Decíamos hace una semana que, tras bajar un poco más, el precio del oro debería empezar a subir. Es lo que ha hecho en las cinco sesiones últimas: primero bajar y después subir. El saldo de esos movimientos ha sido una subida de 2,20%. Es pronto para estar seguros de que esto sea ya el inicio de la gran subida (+70%) que augurábamos para los próximos 24 meses, abusando de la comparación con el comportamiento del precio del oro entre mediados de 2018 y mediados de 2020. Pero no es un mal comienzo.
El oro está quedándose muy ajeno a las preocupaciones de la mayor parte de los inversores en unos tiempos como los actuales en que las criptomonedas atraen, con razón, toda la atención, gracias a sus revalorizaciones astronómicas: cuando las ganancias son importantes, todo el mundo se quiere sumar a la fiesta, y cualquier llamada a la sensatez se considera propia de gente que abomina del “progreso”, que, en este caso, se entiende también que es progreso tecnológico además de económico.
Los “fans” de las criptomonedas utilizan las posibilidades de atemorizar al contrario que da el lenguaje llamando en los debates despectivamente a las monedas de curso legal (como el dólar, la libra esterlina, el euro o el yen) lo que son: “fiat money”. Es decir, “dinero creado de la nada” (de la misma manera en que el Altísimo dijo “hágase la luz”, y la luz fue hecha): háganse cinco billones de dólares (y otros tanto de euros) y los dólares y los euros empezaron a fluir. Pero no caen en la cuenta de que en el período en que se crearon de la nada el equivalente a 10 billones de dólares, también se crearon de la nada entre 8.000 y 14.000 (¡las fuentes difieren!) criptomonedas diferentes por un valor equivalente a tres billones de dólares, (sumados, claro está, el valor inicial de esas criptomonedas y la revalorización posterior).
Es decir, las criptomonedas son, en su conjunto, tan “fiat money” como las monedas de curso legal. Es realidad son mucho más “fiat money” que éstas. Primero, porque las puede emitir cualquier mortal que tenga los conocimientos suficientes (¡hasta se ha emitido una en honor de la Jefa de la Oposición, Isabel Díaz Ayuso, la “Ayusocoin”!) y segundo porque, aunque los bancos centrales, desde 1971, ya no toman mucho en cuenta el volumen de sus reservas de oro y divisas a la hora de calcular cuánto dinero creado de la nada pueden emitir, finalmente sí que tienen algo en su activo con que respaldar la emisión de moneda. En cambio, tras las muchas criptomonedas solo está el sobreentendido de una revalorización indefinida.
Pero está claro que, en el mundo financiero, como en el mundo en general, no se puede luchar contra los elementos: probablemente el frenesí “cripto” que ni bancos centrales ni comisiones del mercado de valores se están preocupando de contener seguirá en aumento, no ya hasta que sean un peligro para el sistema financiero internacional, sino hasta que lo hayan derrumbado. Si alguien necesita visualizar esto es bien fácil hacerlo: la amenaza que para el sistema suponían los productos financieros que, después (a toro pasado y con el daño hecho) se habrían de llamar “tóxicos” (CDS, CDOs, etc.) eran muy evidentes en el año 2005. Sin embargo, la fiesta continuó hasta que en 2007 todo el edificio empezó a derrumbarse y en 2008 se derrumbó del todo y hubo que aplicar las medidas de emergencia que, ahora, ya es casi imposible dejar de aplicar.
Las cosas son siempre así: parece que las criptomonedas ya están sujetas a la misma ley fatalista que estuvo en marcha en las crisis (financieras o no) del pasado y seguirán teniendo éxito hasta que sea demasiado tarde para contener el daño a la estabilidad del sistema financiero mundial.
Ya hay un síntoma alarmante de lo lejos que está llegando el asunto: un carísimo anuncio en televisión en el que un conocido actor se suma al fenómeno asegurando que el mundo es para los audaces. Anuncio que, por cierto, el 95% de los televidentes no entenderán de qué trata.
El oro también tiene peligros de ese tipo, pero los partidarios fanáticos del oro (como los que dicen que llegará desde los 1.820 dólares por onza actuales a los 10.000 dólares) al menos le ponen un límite a la revalorización, mientras que para los fans de las criptomonedas el límite de las subidas es el espacio exterior, y de ahí hasta la frontera de la expansión del universo que, tal y como parece, estaría en el mismo punto en el que estamos nosotros (de la misma manera que el navegante Juan Sebastián Elcano terminó en el punto de partida: ya Einstein dijo que alguien con la suficiente buena vista, y mirando al espacio, terminaría viendo su propia rabadilla…).
El resto de los activos siguen su curso de la manera que cabía esperar, salvo las Bolsas que superan la ya de por sí fuerte subida pronosticada aquí para este año 2021. El gas, por ejemplo, está respetando de momento nuestro “improbable” pronóstico y un mes después sigue sin superar el precio máximo al que llegó el 5 de octubre (6,6 dólares por unidad térmica británica; necesita subir un 18% para superarlo).
Hay una fuerte llamada de atención a la marcha de la economía mundial por parte del Índice Báltico Seco (que mide el coste de transportar por mar materias primas sólidas en bruto, como el carbón, el mineral de hierro, el acero o los cereales) y que, en el mismo período de un mes para el que el precio del gas natural se ha contenido, acumula una bajada del 52%, que es prácticamente la mayor de su historia de 36 años en un solo mes o trimestre, si se exceptúan las de 2008, que coincidieron con la crisis financiera.
¿Quiere decir esto algo? Sí. Que los precios del carbón (-50%), del mineral de hierro (-61%) y de la barra de acero para construcción (-60%), del aluminio (-20%), del conjunto de los metales industriales, -11% (además de alguna materia prima agrícola como el maíz, -30%, o la soja, -32%) han tenido también fuertes bajadas desde sus precios máximos de la primavera o verano. Si, a su vez, todo esto es un síntoma grave de desaceleración de la economía global está aún por ver: en todas las recesiones baja el Índice Báltico, pero hay bajadas importantes que se producen sin recesión. De todos modos, hay que estar alerta.
Como alerta deben estar los enemigos (internos y externos) de Isabel Díaz Ayuso que, por ahora (y, si lo dudan, que pregunten en casa de Pedro Sánchez) también están sometidos a un maleficio (como las criptomonedas): que quien la ataca la fortalece. Y que alguien que ha dado espontáneamente nombre a una criptomoneda (y también a una cerveza o a unos pinchos de barra de bar) está claro que es alguien “duro de pelar”.
En marzo hicimos aquí la profecía de que el 4 de mayo ganaría las elecciones y el dólar se fortalecería hasta 1,15 dólares por euro, que es donde está ahora. ¿Está ligada su fortuna a la suerte del dólar? Si fuera así, solo queda decir que el pronóstico de esta columna sigue siendo que el dólar se apreciará. Así es que, “¡rien ne va plus!”. Veamos que pasa esta semana con el precio del dólar, del oro y del gas natural, y permitámonos alguna chanza política. Al fin y al cabo, la historia está llena de estas casualidades.