Cuando se piensa en la historia se piensa de inmediato en un pasado muy lejano, el de los Reyes Católicos y la Reconquista de Málaga y sus vicisitudes, por ejemplo. Será porque la palabra Historia suena muy grave y contundente por lo que nos transporta a hechos acontecidos hace siglos, cuando también puede hacer referencia del modo más sencillo a lo que sucedió hace algunas décadas atrás. Y es por eso que, en ocasiones, a lo que tuvo lugar "hace dos días", no se le da la importancia que se merece y, por tanto, no se cuida ni se protege.
Sin embargo, hoy todos somos conscientes de que el arte no se queda recluido en los museos, y que la cosa no sólo va por barrios, sino que el concepto artístico abarca cualquier cosa en la que el ingenio y la creatividad humanas pongan su foco. Y de esto no se escapa la publicidad y, por extensión, los rótulos de los negocios: las cartelerías que cuelgan sobre muchos comercios malagueños pueden ser verdaderas obras artísticas que se convierten en espejo de la época en la que fueron pensadas, diseñadas y creadas.
En este sentido, para rescatar del olvido la historia gráfica de los negocios tradicionales de Málaga, muchos de ellos desparecidos ya, y otros en peligro de extinción y en franco retroceso ante el progreso mal entendido, han surgido héroes que se han autoimpuesto esta ardua tarea.
Uno de ellos es el malagueño Pablo García Vallejo, técnico de laboratorio en el área de Genética de la Universidad de Málaga, que compagina su carrera profesional con una de sus grandes pasiones: el mundo de las letras entendidas como signos gráficos: "me resulta fascinante la infinita variedad de tipos que hay cuando, siendo honestos, con dos o tres nos apañaríamos la mar de bien". García, para dar rienda suelta a su afición creó hace ya ocho años una página de Facebook, Los Rotulianos, en la que sube fotos de rótulos que se topa en sus paseos por Málaga y en sus viajes a otras ciudades.
"La idea es dar a conocer el patrimonio gráfico antes de que desaparezca engullido por el que nos imponen las franquicias que, sin ser necesariamente malo es, reconozcámoslo, homogéneo hasta la desesperación", afirma. Una iniciativa que, además, ayuda a profesionales del tema que "como yo, creen que no se puede crear algo nuevo sin conocer lo que otros han hecho en el pasado".
Leyendo paredes en Málaga
En este sentido, Pablo recomienda "fervientemente" la paciente labor que está realizando el equipo de Alioli es ajonesa, un colectivo que "está haciendo un trabajo precioso e interesantísimo de divulgación del patrimonio gráfico malagueño, en general, y del rótulo, en particular". Una aventura cultural que surgió a raíz de la inquietud y las ganas de recopilar rótulos, esos grafismos asociados a la actividad comercial que son mucho más que meras palabras colgantes.
Como el propio colectivo Alioli es ajonesa afirma en su web "cuando los lugares tienen un patrimonio visual único basado en la cultura local, la experiencia de viajar a diferentes ciudades es mucho más valiosa y emocionante".
Además, hay que reseñar, y remarcar, que los responsables de Alioli es ajonesa han adquirido el rótulo del bar Los Paninis que fue, según la leyenda, nada menos que el establecimiento donde se fraguó el campero, quizás uno de los platos gastronómicos más típicamente malaguitas de los que existen.
En Málaga tenemos interesantes ejemplos localistas de rótulos que aún aguantan fijos en las paredes de negocios aunque los mismos, en la mayoría de los casos, hayan desaparecido, como el de Bazar San Juan en la plaza de Camas. O ejemplos de otros que son sepultados por un negocio nuevo y reaparecen después de que éste cierre, como es el caso de la tienda de telas de calle Compañía. "Este tipo de rótulos reciben en inglés el nombre de ghost signs y, como es natural, hay todo un culto alrededor de ellos".
En otros casos, cual poblado galo frente a los locos romanos, el negocio resiste heroicamente los envites del tiempo y las subidas de alquileres y se mantiene con su rótulo original que luce con orgullo en la fachada. "De este tipo tenemos, por suerte, bastantes en Málaga como la famosísima zapatilla de Calzados Hinojosa en la plaza de San Juan o los de la multitud de tiendas de ropa de los años 70 y 80 que pueblan Armengual de la Mota y calle Mármoles". También el rótulo institucional, como el magnífico del Banco de España junto al Ayuntamiento o el de la ahora inactiva sucursal del Ministerio de Hacienda en la Alameda, nos dan alegrías visuales.
Es difícil no contagiarse del entusiasmo de Pablo ante los rótulos y, por extensión, la tipografía. En este sentido, de hecho, cuenta también con un maravilloso perfil de Instagram donde sube ejemplos tipográficos de letras que han configurado el mundo del diseño a lo largo de siglos. Para los que tenemos la letra de un sismógrafo y envidiamos la de nuestros padres, esta cuenta es una auténtica bendición.
Salir, por tanto, a contemplar el rico patrimonio rotuliano de Málaga es la excusa perfecta para descubrir otra historia que se esconde en la Historia con mayúscula. Y, además, nos llevará a rincones insospechados ya que, como recuerda Pablo García, "a lo largo de un breve paseo por los barrios malagueños con más solera como el de El Palo o La Unión nos hará toparnos con muy buenos ejemplos de este arte que parece abocado a desaparecer".