lo llamó al oro. Pero para eso habrá que esperar a que el Bitcoin llegue a cumplir, siquiera de lejos, el papel que el oro ha jugado en la historia.
Uno de los principales problemas del bitcoin (que añadir al consumo de energía) es lo que se muestra habitualmente como su principal ventaja: la escasez. Aplaudir que el bitcoin sea el nuevo patrón oro es tanto como apostar por la deflación y, por tanto, por el desempleo, ya que, si el mundo ha reducido la tasa de pobreza como lo ha hecho en los últimos 40 años ha sido en buena parte gracias a aquél 'Tricky Dick' o 'Ricardo el tramposo' (Richard Nixon) que decretó que el dólar no se pudiera convertir en oro.
Los 50 años siguientes han sido años de prosperidad creciente que no se hubieran alcanzado de otra manera. China, Corea del Sur, etc. saliendo de la pobreza. Con perdedores y ganadores, claro. Todas las medidas de política económica son así: distribuyen la suerte. Con las dudas, ahora, de si no vendrá la parte fea de la historia: el 'día de mucho, víspera de nada'.
En los años que han llevado al mundo a su nivel de prosperidad más alto siempre jugó un papel esencial el dólar. Y el déficit de la balanza comercial de EEUU que echaba al mundo una moneda abundante y fiable con la que ejecutar las transacciones. ¿Podría jugar ese papel el bitcoin? Aparentemente no, por su limitado tope en los 21.000.000 de bitcoins posibles.
Alternativamente, ¿podrá ser el bitcoin como las letras de cambio? ¿Algo que se pueda endosar y pasar de mano en mano sin que se mueva ni una moneda ni un billete de curso legal? Podría ser, pero para eso tendría que haber un pacto entre gobiernos (que no van a renunciar a sus impuestos) y "gestores" del bitcoin. Y una autoridad supranacional que le diera credibilidad al sistema.
Las ventajas del bitcoin las van a capturar los bancos centrales con sus monedas digitales, por lo que, aunque parece probable que el futuro de las monedas vaya a ser digital, no lo es que el bitcoin vaya a formar parte esencial de ese futuro.
Mientras todo esto se resuelve, seguiremos asistiendo al espectáculo que nos proporcionen las pataletas de los mercados, confiando en que bitcoin y "bitcoineros", ministros y ministras no entren en resonancia con ellos.