“La Argentina es una sociedad donde la experiencia no logra transformarse en enseñanza” (Santiago Kovadloff).
El mejor titular que leí tras el resultado de las elecciones argentinas lo publicó La Nación: “Un país harto eligió otra cosa”. Y es que los gauchos tenían que elegir entre dos posturas totalmente antagónicas. Milei obtuvo el mayor porcentaje de votos desde la restauración de la democracia y la bolsa lo recibió con una subida en la apertura de más del 20%.
En el discurso triunfal de Milei tras conocerse su victoria, el economista y docente argentino arrancó con fuerza: “Buenas noches a todos los argentinos de bien porque hoy comienza la reconstrucción de Argentina”.
Las masas corearon con euforia “¡Argentina, Argentina, Argentina!”. Envidia sana siento de nuestros hermanos hispanoamericanos al ver cómo aman a sus países sin complejos. Lástima que, siendo España una de las naciones más gloriosas de la historia, no expresemos habitualmente un sentimiento similar.
Milei se autodefine como liberal-libertario. No me cabe duda de que es libertario, pero no lo considero liberal. Recordemos que, según el magistral diagrama de Nolan, un liberal aboga por la libertad económica y por la libertad personal. En este último epígrafe, cabe destacar que Milei está en contra del aborto y no le hace mucha gracia el matrimonio gay, por lo que sencillamente es un conservador:
Dejando de lado la parte de la libertad personal, lo cierto es que Argentina es una economía enferma. En el ámbito económico, sí que es cierto que Milei es un neoliberal de libro y puede que sea lo que Argentina necesita. Muchos intelectuales lo tildan de anarcocapitalista, pero yo considero que es un minarquista, ya que, aunque quiera un Estado mínimo, al menos habrá policía, militares y jueces.
Su estilo transgresor se sale de lo habitual, pero Macri demostró que la tibieza no funciona en Argentina. Una juventud quemada a la que le gustan las cosas claras ha sido la principal impulsora de “El Peluca”. Hace un mes, conocí a una pareja de Rosario en la Gran Vía de Madrid. Me dijeron que votarían a Bullrich y sus hijos a Milei. Pero que, si no pasara a segunda vuelta Bullrich, votarían también a Milei. Y eso fue lo que sucedió a nivel nacional.
Milei no va a poder cambiar Argentina en cuatro años, necesitará ocho al menos en mi opinión. Por eso, lo mejor que puede hacer es avanzar firme en esta legislatura para intentar renovar mandato y ver si es capaz de hacer un milagro estando dos periodos en el poder.
Hacen falta cambios drásticos, pero es muy difícil que el país supere el mono de la droga peronista: un Estado que ha subsidiado sin límites y sin importar la productividad nacional durante décadas. La telaraña de redes clientelares y los enchufados del Gobierno son numerosísimos. Además, los argentinos dan por hecho que la sanidad, la educación y el transporte público sean siempre gratuitos. Como si eso se pagara por obra y gracia del Espíritu Santo. Los peronistas lo han prometido siempre imprimiendo dinero sin parar. Resultado: hiperinflación continua y una moneda que no vale nada.
No me gusta el exceso de confrontación de Milei en términos de relaciones exteriores. Sin haber llegado al poder, ya hablaba de que sus socios serían Estados Unidos e Israel y enumeraba multitud de enemigos. Puede que no te guste el régimen chino, pero incluso Biden, reconociendo que Xi Jinping es un dictador (no lo dijo peyorativamente, sino como definición en puridad), se reúne con él.
Milei debería aprender de otros líderes en ese sentido. Por ejemplo, la felicitación que más me gustó fue curiosamente la del izquierdista Boric: “Hoy el pueblo argentino tuvo una jornada democrática para elegir a su presidente por los próximos cuatro años. Saludo a Javier Milei por su triunfo y a Sergio Massa por su digno reconocimiento de la derrota. Al pueblo argentino, le deseo lo mejor y sepan que siempre contarán con nuestro respeto y apoyo. Como presidente de Chile, trabajaré incansablemente por mantener a nuestras naciones hermanas unidas y colaborando para el bienestar de todos y todas”.
En la anterior infografía de Statista, vemos que Argentina es el cuarto país con la tasa de inflación más alta del mundo (122%) en 2023, según los últimos datos del FMI publicados en octubre. La proporción de personas pobres, definidas como las que no pueden permitirse una canasta básica de bienes y servicios esenciales, se sitúa en el 40%. Se han creado o aumentado unos 32 impuestos. Y Argentina le debe al FMI 43.000 millones de dólares.
Milei propone un fuerte recorte del gasto público y una reforma tributaria que empuje una bajada de los impuestos, la flexibilización del mercado laboral para la creación de empleos en el sector privado y una apertura unilateral al comercio internacional. Ello acompañado por una reforma financiera que impulse una banca libre y desregulada junto a la libre competencia de divisas. Además, plantea la privatización de las empresas públicas deficitarias.
También quiere eliminar el banco central. Es una medida arriesgada renunciar a la política monetaria, ya sea para controlar la inflación o para devaluar la moneda y fomentar las exportaciones, pero la realidad es que nadie quiere el peso: ni los propios argentinos ni los inversores internacionales, así que puede que la idea de Milei no sea tan descabellada para eliminar de raíz la inflación. Ecuador, El Salvador y Panamá están dolarizados y no les ha ido tan mal así. Pero Argentina es muy grande, no creo que se pueda dolarizar semejante país en menos de dos años.
De todas formas, Milei tendrá sólo 38 de 257 escaños en el Congreso y siete de 72 escaños en el Senado. Es decir, hay contrapesos para evitar que haga locuras.
Veamos ahora dos gráficos que, a pesar de no estar actualizados, nos valen porque desvelan la trayectoria de largo plazo que han experimentado los gauchos.
Lo normal es que el PIB per cápita de un país en desarrollo crezca con el tiempo a un mayor ritmo que el de un país desarrollado. De hecho, desde 1950, el PIB per cápita de Europa del Este ha crecido con más alegría que el de la primera potencia mundial, como es lógico. El de Latinoamérica, un poco más solamente. Pero es que el de Argentina se ha quedado tremendamente atrás:
Hace un siglo, Argentina era una de las diez naciones más ricas del mundo. La decadencia la ha llevado a que hoy sólo sea un mercado emergente. Milei quiere precisamente revertir esta situación.
Miremos la relación entre el PIB per cápita en términos reales de varios países en 2018 y el de 1913. Los países que eran muy pobres en 1913 (pequeño denominador) y han tenido un fuerte crecimiento en el último siglo (gran numerador) están a la izquierda: Taiwán, Corea del Sur, Singapur, Hong Kong, Japón y China han aumentado el nivel de vida entre 20 y 40 veces. Estados Unidos está en el medio, junto a muchos otros países que estaban relativamente acomodados en las clasificaciones mundiales allá por 1913, con un PIB per cápita que se ha multiplicado entre siete y ocho veces. A la derecha del todo, se sitúa Argentina, que tristemente apenas lo ha duplicado:
Le deseo de corazón a Argentina lo mejor en esta nueva etapa. Hoy cierro con una cita del gran Jorge Luis Borges: “El peronismo no es ni bueno ni es malo, es incorregible”.