El relato de la OPA: los grandes contra los pequeños
Decía Pablo Iglesias (ahora que se cumplen 10 años de la sorpresa en unas anteriores elecciones europeas que lo aupó a los cinco escaños y puso de moda a Podemos) que históricamente la contienda política entre la izquierda y la derecha era una estafa y que la nueva batalla era entre los de arriba, la casta, y los de abajo, el pueblo: "Al cambio los de arriba lo llaman caos, los de abajo lo llamamos democracia".
En la contienda empresarial, las opas han sido a menudo terreno abonado para un relato similar, pero algo distinto: los grandes contra los pequeños, las grandes corporaciones contra las pymes, los globales contra los locales, los fondos contra los minoritarios, los accionistas contra los clientes y empleados. Y los grandes a la opa la llaman oportunidad, los pequeños, amenaza.
Aunque en España la mayoría de las operaciones ha fracasado. Entre otras razones, por justo lo contrario, porque quien quería 'opar' era el pequeño y el fallido opado, el grande. Es el caso de la única hostil en nuestra banca, la del propio Bilbao en 1987 sobre Banesto, que fracasó a pesar de contar entonces con el favor del gobierno de Felipe González, aupando de rebote a un desconocido todavía Mario Conde.
Los grandes a la opa la llaman oportunidad, los pequeños, amenaza.
Así que el territorio opa en el que se juega este partido, al menos desde el punto de vista de la reputación, viene marcado por, a mi juicio, tres factores clave:
1) La expectativa, que va por barrios. No es la misma la que tienen fondos como Blackrock, accionista de ambas entidades, que la de los pequeños inversores del Sabadell (son más del 50% del capital) que han de valorar la oferta del BBVA vs. el plan de Oliu. Tampoco es igual la del regulador o la del Gobierno, que ya en boca de su ministro de Economía se ha mostrado claro en un sentido contrario.
2) El contexto, el lugar pero, sobre todo, los tiempos, siempre son claves en cualquier estrategia. Y el momento no parece el más propicio en estos meses por una posible repetición en Cataluña y el bloqueo en Madrid, por un momento en el que el Gobierno está dando más que señales claras de querer volver a mandar en las grandes corporaciones, y por las prisas de Torres, malas consejeras siempre y que impiden rebajar expectativas por el lado del BBVA, quizás debido a la filtración, quizás debido a las presiones de los fondos, quizás por el final de su mandato el año que viene.
Y 3) La propia reputación de los presidentes, Torres y Oliu, y los apoyos con los que cuentan. Por ejemplo, Blackrock o los políticos, con los que pueden o no contar, además de posibles piedras en el camino para Torres como su posible imputación por el caso Villarejo, que pueden activar en su contra y en la del BBVA el famoso efecto diablo/cuerno/culpable y en la del Sabadell el contrario, el efecto ángel/halo/inocente. Y ser culpable o inocente de entrada en el juicio de la opinión pública que representa la reputación no es nunca una cuestión baladí, otorga una ventaja competitiva significativa. Recordemos también que, junto con la satisfacción del cliente y la solvencia y fortaleza financieras, el liderazgo del equipo directivo es la siguiente variable que más pesa en la reputación de los bancos.
La derivada política es importante porque el Gobierno (...) ya ha dado señales claras de una voluntad intervencionista no vista -recordando los tiempos de la opa del Bilbao sobre Banesto- desde los años 80.
A todo esto, Carlos Torres, el presidente del BBVA, dio la "bienvenida" este jueves al riesgo reputacional asociado a la opa en el segundo intento de hacerse con el Sabadell. Es decir, dicho con otras palabras, la oportunidad es mayor que la amenaza. Visto lo visto, caben muchas dudas.
No desde un punto de vista financiero, porque la operación tiene todo el sentido del mundo, más allá de que la falta de caja del BBVA o un cálculo erróneo en la estrategia de Torres impida mejorar la oferta, dado que ambos bancos son muy complementarios tanto en lo territorial (fuera y dentro de España) como en lo comercial (grandes empresas y particulares, por un lado, pequeñas y medianas, por el otro). Sino desde un punto de vista regulatorio, veremos qué decide la CNMC, sobre todo con el foco en Cataluña y la Comunidad Valenciana; y político sobre todo. Esta, va a ser seguramente la clave del desenlace de esta miniserie de varios capítulos con las que se llenarán los espacios mediáticos estos 6-8 meses.
La derivada política es importante porque el Gobierno, además de las declaraciones del ministro del ramo, ya ha dado señales claras de una voluntad intervencionista no vista -recordando los tiempos de la opa del Bilbao sobre Banesto- desde los años 80, hasta que los aires de mayor liberalización llegaron en la década posterior. La entrada en Telefónica del fondo saudí y ahora de la Sepi, la de Taqa en Naturgy, la elevación del porcentaje en Indra, la intervención en la opa sobre Talgo con Rusia de trasfondo…
La renacionalización tras la pandemia y los vientos de guerra que soplan por medio mundo animan a utilizar el blindaje de la españolidad y el valor estratégico de grandes empresas como mecanismo para controlarlas, utilizando todo tipo de mecanismos, desde la propia entrada en el capital, el famoso escudo antiopas; la búsqueda de inversores como Criteria Caixa dispuestos a jugar ese papel o la de caballeros blancos, que podemos ver aparecer en esta operación en breve para buscar una fusión alternativa (¿quizás Unicaja, más bien Bankinter?).
Las señales que han mandado los mercados bursátiles no van en la buena dirección de los intereses del presidente del BBVA.
Y precisamente esos vientos huracanados de Moncloa últimamente han arreciado contra las grandes empresas haciendo en la práctica suyo el discurso de hace 10 años de Iglesias y Podemos, al menos en cuanto a la narrativa: quiénes son los malos, los de arriba y los grandes, y quiénes son los buenos, los de abajo y los pequeños. Pero incluso también en los mecanismos, como hemos visto, excepción hecha de las puertas giratorias.
También las señales que han mandado los mercados bursátiles no van en la buena dirección de los intereses del presidente del BBVA, porque lo habitual es que ambas entidades suban con fuerza en bolsa si la operación es vista con buenos ojos por los analistas e inversores. Y el único de los dos que ha subido, lógicamente, ha sido el Sabadell, pero no así el BBVA, que ha caído en estos días en el primero de los tres parqués en los que cotiza (Madrid, Londres y México), el español.
Aunque quizás, analizado más a fondo, los intereses de Torres y los de Sánchez no sean tan diferentes respectivamente: en ambos casos ganar tiempo con un movimiento táctico oportuno e inesperado por parte del adversario, aguantar el chaparrón a corto plazo, balón de oxígeno para llegar a 2025 con aire fresco y esperar un mejor momento para la reelección.
En lo que sí le gana Sánchez es precisamente en el relato, un balón con el que no cuenta el presidente de la entidad vasca con sede en Madrid a la hora de hacerse con la entidad catalana con sede en Alicante. Solo el tiempo, cercano, lo dirá…
***Ricardo Gómez Díez es dircom especializado en Reputación y profesor del Máster de Comunicación Corporativa e Institucional de la UC3M