El pasado sábado 1 de junio arrancó oficialmente el periodo de alto riesgo de incendios forestales en Andalucía, que se extiende hasta el 15 de octubre. Sin embargo, para los bomberos forestales del Plan Infoca hay que estar alerta todos los días del año. Da igual que sea enero, da igual que sea diciembre. Una chispa puede causar un infierno a cualquier hora y en cualquier mes del año.
De hecho, el peor incendio en la provincia a lo largo de 2023 tuvo lugar el pasado 12 de noviembre en el paraje Valtocado de Mijas. Se activó incluso el nivel 1 de emergencias. El viento y la masa forestal de la zona, así como la cercanía de las llamas a varias urbanizaciones de la zona, pusieron las labores muy difíciles a los bomberos del Infoca. Se desalojó preventivamente a 300 personas y 250 bomberos tuvieron que trabajar a destajo para acabar con el fuego.
Tras esos cascos y chaquetas de color amarillo, se encuentran los bomberos del Infoca, personas de carne y hueso que se dejan el cuerpo y el alma en los trabajos de extinción. Trabajadores que tienen familia y que se llevan a la cama imágenes realmente impactantes en la cabeza que quedan impregnadas en el fuerte olor a quemado de sus pieles, que son incapaces de eliminar ni con varias duchas y que les hace revivir una y otra vez jornadas estresantes... e incluso frustrantes.
Amigos apagando llamas
Bien saben de ello Carlos Sández y José Antonio Bravo, dos amigos que estaban unidos mucho antes de trabajar codo con codo contra las llamas. Se conocen desde que tenían 12 años y Bravo fue quien inyectó a Sández el veneno de la adrenalina de su profesión. "Me dijo que si me quería ir con él a trabajar en el monte como motoserrista. Yo le dije que no tenía ni idea del tema, pero me dejé llevar. En la empresa estaba entonces Paco, un encargado que ya ha fallecido y que no podía ser más buena gente. Me ayudó mucho", recuerda Sández con una sonrisa.
Carlos Sández pertenece a una de las brigadas de refuerzo de Infoca y siempre ha sido aventurero. Con diecisiete años ya estaba en la Brigada Paracaidista, pero a lo largo de su vida ha compaginado labores en la construcción, con las que realizaba en el campo o incluso repartiendo publicidad. También hizo competencias marineras, se preparó como buzo y se ha recorrido medio mundo en "modo todoterreno", con la mochila a cuestas, haciendo prácticamente todo lo que la vida le iba poniendo por delante. "Estuve hasta en Dinamarca cogiendo fresas, siempre he sido un buscavidas", precisa. Hasta que José Antonio le ofreció trabajar en el monte, en el marco de una empresa que se dedicaba también a la extinción de incendios forestales.
"En invierno trabajábamos nosotros en los incendios forestales, en verano ya tiraban de la gente de la temporada, pero nosotros empezamos a ir a conatos, a pequeños fuegos... Y ahí empezó la aventura hace más de veinticinco años", sostiene Sández, bajo la atenta mirada de su compañero.
José Antonio lleva 27 años como bombero, dos de ellos como profesor de Emergencias y Protección Civil en un grado medio y en otro superior de Córdoba. "No sé qué tiene más trabajo, si los fuegos... o los niños", dice en tono jocoso el bombero.
En su caso, Bravo siempre soñó con ser bombero. Es una ilusión que tuvo desde pequeñito. Más aventurero que estudiante, empezó a trabajar muy joven, aunque también estudió Mecánica. "Entonces decidí irme voluntario como paracaidista, como Carlos. Y de allí me fui a la artillería. Conocía a amigos de mi padre que eran bomberos, conocía el ambiente... Y allí me entero de que existían los bomberos paracaidistas. La primera vez que lo oí fue en Rusia y Estados Unidos", recuerda.
Sus primeros fuegos los apagó en el Ejército. "Allí hacía fuegos reales y requerían de unidades de extinción. Todo fuego tenía que apagarse. Se puede decir que aquello fue lo que hizo que me entrara el gusanillo, empecé a buscar el camino para unir la profesión de guarda forestal con la de bombero, porque siempre me gustó la montaña, de pequeñito estuve en los scouts, y sabía escalar, me dedico a trabajos verticales con cuerda", expresa.
Tras un largo camino de preparación y de oposiciones, en 1997 lo llaman para formar parte del Infoca. "Yo creo que los dos hemos sido aventureros y que escogimos esta profesión porque tenía de todo, campo, forestal, pero también algo de militar. Era todo lo que habíamos hecho, pero en un mismo trabajo", relata Bravo, que asegura que nunca ha sido sencillo entrar a Infoca, mucho menos en su época.
"Los retenes estaban tres o cuatro meses en verano y las condiciones, bueno... Hoy es también difícil porque las exigencias, aunque son menores para el bombero estructural, son aún muy duras porque es muy difícil coger experiencia. Hay requisitos para poder obtener una plaza: tu preparación, las pruebas físicas, el psicotécnico. Pero además tienes que venir con experiencia. Puedes entrar en bolsa, pero sin experiencia en este trabajo...", lamenta Bravo, que cree que facilitar el acceso de los jóvenes a Infoca es fundamental para que haya relevo generacional, pues la edad media de los bomberos en la provincia está en los 50 años.
Contra un monstruo
Con muchas ganas y esfuerzo, ambos lograron enfundarse el uniforme de Infoca para luchar contra "los monstruos", como ellos llaman a los incendios a los que se enfrentan. Respecto al próximo verano, esperan que sea calmado, como el pasado año. 2023 ha sido uno de los años con menos incendios forestales en Málaga. Apenas hubo 10 en doce meses, catorce menos que en 2022. "Las lluvias que hemos tenido en los últimos meses están bien, pero también hay que pensar que llenan el monte de pasto. Son buenas para humedecer el terreno, pero con unas semanas de calor y viento, todo se seca y se amarillea el monte", sostiene Carlos Sández.
Además, los dos amigos se muestran preocupados por la falta de personal, creen que las unidades están "algo incompletas", pese a que el operativo está disponible al 100%. "Esperemos que se cubran esos huecos para poder afrontar cualquier cosa que ocurra", dicen.
Carlos subraya que hay que tener en cuenta que Málaga ha pasado "mucho tiempo con falta de agua": "Hay zonas donde veo pinos antiguos, tan secos, que me da terror. No me gusta nada. Sabes que eso es clave para que los incendios puedan llegar a sitios que van a explotar".
Respecto a cómo es un año para un trabajador de Infoca, ambos bomberos concuerdan en que lo peor, sin lugar a dudas, es el verano, cuando más son requeridos. Pero en invierno, los bomberos forestales también realizan trabajo preventivo. "Además, no puedes descuidar tu estado físico, tenemos un preparador, pero tú tienes que estar muy activo llegados a una edad como la que tenemos, 55. Creo que deberíamos tener en invierno más formación, por desgracia, recibimos poca. Y siempre hay que actualizarse, tengas los años que tengas", prosigue Sández.
Aunque José Antonio está trabajando como profesor, no descarta volver algún día a un incendio, pero le queda poco tiempo. A partir de los 60 no pueden entrar y les entristece no saber "qué será de ellos para entonces hasta los 65, por la ausencia de una segunda actividad". "Y ya no hablamos de que no se tenga en cuenta que con sesenta años igual estás genial, en forma, pero no conste que llevas más de veinte años tragando ceniza, con lo perjudicial que eso es; no tenemos enfermedades profesionales", apuntan los bomberos.
Jornadas maratonianas
Según indica el protocolo, los bomberos del Infoca pueden pasar diez horas trabajando en la extinción de un incendio, llegando a alargarse hasta catorce si el fuego está, en sus casos, en Málaga. Si actúan fuera, pueden pasar 18 horas trabajando en casos extremos, como cuando se activa el nivel 1 de emergencia.
"Pero luego tira el compañerismo. Si ves a tus compañeros sufriendo, ¿tú te vas a ir a casa? Muchas veces queda en tus manos más allá de lo que decida el coordinador y el puesto de mando, que organizan los turnos y relevos para poder sacar a la gente en su tiempo y forma", expresa José Antonio, a lo que Carlos añade que "ser bombero es una forma de vida".
Son conscientes de que ponen su vida en peligro en cada jornada de extinción y están convencidos de que en casa sus familias sufren más que ellos. "Dentro del incendio no eres consciente de la magnitud. Ellos lo pasan peor hasta que les mandas un mensaje y les dices que has acabado", dice Carlos, que cree que más allá de la precariedad, este trabajo le ha dado una familia de compañeros "indescriptible" y unos momentos preciosos: "Hay veces que me puedo dedicar a salvar a un escorpión o a un arbolito cuando las cosas van bien y es muy gratificante, de verdad". De la misma forma, José Antonio destaca la sensación de mirar a los compañeros cuando apagaba algún fuego. "Es lo que da sentido a todo, es un gustazo matar al 'monstruo' juntos", apostilla.
Sierra Bermeja
Si tienen que hablar del incendio más traumático que han vivido en la historia reciente de Málaga, ambos coinciden: el de Sierra Bermeja, en septiembre de 2021. En aquellas jornadas tan difíciles perdieron a un compañero de Almería, Carlos Martínez Haro, pero el propio Carlos Sández también sufrió un grave accidente.
En uno de los días luchando contra este gran incendio que no olvidarán los vecinos de Genalguacil y Jubrique, así como otros pueblos de alrededor, después de arrasar con casi 9.000 hectáreas, a Carlos le cayó encima por error una carga de 3.500 litros de agua. Se fracturó una costilla y sufrió edemas óseos y roturas de ligamentos. No pudo soportar de pie y cayó al suelo de golpe. Otro compañero que les acompañaba también sufrió un importante accidente. "Tuvo mucha suerte, le rozó una piedra como una lavadora rodando, le golpeó de refilón y el golpe lo amortiguó la mochila lumbar que nosotros llevamos con comida y agua. Si le llega a dar de lleno... Le parte por la mitad", reconoce José Antonio.
La orografía del terreno malagueño no ayudó a los bomberos del Infoca a apagar las llamas de aquel gran incendio. "Somos la segunda provincia de la Península Ibérica con más montañas. Quien aprende a apagar fuegos aquí, los apaga en cualquier parte", dice con decisión Carlos, aunque también reconoce que ha estado en incendios "en llano" de lo más peligrosos.
"Lo importante es no confiarse", dice José Antonio, que recuerda que "la naturaleza está hecha para arder, es combustible" y que hay que poner el foco en que en ocasiones las hectáreas que se van a quemar no son realmente tan importantes. "Muchos incendios de sexta generación ocurren porque nos centramos en proteger al que está en la urbanización metida en el monte, ahí está lo importante ahí es donde nosotros nos ponemos en peligro", incide. Su compañero Carlos asiente. "La gente ve muy bonito lo de vivir en mitad del campo, pero no asume el riesgo que con lleva", lamenta.
Ambos aseguran que cuando trabajan contra las llamas todo huele a aguarrás, a productos químicos, lo que genera un cóctel asfixiante. Los árboles, dicen, actúan de mechero, lo que permite que el incendio explote "como un cañón".
De cara al verano que se aproxima piden cautela y evitar hacer fuegos innecesarios en el campo, así como tomar precaución con acciones como la de tirar al suelo cigarrillos a medio apagar. "Cuando llegas a un incendio, sabes que ha sido normalmente provocado por algún accidente, como un vehículo que se incendia. Pero cuando descubres que es intencionado, eso te reparea. Da mala leche. Cogerías a la persona y la pondrías a trabajar contigo para que se diera cuenta de todo; a todos ellos les digo que tiene castigo penal y que si te cogen... agüita", zanja José Antonio.
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