La vida profesional de Miguel López-Remiro Forcada (Pamplona, 1977) ha llevado a este artista y gestor cultural a lugares como la Universidad de California, el museo Guggenheim de Bilbao o la Fundación Sorigué. Su currículum dice que es licenciado en Economía, y doctor en Filosofía y Letras, Estética y Teoría del Arte. También dice que, desde el 1 de enero, es el nuevo director artístico del Museo Picasso de Málaga.
Pero lo que el documento laboral no recoge es que, de todos sus trabajos, este sea posiblemente el que le ha regalado el despacho con las mejores vistas. El enorme ventanal que corona la sala principal es un plano que continuamente proyecta la historia de la ciudad.
Enmarcado en la antigua judería, López-Remiro tan solo tiene que girar la cabeza a la izquierda para encontrarse con el teatro Romano. Y con calle Alcazabilla. Y con los restos de una tierra por la que todavía pasea el alma de Picasso.
Así lo siente y así lo expresa, visiblemente emocionado (aunque lleva más de cinco entrevistas en la tarde de este viernes) en el día de su "presentación al público" como nuevo capitán de este espacio cultural, el más visitado de Málaga.
Ha llegado hace dos semanas a la capital y parece que ha traído la lluvia. El campo lo agradecerá, aunque el nombre de Costa del Sol esté parcialmente en entredicho. Entenderá el lector que eso son cuestiones menores; especialmente si tiene en cuenta el reto que tiene por delante para los próximos cinco años.
¿Qué supone el nombre de Picasso en su propia concepción del arte?
Coincido con muchos si digo que Picasso forma parte de esa cosmogonía cultural. Es un clásico contemporáneo, comparable a otros grandes hitos como Mozart y Wagner en la música, Cervantes en la literatura o Velázquez en la pintura; nombres trascendentales en la historia de la humanidad que se nos presentan como contemporáneos. Picasso forma parte de mi vida personal de acceso al arte. Siempre he tenido cerca libros del artista malagueño en mi casa; lo he visto, lo he estudiado y ocupa un papel clave en el siglo XX. Sus aportaciones a la vanguardia, debates… Es un arte nuevo.
¿Cuál de esas aportaciones son las que más le fascinan?
Diría que esa percepción de establecer límites nuevos y posibilidades de creación que hasta el momento no se conocían, transfigurando y conectando con otras disciplinas. Ahí vemos la conexión con los ballets, la cerámica o el folclore. Combina tradición y vanguardia desde un punto de vista multicultural, enriqueciéndose de haber vivido en otros lugares. Eso establece una manera de proceder que ha quedado ahí.
¿Es posible gestionar el Museo Picasso de Málaga en clave picassiana, introduciendo todos estos elementos de vanguardia dentro de una estructura tan definida como es un museo?
Los museos somos instituciones educativas que nos debemos a nuestros visitantes; a la conciencia discursiva que recoge lo que queremos trasladar a través de nuestra percepción de la misión y nuestra percepción de Picasso dentro de este entorno. Aquí hay un contexto expositivo y escenográfico, lo que supone una oportunidad de estar delante de una obra en un lugar en el que nació Picasso. Hay una alegoría, e incluso fenomenología, de la experiencia estética del espectador que viene aquí y está conectando sus neuronas con registros clave.
Esto no pasa en todos los museos. Hay otros que visitas por sus Wunderkammers, sala de las maravillas o grandes colecciones, pero aquí reside la aventura personal de un artista.
El alma.
Exacto. El alma y el interés de la familia por crear una raíz a la que he aludido en mi discurso de presentación. Una obra es algo que puede transformarnos. Cuando he venido como visitante, me ha pasado eso. Me emociona mucho el arte desde siempre, por lo que considero que tiene que ver con ese rasgo emocionante. No como algo que te afecte sensorialmente, sino catártico, que te transforma y te transfigura para hacerte comprender lo que ves. Picasso es uno de los ejemplos de artista que generó una simbología impresionante.
En las crónicas de su presentación se repite varias veces el término continuismo. Después de los 14 años de José Lebrero, ¿es complicado aportar una perspectiva nueva o es que la hoja de ruta está suficientemente asentada?
No me gusta hablar de continuismo ni rupturismo. Cuando entendemos bien qué es una institución cultural, sabemos que los directores aportamos una impronta, pero el trabajo de programación está realizado en equipo con el staff, con el consejo ejecutivo, con el patronato… La labor curatorial y artística se ha hecho en grupo y esas personas siguen estando ahí, con un comité de programación y un departamento de arte que se mantiene. Es arriesgado decir que uno va a llegar y va a cambiar las cosas; sería poco responsable porque hay un sistema definido en el que además está el nombre de Picasso.
Si continuismo es decir que él va a estar en mi programa, se podría decir así, pero yo prefiero remitir al término de centralidad de una figura clave en la historia de nuestro museo. La figura personal del director afecta, pero esto es una labor conjunta, siendo consciente de lo que hay, de cuáles son las estrategias y los compromisos y la visión a largo plazo.
Tiene por delante cinco años. ¿Qué hoja de ruta plantea? ¿Cómo ve el museo cuando pase este lustro?
Veo un museo que tiene voz propia en torno a Picasso, que ha puesto al artista en el lugar central de diálogo y que afecta a la programación en un sentido alegórico, literal… Hay una conciencia discursiva clara, con actividades que se nutren del espacio, por lo que las líneas tienen que ver con cosas que pueden abstractas cuando lo analiza en una entrevista. La circularidad, transversalidad, diversidad y lo sostenible están ahí. Lo mismo pasa con las preguntas que se está haciendo la sociedad. Mi responsabilidad es hablar de la estrategia porque de ahí pueden surgir las ideas que culminen en exposiciones.
Ahora que habla sobre las preguntas que se hace la sociedad, la cultural de la canción es un fenómeno que está presente. Hace unos días hablábamos de ello al respecto de Alfred Hitchcock. En el caso de Picasso, ¿hay un temor real a que esta corriente recrudezca sus acciones en el artista malagueño?
Lejos de una cultura de cancelación, tenemos que ser capaces de abrazar la diferencia y entender las cosas y el porqué. Así es como lo entiendo yo, porque si no estamos en un espacio en el que las cosas pueden ser muy complejas. Es necesaria una perspectiva contextual; me gustaría decir incluso un ethos, como los griegos, que englobe ese campo ético. Si analizáramos los fenicios, romanos o visigodos con nuestros preceptos, sería muy complicado entender ciertas cosas. Por eso sirve la historia, y los puentes de conocimiento que podamos crear, y no tanto la cancelación.
El MPM ha cerrado 2023 con récord de visitantes (779.000) y consolida la tendencia de crecimiento anual. ¿El objetivo es volver a batir esta cifra en 2024?
Es un indicador de que el programa del año Picasso ha generado expectativas y nos tenemos que congratular de ello. Ojalá podamos seguir en la senda de crecimiento que está permitiendo llegar al público, generando atención en torno a lo que se hace desde el museo. La cuestión es trabajar en programas que hagan sostenible nuestra actividad. Diría que lo cuantitativo está sobre la mesa igual que en otro proyecto o empresa, pero también hay cuestiones cualitativas complejas de medir que son muy significativas.
Que haya una persona que pueda sufrir una transformación delante de una obra de arte al descubrir un talento creativo es algo difícil de medir. O que un niño vuelva de una visita hablando de Picasso en su casa. Quizá a esa familia no la puedo medir como visitante, pero algo del museo se traslada. Esa es nuestra responsabilidad.
¿Este volumen tan grande personas supone un riesgo de que el espacio se convierta en un museo de turistas, dejando al lado la idea de museo-cultural?
Pienso que no. Las cosas están hechas de forma seria y el éxito de las personas no está reñido con la exigencia o excelencia curatorial. Puede ir perfectamente abrazado porque tu programa es bueno, porque la ciudad genera atención en el resto del mundo… Esas son nuestras circunstancias y es algo por lo que debemos congratularnos. Al final, hay gente de otros países que viene hasta aquí y se lleva este pedacito de España a través de un museo que tiene que ver con Picasso.
Decía en su discurso de presentación que su objetivo es llevar el nombre de Picasso al resto de España y al mundo. ¿Está suficientemente arraigado en Málaga? ¿Se ha concluido ya ese trabajo?
Se viene haciendo. El Reina Sofía, el Thyssen, el Prado, Guggenheim en Bilbao, esta misma institución… Todo ello crea conciencia. Tener el Guernica en Madrid es un polo de atención a lo que significa Picasso en la pintura y escultura (y sus otras dimensiones). Se están centrando esfuerzos en hacerlo más relevante y aquí estamos para conseguirlo.
Ese año Picasso ha estado marcado por el conflicto de los trabajadores que reivindicaban mejoras en sus condiciones laborales. Se ha logrado firmar un convenio, pero no ha terminado de convencer a la plantilla. ¿Cómo pretende reconducir esa relación entre las partes?
Cuando me comunican que soy el nuevo director artístico del museo también me dicen que se acaba de firmar el convenio. Eso es una noticia positiva, aunque todavía tengo que conocer más sobre el tema. Me parece que es bueno que se haya conseguido cerrar antes de que haya llegado a Málaga. Comprenderá que sea prudente en un tema del que me faltan detalles, ya que llevo aquí dos semanas. Lo que sí quiero subrayar es que las personas son muy relevantes, por lo que me toca trabajar durante este quinquenio por una programación y por aglutinar a mi equipo para conseguir ser el mejor museo posible.
Mencionaba antes nombres clave para entender el mapa museístico de España. ¿Cómo proyecta la sinergia de relaciones entre estos escenarios culturales?
A partir de los contactos que uno tiene, de su impronta, de las expectativas y los artistas que congrega se van creando posibilidades de colaboración con otros centros. El MPM ha tejido una red de contactos muy buena. Ser Picasso es ser Picasso es Málaga, y la propia arquitectura nos permite tener un escenario muy favorable para negociar colaboraciones y formas de trabajar con otros sitios. Aun así, hay que elevar esa cota, trabajar más en red y abrir el museo para contribuir a consolidar este paisaje cultural. Esto está en el ADN de cualquier proceso.
¿Recuerda qué hizo el día en el que le comunicaron que iba a ser el director del MPM?
Estaba con mi familia y les conté que había conseguido un hito en mi carrera. Me llenó de alegría pensar que tenía delante de mí una oportunidad única. Era época de Navidad, así que lo compartí con ellos.