En el catálogo de la exposición del año 2022 “Hiperreal. El arte el trampantojo” del Museo Thyssen-Bornemisza podía leerse lo siguiente: “La habilidad para engañar al espectador haciendo pasar lo pintado por real a través de las leyes de la óptica y de la perspectiva es todo un juego cuyos primeros ejemplos se conocieron a través de textos literarios griegos”. Esta tradición parece haberse extendido a la política, cuando nuestros dirigentes intentan hacernos ver “lo pintado” como real, utilizando los juegos de perspectiva y la estadística.

En un famoso trampantojo (palabra que procede de “trampa-ante-el-ojo”) en los jardines de Schlossgarten en la ciudad alemana de Schwetzingen, al fondo de una arcada cubierta de verde, se encuentra un muro que parece roto, a través de cuyo agujero se vislumbra un paisaje. Cuando te acercas te das cuenta de que el roto y el paisaje son ficticios. Hoy tenemos a Mario Draghi pintándonos un panorama similar a todo color.

Y no es que el Informe sobre Competitividad Europea mienta o diga muchas tonterías. De hecho, acierta en poner el foco en determinadas cuestiones, como la necesidad de espabilar respecto a la modernización industrial que incorpora nuevas tecnologías. O que hay que poner remedio al estancamiento de nuestras economías.

O que “las empresas innovadoras que quieren crecer en Europa se ven obstaculizadas en todas las fases por normativas incoherentes y restrictivas” y que, a pesar de que “afirmamos favorecer la innovación, seguimos añadiendo cargas normativas a las empresas europeas, que son especialmente costosas para las PYME y contraproducentes para las de los sectores digitales”. Qué alegría que lo reconozca.

Es un informe que aporta datos muy interesantes, que deberían hacernos reflexionar. Por ejemplo, los hogares de la UE ahorran más que sus homólogos estadounidenses, pero su riqueza sólo ha crecido un tercio desde 2009.

Los hogares de la UE ahorran más que sus homólogos estadounidenses, pero su riqueza sólo ha crecido un tercio desde 2009

La brecha en el nivel del PIB a precios de 2015 entre la Unión Europea y Estados Unidos se ha ido ampliando gradualmente desde algo más del 15% en 2002 hasta el 30% en 2023, y medido en paridad de poder adquisitivo la brecha es del 12%. Sus explicaciones acerca de la importancia de aumentar la productividad son muy interesantes, por ejemplo, cuando destaca la idea de que la competitividad tiene menos que ver con los costes laborales relativos y más con el conocimiento y las capacidades incorporadas a la mano de obra.

Draghi apunta a tres desafíos (el tecnológico, el energético y el geopolítico) y propone soluciones. Y es ahí cuando, tal y como lo pinta, se ven cosas que no existen. Porque a mi me dicen que nos estamos quedando atrás y que hay que salir adelante, y yo entono el “Todos a una, Fuenteovejuna”, siempre que no me aten una cadena al cuello para salir por donde una élite visionaria diga.

Por desgracia, eso es lo que plantea Draghi. Mientras el informe defiende la competencia, el mercado y demás, te explica que aranceles, sí, a veces, a nuestro favor. Y prescribe en qué hay que invertir o no, imagino que con el dinero de todos, porque no habla de los países europeos sino de la UE.

Y eso no es lo verdaderamente grave. El verdadero trampantojo es el siguiente. Casi al principio, el informe nos explica que la realidad de la UE es diferente de la que había cuando éramos menos. “El «método comunitario» ha sido una de las fuentes del éxito de la UE, pero se estableció en una época distinta, cuando la Unión era más pequeña y se enfrentaba a una serie de retos diferentes”. Es cierto.

Pero, a continuación, explica que para avanzar hay que “actuar como una Unión como nunca lo ha hecho antes, en torno a una asociación europea renovada entre los Estados miembros”. Hay que darse cuenta de que en algunas cosas hay que delegar más, especialmente en los “bienes públicos europeos” ya mencionados (electricidad, defensa, aceleración del cambio industrial), como si fuéramos un país. Y ahí es donde quiero detenerme, de momento. Ya habrá tiempo para seguir con el análisis. 

Para avanzar hay que “actuar como una Unión como nunca lo ha hecho antes, en torno a una asociación europea renovada entre los Estados miembros”

Lo que Draghi pinta es la necesidad de actuar como un país para poder competir con los otros dos países que nos están superando. De manera que, no se trata tanto de la competencia, como de la competición. Porque la competencia nos permitiría importar aquello en lo que otros son más eficientes a un precio asequible y especializarnos en aquello en lo que somos eficientes para venderlo fuera. ¿No queremos quedarnos atrás en el cambio industrial acelerado gracias a la tecnología? Quitemos los palos en las ruedas al ahorro y la inversión. Permitamos que haya un mercado financiero sano, no invadido por deuda pública.

Sin embargo, Draghi el pasado martes en Bruselas expresaba sus verdaderas intenciones al respecto cuando afirmaba que la deuda europea no debía destinarse al gasto público general ni a subvenciones, sino a alcanzar los objetivos fundamentales para la competitividad futura, un tema ya acordado por todos. 

La Unión Europea no es un país, como sí lo son China y Estados Unidos. No podemos actuar como si lo fuera. Porque cada Estado miembro tiene sus propios agujeros en los zapatos, sus propios criterios presupuestarios y sus maneras de escaquearse de la supervisión comunitaria.

Emitir deuda pública “soberana” europea para sustentar en ella el crecimiento económico es un viejo error que ya conocemos. Pensar que ese dinero va a ir a donde dice, es ingenuo. Los Fondos Next Generation iban a promover la inversión y las reformas en los Estados miembros para lograr una recuperación sostenible y resiliente y a promover las prioridades ecológicas y digitales de la UE. Y mira cómo estamos. 

El “método comunitario” primigenio, basado en la libertad comercial, laboral y financiera entre los Estados miembros, probablemente nos permitiría generar más riqueza que actuando como un país inexistente, tratando de impedir que nos arrebaten un puesto en el podio. Especialmente cuando esta situación es el resultado de décadas de malas decisiones y de multiplicación de regulaciones, que ahora resulta que hay que disminuir. Pensemos en el diagnóstico, pero cuidemos de que no sea peor el remedio que la enfermedad.