Escuchar a Juanito Valderrama y a la Niña de los Peines marcó profundamente a Mayte Martín (Barcelona, 1965) cuando era una adolescente. Tanto que decidió dedicarse al cante. Pastora Pavón, señala en una conversación con EL ESPAÑOL de Málaga, le transmite lucidez, sensibilidad, fuerza y delicadeza. "Es la máxima referencia", destaca la artista, cuya voz es inconfundible a kilómetros de distancia.
María Teresa Martín Cadierno cultivó su afición por el cante y su oficio desde joven actuando en peñas flamencas hasta la publicación de su primer trabajo, Muy frágil, en 1994. Desde entonces, la catalana siempre ha tenido claro sus objetivos vitales: hacer flamenco de calidad por encima de cualquier moda, estar abierta a numerosos géneros musicales como ya lo hizo su admirado Morente y ser una persona íntegra.
Martín admite haber pagado numerosos peajes por su forma de ser (sin olvidar su condición de mujer lesbiana en el flamenco). Incluidos algunos económicos: los últimos discos los ha sacado gracias a campañas de micromecenazgo. "Los voy a tener que hacer siempre así: empeñándome y pidiendo préstamos el resto de mi carrera", responde cuando se le pregunta por la financiación de su disco Al cantar a Manuel, con versos de Alcántara.
"La dignidad artística no está de moda", reconoce antes de su concierto en el Auditorio del Parque de la Constitución de Marbella este viernes donde presentará Memento. En el recital, en el que actuará junto al guitarrista Alejandro Hurtado, la artista escarbará en las raíces del flamenco y honrará la memoria de los grandes maestros del cante (una nómina donde ella ya está inscrita por derecho propio).
¿Cómo ha pasado este año y medio de pandemia?
Dedicada al descanso y a la introspección, a dejar ese vacío que normalmente por la vorágine cotidiana no podemos tener incluso aunque nos lo propongamos. Aunque nosotros queramos parar nuestro ritmo, el ritmo del mundo no para. Yo soy una antena para eso, para captar las energías que flotan alrededor. Por suerte, pasé mi confinamiento en una casa en el campo, en plena naturaleza. Eso me permitió tiempo de introspección, tiempo de descanso y de reciclaje del cuerpo y de la mente.
Hablamos de parar a nivel económico y también vital; muchos dejaron de producir a la fuerza. ¿En qué puede ayudar a alguien la introspección, el silencio y la poca productividad?
En la vida hay que preguntarse constante y permanentemente si la situación en la que estás te gusta; si lo que estás haciendo te convence; si tu vida te gusta o no; o si sencillamente te estás dejando llevar por la inercia. Las personas que estamos vivas espiritualmente estamos en constante movimiento y crecimiento, vamos cambiando. Hay que estar permanente conectado con uno mismo, con los propios deseos y necesidades, y no dejar que la inercia domine nuestra vida. Eso es increíblemente necesario. Muchas veces eso te enfrenta con el cambio, con cosas que descubres que no te gustan de ti o de quien tienes alrededor, de tu vida o tu trabajo.
¿Qué cosas ha desechado de su vida en estos años?
No necesito una pandemia para estar introspectiva y conectada con mis deseos, con el camino que quiero seguir. Antes de ser adulta ya tenía esta conexión conmigo misma. He tomado siempre decisiones antes de ser adulta. No ha habido grandes cambios. Sencillamente estaba en stand by como todos los demás esta pandemia. No había ruido y sin ruido la mente y el espíritu se reciclan mejor.
Me llegó a decir en una entrevista hace siete años que el flamenco se había prostituido demasiado en España. ¿Se ha impuesto el todo vale en este mundillo?
Ahí sigue instalado. La incultura de la inmediatez se está imponiendo cada con más fuerza. Cada vez la gente tiene menos ganas de dedicar tiempo y energía en aprender y más deseos de conseguir las cosas cuanto más rápido y con menos esfuerzo mejor.
Siempre ha creído que la imagen está sobrevalorada. ¿Cómo vive que la industria musical viva más de la imagen que del talento de sus artistas?
Esto es lo más triste y lo más dramático que estamos viviendo en el mundo del arte. El arte ha dejado de existir. Se ha sustituido en un porcentaje muy grande por el ocio. Se confunde cultura y arte con ocio. Es un problema. Se dedican presupuestos que pertenecen a todos los ciudadanos en nombre de la cultura y lo que se está ofreciendo es ocio. No digo que no sea necesario. Son dos cosas diferentes. Deberían estar muy bien delimitados. No se deben dedicar los presupuestos de cultura a actuaciones que no tienen nada que ver con el arte, a darle a la gente pan y circo. Eso ayuda muy poco a que la gente tenga conciencia de lo necesaria la introspección y estar conectada con el interior de cada uno. Lo que le da de comer al espíritu es el arte. Y cada vez de esto hay menos en las actuaciones, obras de teatro, cine, libros. Los best sellers son casi siempre gilipolleces y tonterías. Como la lista de discos más vendidos.
Y las macrocampañas de marketing.
Sin ellas muchos artistas no estarían ahí. Ocupan ese lugar gracias al marketing, no a su talento.
Usted dice que ahora no la ficharían porque no está buena.
Siempre digo que menos mal que Edith Piaf no le tocó nacer en esta época. Menos mal que es un artista que pertenece al pasado porque hoy desde luego no se hubiera comido un torrao una pedazo de artista como ha sido. Fea, pequeña. Nadie le hubiera hecho ni puto caso y nos hubiéramos perdido un talento gigante. Y una artista mágica.
¿Le han excluido más en el flamenco por ser mujer o por ser lesbiana?
No tengo ni idea. Eso habrá que preguntárselo a quienes hayan contribuido a esa exclusión (ríe). No sé cómo hubieran sido las cosas si yo hubiera sido otra o si yo no hubiera sido lesbiana y mujer. He tenido la respuesta que he tenido y ocupo el lugar que ocupo. Lo que sí sé es el lugar que seguramente ocuparía siendo hombre o no siendo lesbiana; el lugar que ocuparía si en lugar de ser una persona con principios y con sentido de la ética fuera una persona sin escrúpulos. Ahora mismo hay muy pocos artistas que vendan su valía artística y no se apunten al carro ese de vamos a hacer un programa con mucha audiencia aunque sea un truño. La dignidad artística está pasada de moda.
¿Qué es lo que está aportando el procés a Cataluña?
De momento no está aportando nada. Que los catalanes independentistas quieran la independencia y estén luchando por conseguir su meta y su fin. Son cuestiones políticas y de sentimiento. La gente se siente de aquí o de allá. No creo que nadie pueda mandar en eso. Nadie puede mandar en los sentimientos de nadie. El respeto está por encima de todas las cosas y se debe respetar como cada uno sienta. La democracia está para que cada uno decida como quiere gestionarse.
Eduardo Mendoza me dijo que "Barcelona había pasado de ser una ciudad referente a ser una ciudad repelente". ¿Está de acuerdo?
Barcelona como ciudad está vendida al turismo. En eso está de acuerdo con él. Era una ciudad muy interesante a nivel cultural, artístico y a nivel de movimiento bohemio, que es lo que favorece el intercambio cultural. Ya no existe la Barcelona bohemia y de noche. Todo está pensando para divertir al turista que viene a hincharse de cerveza, al turista hooligan, no a consumir cultura y ver museos. Por desgracia, he estado toda mi vida enamorada profundamente de mi ciudad. Por eso me quedé en ella. Probablemente hubiera gozado de mayores comodidades durante mi carrera viviendo en otro sitio, en Andalucía por ejemplo. Barcelona ha perdido toda su personalidad, idiosincrasia y todo aquello que podía atraer al turista culto. Ha vendido su alma al diablo. Te lo digo con toda la pena del mundo.
Hace dos años murió el periodista Alcántara, cuyos poemas le inspiró uno de sus mejores discos. Incluso pidió un préstamo para grabarlo. ¿Mereció la pena?
Sí. Por mi forma de ser y de no consentir una manipulación por parte de nadie así es como voy a tener que hacer mis discos siempre: empeñándome y pidiendo préstamos el resto de mi carrera. La creación y la culminación de esa obra coincidió con el peor momento de mi vida, el más duro, que fue la despedida de mi madre. Con esa banda sonora me sobrevino la enfermedad y la muerte en mi vida. Mi madre falleció el mismo día que acabé Al cantar a Manuel. Toda esa obra lleva implícito lo más profundo y hondo de mí. Se que nunca más voy a hacer un disco así. Yo mismo lo escucho y me sorprendo de lo que hay en él y de lo que transmite.
¿La máxima aspiración de un artista debe ser abrirse en canal y conseguir comunicárselo al público?
Absolutamente. No es la máxima, es la única. Debo conmover a quien me esté escuchando y cambiarle algo por dentro. Un concierto es para mí un acto casi religioso. Pero el mundo es cada vez es más superficial y inmediato y menos auténtico. Cada vez todo es más de lo que no tiene que ser. No me gustaría tener 20 años en este momento. Mira que algunos quieren volver a su juventud. Yo volvería si el momento histórico fuese el que me tocó vivir; no ahora.
¿Le tiene más miedo a la pandemia o a la frivolidad?
La pandemia me da miedo por los demás y por mí. No quiero que le pasa nada a nadie que yo quiera o que tenga cerca. Pero a la frivolidad le tengo mucho más miedo. Porque me aterra la deshumanización y la perdida de los valores que estoy viendo en gente de todas las edades.