Málaga

La historia de Málaga está irremediablemente unida a la de Virginia Woolf, de cuyo nacimiento se cumplen este martes 140 años. El vínculo entre la ciudad y la autora de Un cuarto propio tiene su origen en el barrio de El Perchel. Allí nació Pepita de Oliva, una de las bailaoras españolas más famosas del siglo XIX. Su nieta, la aristócrata Vita Sackville-West, mantuvo una intensa relación amorosa con Woolf hasta su muerte.

La escritora Pilar Bellver explica a las mil maravillas la relación entre Sackville-West y Woolf en su novela A Virginia le gustaba Vita (Dos Bigotes, 2016). "Conocí a Vita por un libro interesantísimo de su hijo, Nigel Nicolson, llamado Retrato de un matrimonio. En él aparecen muchas historias familiares y por supuesto la relación amorosa que mantuvieron Vita y Virginia un montón de tiempo", señala.

Su segunda referencia sobre la aventura entre las dos escritoras es a través de la correspondencia de ambas y de la "mejor biografía en castellano" que se haya editado sobre la autora de La señora Dalloway: la de Irene Chikiar Bauer. "Mi amor por ti es absolutamente verdadero, vívido e inalterable", le escribió Vita a Virginia en una de las muchas cartas íntimas que se intercambiaron.

Virginia Woolf y Vita Sackville-West, en una imagen.

La escritora lesbiana incluso le inspiró a Woolf una de sus mejores novelas: Orlando. "La historia cuenta las peripecias de un joven aristócrata inglés, apuesto, rico, seductor y amante de la literatura (figura inspirada en la vida y la personalidad de la escritora Vita Sackville-West)", asegura Jeanette Winterson en su libro A propósito de Orlando. El personaje cabalga la historia desde el siglo XVI hasta el siglo XX y que, durante el reinado de Carlos II, se convierte en una mujer.

El cuñado de Virginia, Clive Bell, fue el responsable de unir a las dos. Él le contó que una joven de buena posición, escritora y famosa por sus líos con otras mujeres se había fijado en ella y que quería conocerla. "Vita es una lesbiana declarada, ten cuidado", le advirtió Clive, a lo que la Woolf le respondió perspicaz: "Pues con lo esnob que soy, no sabré resistirme".

El apasionante affaire le llevó a la directora londinense Chanya Button a rodar la película Vita y Virginia (2016), protagonizada por Eva Green en el papel de Woolf y Gemma Arterton en el de Sackville-West. En ella, Button cuenta la historia de estas dos mujeres fascinantes y progresistas de su tiempo. "Ambas se ven envueltas en una agónica aventura amorosa que determina para siempre sus vidas y su trabajo", señalan en la sinopsis.

La novelista jienense y granadina de adopción explica que Vita escribió la historia de su abuela, de la que se sentía muy orgullosa, en una novela llamada Pepita. "Ella no sólo es de Málaga, es una de las bailaoras más famosas que ha habido en España. Arrastraba masas y enganchó a un lord inglés maravilloso. Y tuvieron un montón de hijos", destaca Bellver. 

Un fotograma de la película 'Vita y Virginia'.

Orígenes humildes

El origen de la abuela de Vita es tremendamente humilde. Su madre Catalina, hija de un gitano que hacía sandalias en Málaga, "había trabajado en un circo, y cuando nació Pepita se dedicaba a la venta de ropa vieja", cuenta Covadonga de Quintana Bermúdez de la Puente en una entrada sobre Josefa Durán Ortega (su verdadero nombre) en la web de la Real Academia de la Historia donde aclara que su padre fue barbero de la calle del Puente.

La joven malagueña manifestó gran predisposición para la danza desde muy joven. Su madre la llevó al Teatro del Príncipe y pidió a su director, Antonio Ruiz, que organizase lecciones particulares para que la niña pudiese ingresar en el cuerpo de baile del teatro. Después de Pérez, fue el bailarín Juan Antonio Gabriel de la Oliva (contratado en ese momento en el Teatro Español) quien se encargó de sus clases. 

El primer gran contrato llegó, según la Real Academia de la Historia, para bailar en el Gran Teatro de Burdeos con gran éxito. De ahí marchó a Copenhague, donde interpretó La Farsa PepitaBailó también en Viena; en Londres debutó en el Her Majesty's Theatre el 22 de mayo de 1852 con la Madrileña, la Aragonesa y el Jaleo de Jerez; y en el intermedio de la ópera de Guecco La prova d'un Opera seria.

Portada del libro de Pilar Bellver.

Su debut en el Théâtre de Vaudeville de París llegó en julio de 1852 donde fue presentada como la "prémière danseuse du théâtre royale des princes à Madrid". Su actuación causó furor y "desapareció literalmente bajo una lluvia de flores y fue aclamada por toda la sala que aplaudió con verdadero fervor", cuenta Bermúdez en su artículo publicado en la web de la Real Academia de Historia.

En agosto añadió a su repertorio el olé y la asistencia a sus actuaciones superó a las de la primera bailarina de la Ópera de París de la época. Incluso Johann Strauss hijo le dedicó una polca con su nombre. En 1852 conoció en París a Lionel Sackville-West (el futuro abuelo de Vita), quinto hijo del quinto conde de la Warr.

Bellver cuenta que el abuelo se enamoró perdidamente de aquella "bailaora gitana malagueña, de familia muy pobre, pero que acabó siendo todo un ídolo en Europa". La arista anunciada en los carteles como la Estrella de Andalucía "actuaba en Praga y la policía tenía que protegerla para que llegara al hotel después de la actuación porque los admiradores no la dejaban avanzar", recuerda la escritora. 

Incluso le dieron nombre en los periódicos a ese fervor, lo llamaron Delirium Pepitatorium. "En serio, no es broma. Es más, marcó de tal forma la moda con su manera de vestirse para bailar, que la gente de Praga, los checos en general, empezaron a llamarles Pepita Hosen a los pantalones que ella sacaba en escena y todavía hoy se llaman así", relata la guionista del cómic Comando malva en su libro A Virginia le gustaba Vita.

Retrato de Pepita de Oliva.

"Vivieron juntos lejos de las murmuraciones de Londres, principalmente en Arcachón, donde él compró un palacete al que llamó Villa Pepita. Quizá no habría habido tanto escándalo ni comentarios a pesar de la diferencia de clases si hubieran podido casarse legalmente, pero eso era imposible, y no por culpa del noble, por cierto, sino de la plebeya, porque Pepita ya estaba casada y en España no existía el divorcio. Pepita se había casado a los veinte años con su maestro, Juan de Oliva", señala la escritora. 

Vita, aclara Bellver en su novela, "presumió siempre de ser nieta de Josefa Durán, la cual llegó a ser aclamada en toda Europa por su talento y por su belleza". Incluso le dedicó aquella novela titulada con su apodo donde narra "la historia de amor entre el superaristócrata inglés, todo un lord, Sir Lionel Sackville-West y la gitana rompedora responsable de gran parte de la belleza de Vita". Una belleza y una inteligencia que encandiló a la mismísima Virginia Woolf. 

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