Queda muy poco para que tengan lugar las elecciones regionales y locales en la mayoría del territorio español. Como era previsible, se ha desencadenado una guerra de todos contra todos, también en lo que se refiere a las propuestas económicas.
Los ataques se endurecen cuando se trata de desbancar a candidatos fuertes. Y, entre todos ellos, destaca Isabel Díaz Ayuso, a quien bombardean desde todos los partidos políticos. Unos, por discrepancias reales. Otros, porque necesitan denostarla y rascar votos, de manera que se aseguren una mayor porción de la tarta del poder en la Comunidad de Madrid.
Esta táctica, que ya estrenó Vox en la Asamblea de Madrid bloqueando los presupuestos y otras iniciativas, se ha exacerbado en los últimos meses. Cualquier propuesta, incluso aquellas similares a las presentadas por ellos, es severamente criticada.
La última medida es la de beneficiar fiscalmente a no residentes (españoles o no) que decidan regresar e invertir en nuestra Comunidad. Y no es que los madrileños podamos quejarnos de la política fiscal de Ayuso, más bien al contrario.
Exceptuando los regímenes especiales como el Concierto Económico vasco o el régimen foral de Navarra, la Comunidad de Madrid es en la que se han reducido los impuestos que se pueden reducir más intensamente en nuestro país. Pero parece que atraer capital de fuera beneficiando fiscalmente no les parece bien.
Parece que atraer capital de fuera beneficiando fiscalmente no les parece bien.
Sí agradecen que eso suceda en Portugal o Andorra y alaban a quienes se lían la manta a la cabeza para beneficiarse de mejores condiciones fiscales en esos países. Mientras se lamentan de que esos españoles se vayan, no entienden que es bueno que no residentes, tanto si son españoles que emigraron, como no residentes extranjeros, vengan a abrir sus negocios en nuestra Comunidad.
Esta táctica del partido de Abascal presupone que Ayuso va a ganar pero no con mayoría absoluta y preparan la negociación de los cargos y prebendas a cambio de dejar gobernar a los ganadores legítimos de las elecciones. No parecen tan diferentes a todos los demás como ellos se proclaman.
Mientras tanto, los escándalos de corrupción de miembros del partido en el Gobierno se suceden y el asalto al Estado de derecho se culmina con la detención de Clara Ponsati y su posterior liberación, por obra y gracia de la nueva legislación referente al delito de sedición del gobierno.
El Tribunal Supremo declara ilegal el cese de Pérez de los Cobos como Jefe de la Comandancia de la Guardia Civil de Madrid. Sigue sin aclararse la constitucionalidad de ciertas medidas tomadas durante la pandemia, y la gestión de los recursos necesarios para hacerle frente.
La lluvia de regulaciones, paradójicamente, de carácter franquista, que pretenden ofrecer una imagen salvífica del gobierno, pero que distorsionan y dañan el mercado de la vivienda, por ejemplo, o de trabajo, se suceden. No vamos bien, por más que intenten vendernos la relevancia para China de la visita del presidente o el rol irremplazable de España en Europa.
La situación económica no es muy diferente. En términos generales, no estamos mejor que a comienzos de año. El crecimiento del PIB es notable, pero normal en cualquier fase de recuperación después de una contracción económica. La nota discordante la pone que somos el único país de nuestro entorno que no ha recuperado el nivel de PIB anterior a la pandemia.
Somos el único país de nuestro entorno que no ha recuperado el nivel de PIB anterior a la pandemia.
Y, para colmo, la Unión Europea está sacándole los colores al gobierno. En concreto, se ha puesto de manifiesto la trampa que muchos destapábamos. Eurostat contradice los datos triunfalistas del gobierno y estiman en más de un millón los desempleados que se han excluido de las listas del paro y en 700.000 los trabajadores a tiempo parcial que no pueden hacerlo a tiempo completo.
El pretendido éxito de la reforma laboral no es tal. No pasará nada. Porque repetirán una y otra vez los datos trucados para no perder los votos de los más leales, los que acusan una mayor disonancia cognitiva.
El último (o penúltimo) gran error económico, que va a costar mucho asumir, es la reforma de pensiones. Una reforma criticada hasta por los analistas más leales al Gobierno y que, como todo lo demás, va a descansar sobre los hombros del grueso de los trabajadores, vía aumento de las cotizaciones.
La clase media mengua a pasos agigantados. La creación de nuevas empresas va en declive y, por el contrario, aumenta el cierre de empresas, que no levantan cabeza tras la pandemia. Y, no lo olvidemos, las empresas son la fuente generadora de riqueza, creadoras de empleos, y el encofrado que cimenta la economía de cualquier país. Caso aparte es el de los autónomos, que siguen desprotegidos y asfixiados.
Caso aparte es el de los autónomos, que siguen desprotegidos y asfixiados.
¿Qué mayor prioridad que cambiar al gobierno de la nación y de analizar qué medidas serán necesarias para retomar un rumbo de crecimiento y empleo, con miras al futuro, de manera realista? Pues, al parecer, por encima de tan complicada tarea, que necesitaría de las mentes, la honestidad y las voluntades políticas de muchos, está la pelea de barrio.
Porque ya no se trata de pillar al votante cabreado, sino de cabrear al votante y atraparle. Todo vale. Lamentablemente, muchos de nuestros políticos se comportan como chiquillos en el cine de verano subiéndose por encima de las sillas y tirando cáscaras de pipas a los de delante para quedarse con los mejores sitios.
En un entorno electoral doble como el nuestro podría parecer normal. Sin embargo, con el daño tan severo que el poder adquisitivo de los españoles está sufriendo, sin saber cuándo acabará la sangría, los ciudadanos agradeceríamos un poco de vergüenza torera y sentido de Estado, una mirada más abierta, que abarque al país y no solamente al partido en el que milito.
Se agradecería que esas neuronas y esa energía se pusieran al servicio de los españoles, de verdad, y no al servicio de “mi solución”, que es la que me va a encaramar al poder y me va a permitir vivir del resto y jugar a ser un mesías.
Pediría a los políticos que enfocaran la estrategia en la mejora económica y social y no en ocupar minutos de telediario, dar zascas en redes sociales o pasar a la historia como el partido reinventor de España.