Hay una anécdota del matemático Carl Friedrich Gauss, uno de los grandes de la Historia (se le llamó “Princeps Mathematicorum”) que revela lo que es el genio temprano y lo importante de saber captar la esencia de las cosas.
Estando en la escuela primaria, su maestro pidió a los alumnos que sumaran todos los números naturales entre 1 y 100. Mientras sus condiscípulos se afanaban en hacer una suma tan laboriosa con papel y pluma de ganso, Gauss sencillamente se limitó a escribir 5.050 y esperar a que los demás terminaran su tarea.
¿Tenía ciencia infusa? Casi, casi… Sencillamente había caído en la cuenta de que la pareja de números formada por 100 y 1 suman 101, que es el mismo resultado que se obtiene al sumar 99 y 2, 98 y 3, también de sumar 97 y 4, etc. Es decir, subiendo de uno en uno desde 1, y bajando de uno en uno desde 100, todas las parejas de números que se vayan formando según lo dicho suman 101, y así hasta llegar a la suma de 50 y 51.
Como hay 50 parejas de números formadas de esa manera y todas y cada una de ellas suman 101, Gauss se limitó a multiplicar 50 por 101, obteniendo así de esa manera tan rápida como elegante el resultado de 5.050 que a sus compañeros de clase le estaba costando tanto alcanzar.
Ese tipo de genialidades es más difícil que se den en las llamadas “ciencias sociales” y, si se dan, es más complicado que sean aceptadas por todo el mundo y en todo tiempo y lugar, pero, cuando están estilizadas al máximo, parecen comparables a la de Gauss.
Así, cuando Warren Buffett dice que “si bajan los tipos de interés, suben las Bolsas; no es ciencia aeroespacial, ¿no?” está haciendo algo parecido: reducir a la mínima expresión un argumento que funciona con carácter general, aunque no funcione en todos los minutos del día ni en todos los días del año.
El argumento también es válido en sentido contrario: cuando suben los tipos de interés, las Bolsas caen. El problema, pues, en este caso, se reduce (y no es poca cosa) a conseguir adivinar cuándo van a empezar a subir los tipos de interés los bancos centrales, y cuando van a empezar a bajarlos. Además, a pesar de que los fundamentos de las matemáticas serían cuestionados inmediatamente después (digamos que con la aparición de Lobachevsky) la “estabilidad de la aritmética” es muy superior a la de los razonamientos bursátiles…
Desde principios de año todo el mundo sabía que los tipos de interés empezarían a subir en EEUU en algún momento de 2022. Con los malos datos de inflación, ya en enero quedó claro que esa subida se iniciaría en marzo y poco a poco empezó a ganar unanimidad la expectativa de que las subidas serían muy fuertes y rápidas. La reacción de las Bolsas no se hizo esperar: desde el 3 de enero pasado el índice general de la Bolsa de EEUU llamado S&P 500 empezó a bajar y hasta el 16 de junio perdió un 23,5%.
Otro índice, el tecnológico Nasdaq 100, perdió en ese mismo período de cinco meses y medio un 33%. Pero desde entonces, en los dos meses siguientes (y hasta hace una semana) ambos índices habían recuperado, respectivamente, algo más de la mitad y algo menos de la mitad de lo perdido.
En esta columna, para tratar de orientarnos con argumentos lo más estilizados posible, no solo hemos recurrido al aforismo de Warren Buffett, sino a la comparación con un año que desde febrero aparentaba parecerse mucho a este 2022. Se trata del año 2008.
El parecido con 2008 ha venido resultando asombroso, hasta el punto de que raro es el comentario sobre los mercados financieros que no hace ya referencia a ello. Recordando lo dicho aquí, hasta finales de julio habíamos constatado que en 2022 las Bolsas de EEUU evolucionaban de manera similar a como lo hicieron en 2008, solo que de forma más acelerada, pues a partir de abril estaban bajando mucho más rápidamente.
El parecido con 2008 ha venido resultando asombroso, hasta el punto de que raro es el comentario sobre los mercados financieros que no hace ya referencia a ello
Lo que ha sucedido en la primera quincena de agosto es que la recuperación de los índices de Bolsa fue tan rápida que para la Fiesta de la Asunción el S&P 500 ya perdía casi exactamente lo mismo que en idéntico número de sesiones de Bolsa del mercado bajista de 2008. Lo que, siguiendo estrictamente con la comparación le obligaba en adelante o bien a caer o bien a limitar la subida a muy poquito más.
En cambio, a las empresas tecnológicas, representadas por el Nasdaq 100 le quedaba el 15 de agosto algo de margen de subida, antes de reanudar la caída.
Pues bien, la semana pasada se produjo un retroceso en ambos índices, lo que deja abierta la puerta para cualquier opción, aunque aquí sigamos apostando por que se reanude la tendencia a la baja, tal y como indica la comparación con 2008 y la expectativa de fuertes subidas aún de los tipos de interés americanos.
En favor de mantener la comparación con 2008 actúa el que la evolución del precio del barril de Brent fuera a 15 de agosto y sea hoy prácticamente la misma en ambos años (+23,5%) y que otro tanto se pueda decir para el conjunto de las materias primas agrícolas (+2,4%).
Hay pocos activos que se desmarquen de su propio comportamiento de 2008
Los metales industriales también siguen en el año actual la misma senda bajista de precio que tuvieron desde la primavera de 2008. Si bien, al igual que las Bolsas en meses pasados, van más acelerados en la caída (-12,5%) mientras que entonces, por estas mismas fechas, subían casi un 3%, pero se preparaban para una caída muy fuerte de sus cotizaciones.
Hay pocos activos que se desmarquen de su propio comportamiento de 2008. Entre ellos está el precio del gas natural en el mercado de EEUU, que ahora sigue la senda que marcó en otro año malo para las Bolsas (el año 2000) y que siguió subiendo en los últimos meses de aquel año. Los malos augurios europeos sobre el gas natural ruso y la necesidad de importarlo de EEUU apuntan a que continuará el parecido con el año del estallido de la burbuja tecnológica.
Hasta el oro, de comportamiento muy errático este año, acumula una caída de 3,6%, que es prácticamente lo mismo que en 2008, por estas mismas fechas. Es algo extraordinario, teniendo en cuenta que en 2008 el dólar estaba extremadamente débil y ahora sigue muy fuerte, pues se supone que el dólar y el oro van, generalmente (aunque no siempre) en sentido contrario, y que cuando uno sube, el otro baja y al revés.
Precisamente el comportamiento de la cotización del dólar es la principal diferencia con aquel año 2008, pues en marzo de ese año un euro se cambiaba por 1,60 dólares y, ahora, por un euro solo se consigue un dólar, tras haberse apreciado éste un 19% desde el Día de Reyes del año pasado.
La navaja de Ockham
¿Qué va a suceder a continuación? Por ahora, y salvando las distancias de todo tipo que nos separan de ellos, hay que ser lo más “gaussianos y warrenbuffettianos” que sea posible, y aferrarnos a la máxima estilizada de que todo sucederá como en 2008, tras casi 8 meses señalando y constatando que esto ha venido siendo así.
Frente a la inundación de datos diaria, este sistema tiene la ventaja de aplicar la “navaja de Ockham” o “principio de parsimonia” que dice que la explicación más simple suele ser la más probable. Y, en el caso que nos ocupa, lo más simple es concluir que si 2008 ha funcionado hasta ahora, salvo cambios muy drásticos de las circunstancias, seguirá funcionando también en los próximos meses.
Y acompañar al fraile franciscano Guillermo de Ockham, en su esfuerzo por simplificar y hacer más elegantes las argumentaciones escolásticas, concluyendo que, si la subida de tipos de interés en EEUU está lejos de terminarse aún (por muchos matices que se quieran introducir) la caída de las Bolsas está lejos de terminarse también.