En las excursiones infantiles de un pasado no tan lejano, una de las canciones clásicas decía "vamos a contar mentiras tralará…". La actuación del Gobierno combina con singular maestría esa alegre y traviesa melodía con una irracional persistencia en el error. Esta semana ha salido a la luz la propuesta gubernamental de extender el período de cómputo para el cálculo de las pensiones enviada a Bruselas, considerada una simple hipótesis de trabajo por el ministro del ramo cuando su anunció causó un extraordinario revuelo.
Al tiempo, la Comisión Europea ha echado por tierra las previsiones gubernamentales de crecimiento del PIB para 2021 y 2022 cuya irrealidad era clamorosa a partir de la brutal corrección a la baja de ese indicador en el II Trimestre del año y de los mediocres resultados cosechados en el III Trimestre. Y para cerrar el círculo virtuoso la inflación ha subido del 4% en septiembre al 5,4% en octubre.
El Gobierno mintió cuando negó haber remitido a la Comisión Europea (CE) la medida en materia de pensiones hecha pública el miércoles, lo que explica su negativa, inédita en una democracia parlamentaria, a mostrar a la oposición el Operational Agreement cerrado con la CE. Volvió a hacerlo al presentar un cuadro de previsiones macroeconómicas insostenible para cualquier analista serio, salvo para la Sra. Calviño y su equipo de brillantes visionarios.
La explicación alternativa al embuste es aún peor, porque mostraría una supina ignorancia. En cualquier caso, los alucinantes acontecimientos de estos siete días de noviembre son un clavo más en el féretro donde reposa la credibilidad del ejecutivo social-comunista.
El Gobierno mintió cuando negó haber remitido a la Comisión Europea (CE) la medida en materia de pensiones hecha pública el miércoles
España es el único Estado de la UE que no recuperará este año el nivel de PIB existente en 2019. Las otras grandes economías europeas, Alemania, Francia e Italia se situarán por encima de aquel en este ejercicio y la economía nacional, si los dioses y el Gobierno no lo impiden, no llegará a esa meta, como se ha repetido una y otra vez en estas páginas, hasta el último trimestre de 2023 o el primero de 2024.
Esto constituye un desastre sin precedentes, siempre se salió de los ciclos recesivos con mayor vigor que el resto de los países europeos, y certifica la incapacidad gubernamental de sentar las bases de una recuperación sostenida.
A pesar de lo dicho, la vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de Economía mantiene contra toda evidencia que "la recuperación está en marcha" y, según parece, no está dispuesta a modificar su previsión de crecimiento para 2021 y 2022, lo que obviamente obligaría a rehacer unos Presupuestos zombi.
Sin duda sería muy molesto y trabajoso alterar un texto presupuestario cuya negociación ha sido y es tan fatigosa y poder satisfacer las demandas de sus socios con unos números cuyo parecido con la realidad es inexistente. Pero nadie ha de preocuparse demasiado porque por bulerías, la titular de Hacienda sorteará este desagradable escollo con su soltura y gracejo habituales.
Hace una década en circunstancias muy distintas a las actuales, Alfredo Pérez Rubalcaba acuñó una frase condenada a hacerse célebre: "España se merece un Gobierno que no le mienta". Esta proclama moral tiene una vigencia rabiosa en estos momentos, pero cabría añadirle un complemento: "España necesita un gobierno que tenga una mínima competencia".
La economía española está en manos de unos irresponsables dispuestos a insultar de manera permanente a la inteligencia. Con este Gobierno hay que entonar el dantesco lasciate ogni speranza. No hay nada que hacer y sólo cabe confiar, hipótesis improbable, en una enérgica acción europea destinada a poner orden en el caos.
Todo lo acaecido y lo que acaecerá era previsible y evitable. Nada condenaba a España a entrar en una dinámica como la actual; nada, excepto una cosa: la política económica implantada por el Ejecutivo. Ha hecho todo lo necesario para instalar a la economía española en la crisis, como algunos, pocos economistas españoles pronosticaron, y ha mantenido con paso firme y recio ademán una ruta que sólo lleva a un escenario de estancamiento inflacionario cuya superación exigirá un churchiliano "sangre, sudor y lágrimas". Pero que nadie se alarme. Todo se arreglará porque los fondos Next Generation serán el bálsamo de Fierabrás para retornar a la senda de un crecimiento sólido y, a la vez, gaseoso.
Es un horror escribir y describir cómo un Gobierno destruye la economía de un país y es triste tener que hacerlo. Sólo cabe esperar que la sociedad española aprenda la lección y quien suceda a este Gobierno en la dirección de los destinos patrios sepa, al menos, que no debe hacerse.