Pastora Soler renace como un rascacielos en el Teatro Cervantes de Málaga: el público, a sus pies
La de Coria del Río ofreció un auténtico recital a los malagueños donde repasó los éxitos de su carrera profesional, pero dejando claro sus fracasos y fragilidades.
4 diciembre, 2022 12:39Noticias relacionadas
El 30 de noviembre de 2014, la voz de Pastora Soler se quebró en el Teatro Cervantes de Málaga cuando creía que había superado su temor al difícil episodio que sufrió unos meses antes en Sevilla. Fue el lugar donde descubrió que había que tomar cartas en el asunto sobre el miedo escénico, sobre su salud mental. Había que cuidarse. Había que pedir ayuda.
Tras unos años desaparecida de la vida pública, pasó la tormenta, como dice su canción. Pero aquel momento, aquella historia, se quedó para siempre sobre las tablas del teatro malagueño que aquel día la vio sufrir. Pese a haber pisado desde entonces en alguna ocasión ese escenario, el público malagueño la vio renacer allí mismo este sábado, ocho años después, como un rascacielos, como dice también su último tema. Soler ofreció un espectacular recital de dos horas de duración que dejó a sus seguidores sin habla. "Se le ha quedado chico el Cervantes, le ha salido un concierto redondo, impecable", comentaba al final del concierto una seguidora.
A las 20.13 horas salía la sevillana al escenario del Cervantes. Casualmente a las y trece, un número que para ella es "energía". Lo hacía sonriente, con un vestido dorado de flecos brillantes y unos botines de pedrería plateada. Brillaba, y no solo por el atuendo. Si no por su seguridad. Por su elegancia. Por su mirada atenta a sus dos mayores seguidoras. Su Vega y su Estrella, sus niñas, que cantaban a la par que ella cada tema con absoluta religiosidad desde uno de los palcos laterales que están sobre el escenario.
Durante la primera parte del concierto vimos a una Pastora emocional con Ni una más o Aunque me cueste la vida para pasar a descubrir una faceta más bailonga con Perdóname o Adiós. A continuación, volvió emocionar al público con No te atrevas a olvidarme o Que hablen de mí, una canción que dedicó al colectivo LGTB que la sigue allá por donde va.
Cuando quedaban solo unos minutos para que dieran las nueve de la noche, Pastora se cambió de vestuario. Del vestido corto y dorado, pasó a un elegante vestido negro largo y ceñido de mangas blancas abullonadas. Estaba impresionante. Ese cambio también se notó en el repertorio. En esta fase del concierto Pastora nos presentó parte de sus 'baladones'. La de Coria interpretó Rascacielos, su último sencillo. También La Tormenta. Ambas van de la mano.
"Hasta mi madre, que jamás ha sido de esas que presumen de lo bien que lo hace su niña todo, se ha levantado con La Tormenta", bromeaba la artista, al ver que el patio de butacas se levantaba cuando acabó la canción, incluida la que la trajo al mundo. Soler contaba con un ejército de fanes en el teatro, pero también de familiares. Su suegro, su madre, su hermano, sus hijas... incluso alguna tía. Su marido, el coreógrafo Francis Viñolo, es malagueño y al final esta tierra es para ella como su segunda casa. "Ya lo era hasta antes de mi historia con Francis. Siempre presumo de que aquí se creó mi primer club de fans. Venir aquí es reencontrarme con gente que conozco en cualquier esquina. Solo tengo que mirar a cualquier punto del teatro para encontrarme a alguien", comentaba en un momento del recital.
A partir de aquí comenzó la tercera fase del concierto, con un planteamiento interesante por parte de Pastora. La sevillana explicó su carrera profesional a través de canciones, pero sin pelos en la lengua. Reconociendo sus éxitos, pero también sus fracasos. Comenzó interpretando una copla para rememorar los orígenes de aquella niña que tanto disfrutaba cantando, los principios de Pilar en la música. Tras ello, interpretó Ramito de violetas, de Manzanita. "¿A qué muchos no sabíais que yo había grabado este tema? Fue en mi segundo disco y creo que me lo compró mi madre, mi padre... mucha gente, vamos. Me dieron la carta de libertad, como comprenderéis, y me llevé mi primer desengaño en la música", contaba.
Tras aquel fracaso, disfrutó de su juventud, salió y entró con sus amigas... pero el gusanillo que le entraba al cantar no se lo daba otra cosa. Carlos Jean y Keko le ayudaron en la producción de un nuevo disco donde vimos a una Pastora rumbera. Es por eso por lo que no dudó en cantar Corazón congelao, una de las más coreadas. "Esta que es fácil sí la cantáis, ¿eh?", reprochaba Pastora.
A continuación, fue el turno de Y qué pequeña que soy yo, para contar que tras este tema que tanto cariño le tiene todo su público, volvieron a darle la carta de libertad. "El camino por encontrar mis sonidos y mi espacio no ha sido sencillo, como veréis", explicaba, justo antes de interpretar Solo tú, un tema que escribió el comparsista Antonio Martínez Ares, uno de los compositores que más "ha dado con la tecla" para ella.
El Cervantes se inundó de lágrimas -y de pañuelos- con La mala costumbre, el tema más emotivo de su última era que Soler dedicó a su padre. "Abrazad a los vuestros. Decidle todo. No os quedéis con nada dentro", rogaba. Bajó del escenario para cantar su letra más cerca del público y su marido le abrió la puerta del patio de butacas para que siguiera cantando por el pasillo. Pero no lo hizo. Quizá para que la emoción no le inundara y pudiera terminar de cantar la canción. Su madre estaba muy cerca del pasillo y la probabilidad de que las dos acabaran ahogadas en llanto eran muy altas.
Y por último en el repaso de su carrera, Quédate conmigo. El Cervantes se apagó y se comenzó a escuchar la narración de José María Íñigo aquel mes de mayo de 2012 donde la sevillana paró por un momento a Europa entera con su balada. También se reproducieron todos los twelve points que le dieron entonces. Pastora, la que hubieras liado con el nuevo sistema de votación... pero eso es otra historia. La sevillana interpretó el tema enfundada en un vestido de flecos negros y brillantes que le hacía mucha ilusión ponerse, en sus propias palabras. "He tardado un poquito en salir por eso", bromeaba.
Y para irse, antes del bis, se arrancó por la más grande, la Jurado. "Ay, Málaga, qué no daría yo por empezar de nuevo", decía. Y se fue entre vítores y aplausos. Olvidaba decir que el concierto, en ocasiones, recordaba a una misa. El público no era capaz de aguantar sus ganas de saltar como un resorte de su asiento cada vez que Pastora finalizaba una canción recibiendo cada minuto grandes ovaciones. Málaga es una tierra que la adora y se notó cuando volvió a salir en los bises. El público latía a la vez que ella con sus temas más positivos, Invencible, Flor de romero o Vive. Había que celebrar la vida, el renacer como un rascacielos, el haber superado los peores momentos de la pandemia. Se fue todo lo malo y entró todo lo bueno. Gracias, Pastora.