"¡Los escoceses llevan la falda y debajo, nada!", le decía a José Núñez Fernández su hoy mujer, Violeta, en aquellos días del verano de 1982. Málaga era una de las sedes del Mundial de España, el de Naranjito, de cuya final se cumplió este lunes el cuarenta aniversario. El estadio de La Rosaleda fue testigo de los enfrentamientos entre escoceses, soviéticos de la antigua URSS y neozelandeses dentro del grupo VI; en el que también estaba Brasil, que jugó sus partidos en Sevilla.
Fueron tres partidos que agitaron la Costa del Sol con centenares de aficionados que venían a disfrutar y animar a sus equipos: el Escocia-Nueva Zelanda, celebrado el 15 de junio; Unión Soviética-Nueva Zelanda, el día 19; y el plato estrella, Unión Soviética–Escocia, el 22. Fue para ese encuentro que los aficionados escoceses acuñaron un cartel con humor que quedó retratado para la historia: "Alcoholismo contra Comunismo". Las imágenes de la época muestran que al menos una parte de la grada malagueña se puso del lado de los rusos.
“Llevan la falda y no llevan na”
José Núñez Fernández fue uno de los malagueños que pudo vivir la experiencia del Mundial 1982 muy de cerca. Gracias a que estaba sacándose el carnet de entrenador de fútbol, consiguió entrada para estar en el estadio en los tres partidos. En conversación con este periódico, recuerda con humor cómo a su mujer le llamaba la atención que algunos escoceses llevaban su característica prenda... y nada debajo.
"Un ambientazo", resume Núñez el partido entre la URSS y Escocia, en el que finalmente el comunismo se impuso al alcoholismo. A pesar de ello, la hinchada del equipo vencido supo disfrutarlo y mostrar un buen perder, no como los de ahora "que van a pelear", opina el entrenador malagueño.
Su recuerdo es que los aficionados extranjeros se dejaron el dinero en la Costa del Sol. Si a los locales una cerveza le costaba 50 pesetas, a los visitantes se les cobraba 150. Hoteles y taxistas también usaron la imagen del mundial para multiplicar sus beneficios, y después del evento futbolístico se dieron "el batacazo", recuerda Núñez.
“Ganas e ilusión de fútbol”
Jesús Hurtado es coleccionista de deporte y describe aquel Mundial como “ganas e ilusión de fútbol”. Con 23 años y viviendo en Granada, Hurtado consiguió dos entradas para los últimos partidos celebrados en Málaga.
A un precio de 300 y 600 pesetas, y realizando el viaje en autobús hasta Muelle Heredia y a pie hasta el estadio, Hurtado recuerda cómo vio en La Rosaleda lanzar desde lo alto las primeras latas de Coca-Cola con el escudo de España.
El coleccionista apunta que los integrates de la afición venida de Reino Unido "bebían como cosacos, bebían como escoceses; no todos venían con falda, y algunos sin nada debajo... Era un mundial diferente”. Jesús Hurtado también recuerda apariciones estelares en la grada: tres o cuatro asientos más abajo del suyo, estaba presente el cantante Rod Stewart, a quien muchos de los asistentes le pedían que firmara la entrada.
Para el granadino, el ambiente fue "muy bonito". Aún guarda diferentes recuerdos del campeonato, como monedas, figuras de cera, décimos de lotería o la etiqueta de una bodega de vino.
“Como un Madrid-Atleti”
De otra manera lo vivió el exjugador de la cantera del Real Madrid y del Málaga CF Fernando Quintanilla Claro. Este fuengiroleño siguió el Mundial por televisión, pero recuerda con viveza los partidos y enfrentamientos vividos: los recuerda "como un Madrid-Atleti", un derbi cargado de tensión.
No obstante, si uno no podía ir al Mundial '82, el Mundial '82 va a uno. Recuerda que el extremo izquierdo español Roberto López Ufarte visitó la bolera en la que él trabajaba en Fuengirola y, debido a los últimos atentados, iba acompañado constantemente de dos policías.
Mirando al futuro, los tres entrevistados creen posible la celebración del Mundial 2030 en Málaga. Quintanilla indica que es una capital que tiene todos los alicientes, aunque deberá cumplir el requisito de poder albergar La Rosaleda a 40.000 personas. Núñez también subraya que la ciudad es el sitio más indicado, “siempre y cuando al campo le hagan una buena reforma”. Por su parte, Hurtado justifica la conexión de la ciudad por la costa con trenes y su oferta hotelera. Pero, incluso aunque se volviera a celebrar un campeonato de este estilo en la Costa del Sol, quizás ya no sería tan entrañable como aquel verano en el que los escoceses no llevaban nada debajo de la falda.