"Pídele a Alfonso Canales que te cuente lo del cine de Archidona". Con este misterioso requerimiento, que le envió a principios de 1972 Rafael León —entonces, entre otras muchas cosas, teniente de alcalde delegado de Cultura del Ayuntamiento de Málaga—, Camilo José Cela da comienzo a uno de sus libros más bizarros e inefables: La insólita y gloriosa hazaña del Cipote de Archidona (Tusquets, 1977). Que el premio Nobel de Literatura era un guarreras es conocido por todos. Por eso, cuando Canales, abogado malagueño, poeta y académico, resolvió sus dudas, nuestro aclamado autor no pudo sino componer una auténtica oda a los "cipotes preconciliares y sus riadas y aun cataratas fluyentes", como dejó escrito en su carta de respuesta.
Pero ¿qué demonios pasó?, se estarán ustedes preguntando, si es que acaso no lo saben ya. Pues el asuntó de marras que dio origen al célebre cipote de Archidona tuvo lugar la noche del 31 de octubre de 1971, durante un espectáculo flamenco que acontecía en el cine de la localidad, "muy cerca de donde se halla la célebre Peña de los Enamorados". En unos años en el que la dictadura franquista daba claras muestras de desgaste, gracias a lo cual se pudo originar el llamado ‘destape’, el show de sensualidad evidente provocó que una pareja de espectadores —«no consta que fueran novios formales»— diera rienda a su efusividad carnal, provocando en el clímax un auténtico escándalo. En palabras del propio Alfonso Canales: "Las imágenes debían ser un tanto excitantes, porque a ella, según tiene declarado, le dio —no sabe cómo— el volunto de asirle a él la parte más sensible de su físico".
Vamos, en resumidas cuentas, un joven agricultor de 24 años fue masturbado por su pareja en mitad del evento y, con mala fortuna, pringó de semen a un matrimonio que se encontraba un par de filas más allá. Con mucho más arte lo describe Canales: "Arribando al trance de la meneanza, vomitó por aquel caño tal cantidad de su hombría, y con tanta fuerza, que más parecía botella de champán, si no géiser de Islandia".
Cómo no sería la cosa, que la lluvia provocó un auténtico escándalo, dando al traste con el espectáculo y requiriendo la presencia de las autoridades competentes. La pareja fue detenida por escándalo público "a falta de otra tipificación más especificadora". Así, según el acta de la causa seguida contra el viril muchacho y su hacendosa pareja, quedó "probado que la procesada masturbó a su novio, el procesado, teniendo éste el órgano viril fuera del pantalón, lo que motivó que salpicara de semen a un espectador y su esposa, causando desperfectos en sus ropas, pericialmente valorados en 3.500 y 1.600 pesetas, respectivamente".
Hay que remarcar que la señora también pidió daños y perjuicios por su pelo, ya que presentó la cuenta de la peluquería donde, al siguiente día, se lavó la cabeza ("el fiscal no acaba de explicarse cómo pudo pasar la noche sin un lavado casero de urgencia").
La sentencia, firmada el 3 de marzo de 1972 por la Audiencia de Málaga, condenó a la pareja como autores de un delito de escándalo público y, a cada uno, a penas de dos meses de arresto mayor, una multa de 10.000 pesetas y seis años y un día de inhabilitación especial para el cargo de guarda y tutela de menores, además de tener que indemnizar a los perjudicados con 5.100 pesetas, así como pagar la mitad de las costas del juicio.
La respuesta de Cela ante el suceso
"¡Viva España! ¡Cuán grandes son los países en los que los carajos son procesados por causa de siniestro!", exclamó el académico Camilo José, que quedó fascinado con este accidente. Y, con él, millones de españoles que siguieron a través de la prensa de la época las consecuencias de tan maravilloso atentado a la moral pública y a las buenas costumbres que, por todo el país, vino a llamarse el asunto de Archidona o, más llanamente, la paja de Archidona.
La correspondencia continuó y fue creciendo e incluyendo misivas de otras personalidades, así como elementos de auténtico fan art surgidos alrededor del trabajo manual: poemas, sonetos, cancioncillas, chistes, dibujos, estudios científicos y de potencia… enviados espontáneamente al escritor por algunos españoles enardecidos por tan admirable muestra de hombría hispánica.
Y, en homenaje a tan insólita y gloriosa hazaña, "para solaz de aficionados y curiosos, escarmiento de cachondos y lección de todos y todas", Cela preparó una edición de estos documentos, entre los que incluyó el acta del juicio, y que al final editaría como libro: "Debe ser exaltada literariamente como una epopeya, como un aldabonazo a aquellas conciencias adormecidas que piensan que el garbanzo y la paja han ido haciendo decrépita, secularmente, nuestra raza".
Una historia llevada al cine
España es un país en el que, en una era previa a Internet, fue capaz de difundir, en apenas doce horas, un bulo que involucraba a Ricky Martin, un perro y un bote de mermelada. ¿Cómo una nación de estas características, en plena era del destape, no iba a sacar maná de la proverbial fuente en la que se había convertido el cipote de Archidona?
La famosa frase de "basado en hechos reales" le viene que ni pintada a la película que se rodó en torno al achidonita falo (aunque en realidad su "feliz propietario no nació en Archidona, sino en Loja, lo que va a ocasionar una disputa entre Málaga y Granada, provincias muy enfrentadas ya por otras emulaciones"). Tan, nunca mejor dicho, falocéntrica historia no se tomó muy bien en el municipio, pero eso no impidió que el cineasta Ramón Tito Fernández estrenara en 1979 un film para el que contó con Josele Román, Francisco Algora, Antonio Gamero, Isabel Luque, Luis Ciges, José Manuel Cervino, Manuel Alexandre, Rafaela Aparicio, Laly Soldevila y, ojo a esto, el propio Camilo José Cela haciendo de sí mismo.
El argumento de La insólita y gloriosa hazaña del cipote de Archidona no deja lugar a dudas: "Durante un espectáculo musical, una pareja se embelesa hasta el punto que ella, enardecida, toma en sus manos el miembro viril de su novio con tanta gracia y donaire que las consecuencias les hicieron famosos, sobre todo al miembro viril...".
En cuanto a la pareja, según Canales, hubo final feliz: se casaron. Aunque para el académico no fue tan dichoso: "¡Gran equivocación! Imagínate lo que hubieran podido prosperar, en cualquier parte del mundo, tanto el prepotente poseedor de la manguera como su eficaz partenaire".
Para concluir, Cela vio en este suceso, también, una oportunidad de negocio y reclamó a Canales, con florido verbo: "Te ruego que transmitas a la Excma. Diputación Provincial de Málaga mi propuesta de que le sea atribuido un homenaje de ámbito nacional al dueño de la herramienta, honra y prez de la patria y espejo de patriotas. Podría levantarse en su honor un monolito granítico con una farola en la punta del haba —el falofaro de Archidona visible desde las costas de África—; podrían editarse tarjetas postales y fabricarse cipotillos de solapa; podría incluirse la contemplación de tanta gloriosa prepotencia en el programa de los cursos de verano para extranjeros. ¿Os dais cuenta los malagueños, mi querido Alfonso, de lo didáctico que resultaría? ¡A qué lindes insospechadas de progreso nos ha llevado el III Plan de Desarrollo, y la sabia política de nuestros beneméritos tecnócratas, a quienes Dios guarde para mejor lección de todos!".
Que sepamos, nunca una manola salió tan cara. Pero, eh, qué risas se echaron en aquel entonces y qué gran lección nos regala, una vez más, el pasado.