Tres minutos antes de atender a este periódico, Manolo Casermeiro recibió la llamada de su nieto. Primero le felicitó por su cumpleaños. Luego:
— Abuelo, ¿a ti te van dejar ahora entrar en el colegio?
— No te preocupes, que el colegio sigue siendo el mío. Me dejan entrar.
Casermeiro tiene 64 años y acaba de jubilarse tras cuatro décadas ejerciendo como médico escolar y tres como profesor en la rama biológica del centro de Maristas de Nuestra Señora de La Victoria, en Málaga capital. Cumplió su último servicio laboral como sanitario en el recreo, de 11:00 a 11:30, de este martes.
"Pedí que me dejaran estar mi media hora de recreo, cuando yo tengo más trabajo. Al final del recreo, veo que los chavales no van a clase, que se colocan en una especie de pasillo...", recuerda Manolo en conversación con EL ESPAÑOL de Málaga. Él no lo sabía, pero profesores y alumnos le tenían preparada una última sorpresa: una emocionante vuelta al claustro llena de aplausos, muestras de cariño y emoción.
Manolo -que recuerda que no ha querido que ningún alumno le llame ni don Manuel, ni doctor, ni nada, sino Manolo- sintió "una sensación extraña de contraste, como ocurre con la cocina moderna": un sabor dulce porque "la edad de la jubilación es la edad del júbilo" y un amargor "de dejar tu casa prácticamente". "El 60% del libro de mi vida se ha escrito ahí", estima.
"Todavía me acuerdo y me vuelve el nudo a la garganta. No he sido capaz de ver el vídeo en el que hablo a los alumnos porque la bola sube", dice el maestro respecto a su despedida del colegio: "Yo no me voy. El que se independiza sigue yendo a la casa de sus padres como si fuera suya. Vuelves a tu casa cuando te da la gana. Le he querido decir a mis alumnos que yo sigo en el colegio, no como ahora, pero saben que pueden contar conmigo". Profesor o no, "Manolo es de Maristas".
Su padre estudió en este centro religioso malagueño. Sus hijos y sus nietos, también. Él hizo lo propio desde los 6 a los 18 años. Estudió Medicina y con 24 años, en el curso 1981/1982, se incorporó como médico escolar, un rol que en aquel momento apenas tenía predicamento y para que el se propuso al antiguo director del colegio: "Hermano, ¿usted tiene médico en el centro? Pues aquí tiene un planning, yo empiezo mañana y ya luego hablaremos de nómina y eso", recuerda que le dijo. Y así volvió a su colegio de toda la vida.
"Nunca te planteas cuándo es el día que estás a gusto en tu casa. Sí tuve una duda cuando me ofrecieron una plaza en la seguridad social en el centro de salud de Portada Alta, pero era incompatible con la labor en el colegio. Tuve 48 horas para decidir si cogía un trabajo en el que cobraría el doble que en el colegio, pero elegí con el corazón. Treinta años después te digo que no me arrepiento", relata.
Una década después de su incorporación como médico escolar, el colegio le propuso hacerse también profesor de Bachillerato. Ha sido docente durante treinta promociones en asignaturas específicas de Salud, como Biología, y puso su empeño en protaonigzar todo tipo de campañas de higiene, contra el tabaco, de información sobre el sida... hasta de educación sexual.
"Antiguos alumnos se han acercado y me han dicho: Manolo, gracias a ti conocí lo que era un preservativo y aprendí a ponerlo. En aquella época, algún cura me miraba raro cuando yo daba esas explicaciones", rememora.
Una de sus cruzadas fundamentales ha sido la cercanía y el trato personalizado de tener un equipo médico concreto para cada centro escolar, porque "los centros de salud tienen bastante, los pobres: están desbordados como para encima añadirles los colegios".
Con ese planteamiento en mente, ha vivido situaciones "curiosas, peligrosas y algunas preocupantes", desde un profesor que sufrió un infarto en el recreo y gracias a la temprana actuación médica puedo ser evacuado hasta un niño que se metió la varilla de una paraguas por la boca.
"Ante cualquier duda, en cualquier aspecto, venían a consultármela. Recuerdo una alumna que tenía un problema de relación con sus padres y quería irse de casa. Ahora me dice que es feliz y está a gusto", explica. Es solo una de tantas vidas tocadas por Manolo.