La mayor compañía petrolera del mundo tras las estatales Saudi Aramco y Sinopec, la norteamericana Exxon, ha llevado a los tribunales federales de Texas a dos grupos de accionistas de la compañía, el holandés Follow This y el norteamericano Arjuna Capital, por intentar llevar a la junta de accionistas una propuesta para que la empresa asuma más responsabilidad por las emisiones de gases de efecto invernadero generadas por los usuarios finales de sus productos.
Sí, lo has leído bien: una compañía, llevando a los tribunales a sus propios accionistas. ¿A qué obedece semejante locura, que haría levantarse de la tumba al mismísimo Milton Friedman y a toda la Escuela de Chicago en pleno? ¿No deben ser los accionistas, los auténticos dueños de la empresa, la última autoridad en el gobierno de toda empresa? ¿No son los directivos, en realidad, empleados de los accionistas que deberían estar obligados a ejecutar su voluntad? ¿Qué hace que los directivos de una compañía denuncien a aquellos a los que deberían servir?
Obviamente, la cuestión tiene truco: Follow This y Arjuna Capital son lo que se denomina “accionistas activistas”, dos grupos que pretenden, a través de sus inversiones en la compañía, alcanzar una posición que obligue a Exxon a cambiar desde dentro, y si no a obligarla a ello —lo que requeriría, obviamente, una inversión enorme para poder obtener una posición de control— si a generar un debate en sus órganos de gobierno, en particular en sus juntas de accionistas.
¿Qué dice la denuncia de Exxon? Sencillamente, que esos inversores están “impulsados por una agenda extremista”, y que sus repetidas propuestas no sirven a los intereses de los inversores ni promueven el valor para los accionistas a largo plazo, por lo cual pide al tribunal que le permita excluir sus propuestas en las juntas de accionistas.
De nuevo, volvamos a frotarnos los ojos: las juntas de accionistas existen, precisamente, para que esos accionistas puedan exponer ante el management de la compañía sus inquietudes, someter sus propuestas a votación, y en caso de ser aprobadas, obligar a esos directivos a que las ejecuten, o cuando menos, a que lo intenten. De hecho, estos grupos de accionistas ya han llevado propuestas similares en dos juntas anteriores, y han perdido las votaciones.
Las juntas de accionistas existen para que esos accionistas puedan exponer ante el management de la compañía sus inquietudes
El gesto viene a ser como aparecer en una reunión de la Asociación Nacional del Rifle y pedir que se prohiban las armas, pero en realidad, tiene un significado más profundo: es algo tan sencillo como representar que aunque seas accionista de una compañía petrolera, tu primera prioridad no es ganar más dinero con tus acciones, sino algo tan loable como… intentar seguir vivo.
En efecto, dado que sabemos científica y fehacientemente que los combustibles fósiles son los responsables de todas las catástrofes climáticas que estamos viviendo y que, en cualquier momento, pueden acabar con nuestras vidas o con nuestro patrimonio —hablamos de huracanes, tornados, macro-incendios forestales, sequías, inundaciones, olas de calor, etc.— pedir a una empresa petrolífera que reduzca las emisiones que provocan sus productos es equivalente a pedirle que pase de ser una compañía dedicada a la explotación del petróleo, para convertirse en una empresa de energía. Algo que, en último término, van a tener que hacer sí o sí porque el petróleo, por pura lógica e instinto de conservación, terminará por ser ilegal, pero que deberían, además, plantearse adelantar.
Llevar ese debate a la junta general de accionistas de una compañía petrolera es algo que sus directivos, aparentemente, no están dispuestos a aceptar, y de ahí que lleguen al punto de denunciar a sus propios accionistas. Pero cabe pensar… ¿es realmente tan grave que esos accionistas activistas tengan su minuto de gloria, se voten sus propuestas, se rechacen, y ya está? ¿A qué temen realmente los directivos de Exxon, hasta el punto de tomar una acción tan simbólica como llevar a los tribunales a quienes ostentan una parte de la propiedad de la compañía?
Tu primera prioridad no es ganar más dinero con tus acciones, sino algo tan loable como… intentar seguir vivo
Lo que los directivos de Exxon temen es, simplemente, el fin de una era. Temen que esos accionistas activistas, a base de hacer ruido, terminen por convencer a más accionistas de que lo lógico es anteponer la conservación de la especie humana a los beneficios empresariales a corto plazo. Pretenden que los accionistas que tengan hijos o nietos piensen en ellos, que los imaginen tratando de sobrevivir en el desastre de mundo que van a dejarles, que visualicen todas esas catástrofes medioambientales y sepan fehacientemente que las están provocando ellos mismos.
Pretenden que se propongan cambios significativos en los órganos de toma de decisiones internacionales para abordar el impacto devastador de la actividad de la industria petrolera, de una serie de compañías que viven de cuantiosísimos subsidios gubernamentales, y que en en realidad, deberíamos llevar muchos años obligando a cambiar.
Esa es la voz que Exxon quiere acallar. Ahora pueden ser unos cuantos activistas, sí, pero los tiene ya metidos en sus juntas, expresando sus preocupaciones, y planteando un cambio de era. El cambio de era que hará que acabemos juzgando a esos directivos como lo que son: auténticos criminales sin escrúpulos que se niegan a diseñar su propia transición.
Un cambio de era del que deberías, querido lector, plantearte formar parte. Por la cuenta que te tiene.
***Enrique Dans es Profesor de Innovación en IE University.