Tras la primera comparecencia hace tres semanas de la nueva ministra portavoz, el titular más repetido fue que a España le iba a llegar una “lluvia de millones”. Un titular propio del 22 de diciembre. Una fecha en que “los agraciados” siempre responden lo mismo a las preguntas de los reporteros de radio y televisión: “servirá para tapar agujeros”. Aunque esto la ministra no lo dijo.
Es un tema eterno que Preston Sturges reflejó de manera divertida en una de sus películas, “Navidades en julio”, cien veces emitida por TVE, en la que un modesto empleado gana aparentemente los 25.000 dólares (de los de 1940) de un concurso de eslóganes para una marca de café. Tras de ello compra regalos para la gente del barrio que lo ve como un Santa Claus que llega en pleno verano.
La euforia que provoca en el gobierno y en las empresas de sectores que, como el del automóvil o el de la electricidad, van a ser “agraciadas” por los fondos europeos es comprensible. Recuerda el ambiente de alegría y optimismo de la película, pero, a quien ve las cosas desde algo más de distancia, o pensando en el largo plazo, seguro que algo no acaba de cuadrarle.
La euforia que provoca la llegada de los fondos no acaba de cuadrar a quien ve las cosas pensando en el largo plazo
Al fin y al cabo, los 9.000 millones de euros que están a punto de llegar (más los 10.000 millones adicionales que llegarán presumiblemente antes de final de año) suponen apenas el equivalente a un 1,7% del PIB.
Esto quiere decir que si, en un imaginario ataque de rigorismo fiscal y frugalidad alemanes (¡Dios no lo permita!) el gobierno español decidiera dedicar ese dinero a cancelar deuda, el endeudamiento del sector público pasaría de ser el equivalente a un 125,3% del PIB español a ser de un 123,6%. Una cifra que solo hace año y medio hubiera parecido a todo el mundo espeluznante.
Es más, si todo el “dinero gratis” que vendrá en los próximos años del Mecanismo Europeo de Recuperación y Resiliencia llegara hoy mismo y se dedicara, igualmente, a cancelar deuda pública sin que las demás condiciones cambiaran (“other things being equal”) el porcentaje de deuda sobre PIB se quedaría en un 119%. También inasumible.
Es verdad que las condiciones no seguirán siendo las mismas y que los cálculos anteriores se hacen en, esperemos, el peor momento para el PIB y en el peor momento (por ahora) para la deuda, pero sirven para ilustrar lo peliagudo de la situación.
Si todo el dinero de los Next Generation se dedicara a pagar la deuda, pasaría del 125,3% al 119% del PIB
Las lluvias de millones suelen traer de la mano el castigo por la repentina riqueza mal digerida; o la amargura por las esperanzas defraudadas; o la necesidad de utilizarlas para tapar agujeros.
Parece bastante claro que el daño provocado por la pandemia a la economía española es de tal calibre que el dinero europeo que vendrá no pasará de tener el mismo y triste (a la vez que alegre) destino del dinero de la lotería de Navidad: tapar agujeros.
Suerte tendríamos si los fondos europeos supusieran esa “multiplicación de los panes y los peces” moderna que consiste en cebar el círculo virtuoso de las buenas inversiones, las que generan mucho más que el principal invertido, en este caso al amparo del multiplicador keynesiano y de unas prometidas inversiones por parte del sector privado.
También ha tenido su “lluvia de millones” en julio el banco central de EEUU (la Reserva Federal) que, al cierre del mes, ha drenado un exceso de liquidez en los mercados monetarios por valor de la cifra récord de 1.039.394 millones de dólares (más de un millón de millones, que en España se llama billón, y en EEUU trillion).
Tendríamos suerte si los fondos europeos supusieran la "multiplicación de los panes y los peces"
Ese es el dinero con el que los bancos y los fondos de inversión no saben que hacer, y que se va a pasar la noche (o el fin de semana) en el balance de la Reserva Federal que se lo retribuye con un 0,05% de tipo de interés anual, cediéndoles por un día laborable deuda pública de su cartera.
Si no lo hiciera así el exceso de fondos en el mercado sería de tal calibre que hundiría el tipo de interés del mercado interbancario a un día y daría al traste con la política monetaria de la propia Reserva Federal. Ese drenaje es el truco de la Reserva Federal para evitar los tipos de interés negativos.
De lo dicho se desprende la incomodidad que le está provocando al banco central de EEUU esa “lluvia de millones” que da una idea de la desproporción entre los estímulos monetarios del último año y medio (4 billones de dólares) y lo que la economía de EEUU ha podido absorber de esos estímulos.
La película “Navidades en julio” tenía final feliz tras una serie de peripecias en que, entre la risa y la crítica social, se evidenciaban tanto la felicidad como los peligros de las lluvias de millones.
'Navidad en julio' tenía final feliz entre la risa y la crítica social
El presidente del gobierno suele presentar la “lluvia de millones” que viene como un logro suyo y no como la parte alícuota que le corresponde a España por el puro hecho de ser un estado miembro de la Unión Europea.
Asociarse de manera tan pretendidamente astuta a esa lluvia tiene muchos peligros. Al final resultó que al protagonista de “Navidades en julio” los amigos le habían gastado la broma de enviarle un falso telegrama diciéndole que había ganado el concurso con su eslogan de “lo que le quita el sueño no es el café, es la cama”.
Todo el mundo sabe que, como en el eslogan de la película, lo que le quitaba el sueño a Pedro Sánchez hace dos años no era el café precisamente. Desde el 4 de mayo tampoco es el café lo que lo desvela. Aunque el buen uso de los fondos europeos debería hacerlo. La tentación de que sirvan para tapar agujeros es demasiado grande.