La Airef (Agencia Independiente de Responsabilidad Fiscal) duda de la bondad de la reforma Escrivá de las pensiones. Estudios recientes calculan entre el 5% y el 8% el posible déficit sobre el PIB producido por esa reforma en 2025 y adelante.
Fedea también avisa de que no es sostenible. La UE está estudiando el trabajo. El Congreso ha consolidado el Decreto-ley del Gobierno que contiene la reforma, pero también decide discutirlo como ley. Por tanto, hay que esperar al final del trámite parlamentario para saber en qué queda. De momento, se aplica el Decreto-ley. Luego, ya veremos.
Lo que está claro es que la 'reforma Escrivá' aumenta el coste laboral. Es un impuesto al trabajo. Sus efectos se notarán cuando haya dificultades y quedan ocultos mientras sigue creciendo la demanda de trabajo. Es un efecto perverso, pero de acción lenta, como los venenos retardados.
Por tanto, conforme se vaya produciendo el trámite parlamentario iremos viendo cómo se discute el “gran autoengaño” que se ha urdido: entre las dos partes del Gobierno, los sindicatos, la Comisión europea y los aliados parlamentarios de Sánchez. Lo necesitaban a efectos políticos, pero eso ha producido un engendro técnico. Por tanto, ¿se irá deshilachando el parche Escrivá?
Es dudoso. Dado que estamos en año electoral, es muy posible que el Gobierno y sus aliados parlamentarios opten por aquello de: “sostenerlo y no enmendalla”.
Deberían ir modificando el Decreto-ley sin ruido parlamentario, pero sin pausa.
Si fueran sensatos, una vez producido el efecto político deseado del autoengaño y recibidos los fondos next-generation, deberían ir modificando el Decreto-ley sin ruido parlamentario, pero sin pausa, para aceptar sus puntos buenos y reconducir los efectos perversos que contiene.
¡Una lástima que no sea el primer año de una legislatura en el que la sensatez técnica pesa más que lo electoral!
Por otra parte, este jueves salió el anuncio provisional del INE sobre la evolución de los precios. El índice interanual es del 3,3%. Parece una buena noticia. No lo es. Significa que, sobre marzo del año pasado (que fue el mes del “subidón”), los precios siguen al alza. No bajan, siguen subiendo.
La inflación subyacente está en el 7,5%, lo que indica que suben mucho los precios de los alimentos elaborados, la vivienda… (todo lo que no son alimentos frescos ni energía).
[La inflación se modera en marzo hasta el 3,3% mientras la subyacente sigue en el 7,5%]
Si tenemos en cuenta que el precio de la energía está bajando, los de los alimentos frescos deben estar subiendo. Algo coherente con las noticias de malas cosechas derivadas de la sequía y del aumento de costes de arrastrado de insumos como los fertilizantes, los piensos y los salarios que siguen subiendo en las labores agrícolas y la distribución.
Si los alimentos elaborados suben y los frescos también, es de esperar que la inflación sobre la cesta de la compra siga acelerada. De manera que comer será más caro lo que queda de año (¿10/15%?).
Dinero hay porque el Gobierno lo inyecta hasta a 16 millones o más de ciudadanos.
Además, el turismo interior y exterior muestran fortaleza. Un anticipo será la Semana Santa. Las ocupaciones hoteleras son similares a 2019 o superiores. Eso indica que la hostelería subirá precios. Comer fuera de casa, algo que está dentro de nuestra cultura, será más caro. Es más, los clientes no se van a extrañar de ello.
Porque dinero hay. El Gobierno lo inyecta hasta a 16 millones o más de ciudadanos (jubilados, empleados públicos, parados del SEPE, Ingreso Mínimo Vital, subvenciones varias, 200 euros de compensación y 400 a los jóvenes para cultura…). También a la empresa a través de los PERTES de new generation. España exporta y recibe divisas… Todo ello crea demanda y la demanda, si hay cuellos de botella en producción y distribución, que los hay, genera inflación.
Estamos en la cultura de la inflación: mientras los parlamentarios discuten el plan Escrivá, los españoles pagarán más por comer.