La editorial Edward Elgar acaba de publicar su Elgar Companion, una recopilación de artículos en honor de un autor, dedicada a Herbert A. Simon, premio Nobel de economía en 1978 por su investigación pionera sobre el proceso de toma de decisiones en las organizaciones económicas. Se trata de un volumen editado por Gerd Gigerenzer, Shabnam Mousavi y Riccardo Viale cuyo contenido incluye quince capítulos de expertos en los temas en los que más destacó Simon: informática e inteligencia artificial (no hay que olvidar que también fue galardonado con el Premio Turing de Informática), administración de empresas, metaheurística y organizaciones, toma de decisiones, racionalidad limitada y resolución de problemas.
En la introducción, los editores destacan dos conceptos básicos para entender las aportaciones de Simon al comportamiento humano en la economía y en la empresa: el entorno y la complejidad.
Simon se dio cuenta de que los modelos económicos al uso no se basaban en un ser humano “real” y lo central que es para estudiar la toma de decisiones en las organizaciones empresariales, en los mercados y en la administración, tener en cuenta la naturaleza adaptativa del comportamiento humano. Para explicarlo utiliza el ejemplo de la hormiga. Cuando observamos cómo se mueven las hormigas podemos sacar la conclusión que, detrás de ello, hay un algoritmo complejo que determina esa ruta tan complicada, tan aparentemente caótica.
Sin embargo, la hormiga sólo tiene un criterio: esquiva el obstáculo y sigue tu camino. Si sólo hubiera un obstáculo, veríamos claramente este criterio. Pero, a medida que aumentan los obstáculos, la cosa cambia. Es decir, con ese criterio simple, el comportamiento de la hormiga parece complejo porque el entorno cambia. Pensemos en los seres humanos. Incluso si nuestros criterios de actuación son básicos y simples, aunque más sofisticados que los de una hormiga, también nos adaptamos a un entorno cambiante y nuestro comportamiento se torna imprevisible.
Una segunda analogía muy conocida son “las tijeras de Simon”. Este término señala la naturaleza interactiva de la generación del comportamiento, comparando la mente y el entorno con las dos hojas de las tijeras. Para Simon, muchas ciencias sociales se definen a sí mismas centrándose en una sola hoja, con lo que pierden la visión de conjunto.
Incluso si nuestros criterios de actuación son básicos y simples, aunque más sofisticados que los de una hormiga, también nos adaptamos a un entorno cambiante y nuestro comportamiento se torna imprevisible
Por ejemplo, los conductistas se centran exclusivamente en los estímulos ambientales, tratan la mente como una caja negra y atribuyen el comportamiento al entorno. Mientras que los psicólogos cognitivos tienden a centrarse sólo en la mente, hablan del riesgo o la aversión a la pérdida como si estuvieran localizados únicamente en la mente, ignorando el entorno. Simon destaca la interrelación entre mente y entorno.
Ojalá se enseñaran las aportaciones de Herbert A. Simon desde primero de carrera. Porque estamos viviendo momentos de gran complejidad y alta incertidumbre. Los problemas económicos no se resuelven sin tener en cuenta el entorno, no hay recetas mágicas. Y, sin embargo, se diría que por un lado van los acontecimientos políticos y por otro los económicos. Y no es así.
Las pasadas elecciones al Parlamento Europeo no trataban de corrientes antagónicas que pelean por el tema de la inmigración, nada más. El tema era ese pero con otras muchas cosas de la mano.
Por ejemplo, en Francia hay partidos contrarios a la ampliación de la Unión Europea, y alguno es partidario de salirse y hacer un “Frexit”. Eso sería un golpe bajo a la organización, de consecuencias imprevisibles pero muy malas.
El tema agrícola es otro punto muy relevante al que no se le ha prestado atención, aunque afectaría a la existencia misma de la Unión Europea, y también a nuestra economía. El espíritu regulador de la Unión Europea, que riega de leyes restrictivas nuestras vidas y frena el progreso tecnológico de nuestra sociedad. Como esos, hay un racimo de temas que deberían haberse debatido y no se ha hecho. Porque estábamos centrados en las mentiras, las acusaciones, las imputaciones y la confrontación del gobierno con el poder judicial y con la prensa.
El espíritu regulador de la Unión Europea, que riega de leyes restrictivas nuestras vidas y frena el progreso tecnológico de nuestra sociedad
La economía española tiene agujeros importantes y se está quedando notablemente retrasada respecto a nuestros socios europeos. Tratar de buscar soluciones populares y hacer lo posible por ensuciar la credibilidad de los críticos no es lo mejor. Los problemas económicos, como la productividad o la innovación, son complejos, por varias razones.
Para que aumente la productividad laboral o para que se produzca la innovación real en la empresa española, múltiples factores dinámicos deben relacionarse de un modo determinado, y esto sucede, como explicaba Simon, en un entorno que además de ser cambiante, es cada vez más sofisticado. No valen soluciones “de todo a cien”. Hace falta análisis, voluntad de los afectados (los stakeholders) y voluntad política verdadera, es decir, no anuncios grandilocuentes, sino hechos.
Y se ven pocos hechos en la buena dirección en la gestión económica del gobierno. Un ejemplo, el fiasco de los Fondos europeos Next Generation. El pasado viernes 7 de junio, el Instituto Juan de Mariana publicaba un informe acerca del tema en el que se constata lo que se venía anunciando.
La tasa de fondos ejecutados es un 75% menor de lo esperado. “El impacto de los fondos sobre el PIB ha sido cinco veces menos de lo esperado en los primeros años del programa Next Generation EU y la previsión final es que su incidencia acumulada se sitúe un 50% por debajo de lo comunicado por el Gobierno”. A esto hay que añadir la opacidad, señalada varias veces por los responsables de la Unión Europea, y la dificultad para “descubrir” a dónde están yendo esos fondos.
Sería fantástico tratar de analizar esa relación entre motivación y mente humana y el entorno dinámico y complejo para entender el comportamiento de nuestro gobierno y, desde luego, de los votantes. Las consecuencias previsibles y, especialmente, las inesperadas de todo este comportamiento negligente nos va a pasar una factura elevada. Va a ser un precio difícil de pagar. Especialmente si, como parece, el contexto no nos acompaña, sino que acentúa la trayectoria descendente.