Al iniciarse 2021 decíamos aquí que los mercados parecían comportarse como en los primeros días de 2018. La observación ha resultado, por ahora, bastante útil: con ella hemos tenido un mapa de carreteras que, aunque algo tosco, no es poca cosa cuando se trata de saber cómo orientarse entre animales tan volubles e impredecibles como los mercados financieros.
De manera muy resumida, la observación llevaba a esperar que las Bolsas de EEUU, al igual que hicieron en 2018, subieran hasta finales de verano o comienzos del otoño de 2021, y que el Bitcoin, tras subir con fuerza desde el inicio del año, terminara teniendo fuertes caídas. Para los demás activos la expectativa era que se ajustaran, como en 2018, a esas predicciones.
La realidad tiene muchos más matices, meandros y derivaciones que los pronósticos, así es que juzgue el lector, por el desarrollo de los acontecimientos, en qué medida le puede haber orientado el mapa de carreteras imperfecto.
El saldo del primer semestre del año 2021 es que los índices de Bolsa de EEUU han subido igual o más que en 2018, tal y como esperábamos; las Bolsas europeas, medidas por el Euro Stoxx 50, han subido, en cambio, un 14%, mientras que en 2018 bajaron (-4%).
Por su parte, las Bolsas de China y Japón han estado bajistas o sin dirección, respectivamente, como en 2018 aunque, por casualidad, han cerrado el semestre ligeramente mejor que entonces.
En los primeros meses de 2021 el Bitcoin subió más y durante más tiempo de lo esperado, pero, a partir de mediados de abril, perdió todo lo ganado en el año, que no era poco: subió de 29.000 a 65.000 y que volvió a caer a 29.000 dólares.
Las materias primas, según lo esperado, subieron de precio (pero no el 9% del primer semestre de 2018 sino el 31%) movidas fundamentalmente por la subida de las energéticas (48%, el triple que en 2018), por las materias primas agrícolas (+13% frente al +1,3% de 2018) y por los metales industriales (+20%; en el primer semestre de 2018 habían caído un 6%).
A la lista de “activos con comportamiento gemelo” al de 2018 hay que añadir los metales preciosos, que han tenido de conjunto la misma tendencia de precio a la baja, y cerrado el semestre casi con la misma pérdida que en el primer semestre de entonces: -6%.
La cotización del euro contra el dólar también está haciendo lo que hizo en 2018, aunque en tono menor, con movimientos de amplitud reducida, y con una fortaleza limitada del euro, que no consigue romper los moldes, como tampoco pudo hacerlo entonces.
La euforia económica reinante junto con los estrangulamientos provocados por lo descoyuntada que la pandemia ha dejado a la economía mundial ha hecho que todos esos activos se hayan comportado igual o mejor que en 2018.
Todo lo anterior podría haberse resumido en una sola frase: la abundancia de liquidez y los tipos de interés nulos, y sin expectativa de subir durante dos años, han desatado esa euforia.
O, visto de otra manera: al terminar la primera mitad del año actual tanto la Reserva Federal como el Banco Central Europeo veían cómo mucha de la liquidez que han estado inyectando en los mercados se desbordaba y tenía que regresar a sus respectivos balances: por valor de 991.919 millones de dólares en el primer caso (mediante un mecanismo llamado repo inverso) y por 684.279 millones de euros (equivalente a 807.449 millones de dólares) hacia la Facilidad de Depósito en el segundo.
Se está prestando poca atención a que la política monetaria ya está alcanzando parcialmente esos límites en los que, en frase atribuida a Keynes, se dice que es como intentar empujar una cuerda.
En segundo plano, oculto por la euforia en los mercados, apuntan unas cifras que resultan preocupantes y a las que no se les presta la atención debida: el crédito comercial e industrial en EEUU, a pesar del ritmo tan fuerte de su recuperación económica, aún está ligeramente por debajo de donde estaba antes de iniciarse la pandemia. También está por debajo de su nivel de hace 16 meses el crédito al consumo.
Eso en EEUU. En la Eurozona, aunque con características propias, la situación no es muy diferente.
La conclusión es, de momento, pues, muy clara: el crédito sigue estancado, como lo estaba ya antes de la pandemia en las dos zonas económicas mencionadas, y no tiene el aspecto de que se vaya a producir una pronta recuperación. Es decir, la expansión económica en marcha no está basada en la combinación “virtuosa” que tradicionalmente solía darse tras una recesión, sino en el gasto gubernamental extremo a ambos lados del Atlántico. Lo que todo el mundo sospechaba, por otra parte.
El crédito sigue estancado y no tiene el aspecto de que se vaya a producir una pronta recuperación
Esta situación tiene la facilidad, para poder analizarla, de que todo se parece a 2018, aunque a veces sea vagamente, y la dificultad de algo nuevo, como es la manera de salir de una recesión que fue provocada por decreto. En algún momento habrá que elegir entre seguir la senda de 2018, con sus características de fin de ciclo económico, o decantarse porque estamos en el inicio de un ciclo económico nuevo y que, por tanto, lo que deberíamos ver en los próximos meses sería muy diferente a lo que suele ser un final de ciclo.
El tema de si estamos al final de un ciclo o al inicio del siguiente lo trataremos el próximo lunes.
Mientras tanto… si el parecido con 2018 siguiera siendo tan fiel como hasta ahora (sobre todo por lo que hace a la cotización de las empresas tecnológicas) lo esperable sería que en este verano-otoño viéramos una caída importante de las Bolsas. Al índice Nasdaq 100 ya solo le quedaría un 3% de subida.
Caveat emptor!