Rubén Castro sofoca la bronca, no la frustración
El Málaga CF empata a uno contra el Tenerife en una Rosaleda volcada con los suyos que empezó los gritos contra Manolo Gaspar cuando Castro empató el partido.
7 enero, 2023 20:53Noticias relacionadas
En el minuto 87 La Rosaleda había dictado sentencia. Se empezó a gritar el "¡Manolo (Gaspar), vete ya!", y todo apuntaba a bronca final. Cuando Rubén Castro, con la experiencia que lleva en la mochila, agarró la pelota en la frontal del área, se la acomodó haciendo oídos sordos al run, run de la grada, y la colocó al palo corto lejos de Juan Soriano. El árbitro se fue al VAR después de que el asistente señalara fuera de juego en una decisión que no había por donde cogerla, y acabó dándole el gol al Málaga CF, que sigue en la cola, con solo 20 puntos y a un abismo, por lo visto en el campo, de la salvación.
El Málaga se mostró incapaz durante todo el partido de encontrar las vías hacia el exmalaguista Juan Soriano, a pesar de tener el control de la pelota. Y eso es lo más preocupante, que ante una Rosaleda volcada, con más de 21.000 almas empujando al equipo, al portero sevillano no se le moviera ni el flequillo.
Solo un chispazo de RC24 al final, con un conato de bronca en las gradas de las gordas, dio un respiro al Málaga, que no da un paso atrás pero tampoco adelante. De hecho, tiene la permanencia más lejos que al inicio de la jornada.
Mel fue conservador con el once. Apostó por lo que le había resultado en Ibiza y en La Rosaleda contra el Alavés. Los mismos menos Esteban Burgos por Juande. Yáñez defendió la portería, Ramalho y Javi Jiménez estuvieron en los laterales; Juande y Escassi en el centro de la defensa. La manija la siguieron llevando Genaro y Jozabed, con Febas por delante y Villalba y Chavarría en los costados. El estilete seguía siendo Rubén Castro.
El guión de la primera mitad fue el de un Málaga que intentó llevar la iniciativa siempre. El Tenerife no pisó el área blanquiazul. Pero las luces se le apagaban a los de Mel en tres cuartos. No llegaba el peligro.
No concedió atrás el Málaga en la primera mitad, pero tampoco el Tenerife lo puso en apuros. Fue demasiado conservador el equipo de Ramis, con mucho en juego también.
En el minuto 37, La Rosaleda clamaba "¡Castro, Castro!". El canario había fallado el 0-1. Tuvo tiempo de pararla dentro del área pequeña. No se acomodó bien y disparó blando a las manos de Soriano. El estadio mostraba de esta forma de que por ellos no iba a quedar. Empujó y empujó hasta el final.
Pepe Mel vio que el Tenerife venía dispuesto a no conceder y dio un paso adelante en el descanso. Sacó a Genaro del campo para darle cancha a Gallar y entregar la manija a Febas y Jozabed. Se olvidó de la contención. Y salió mandó el equipo blanquiazul, aunque sin claridad en los últimos metros. Eso no se tradujo en más profundidad.
En el 63’ debutó Delmas, que entró por Ramalho, y hubo muestras del sacrificio de Villaba en defensa. Tiene cuerda para rato si quiere el valenciano, muy protagonista en los ataques blanquiazules.
En una contra se la jugó Villalba desde la frontal pero se le fue alta. Le faltaba pausa al equipo en los últimos metros, motivado por las prisas que tenía la grada.
No le faltó paciencia al Tenerife. Esperó hasta que tuvo la suya en el 74' por la banda izquierda. Se metió hasta la cocina el conjunto canario y Shashoua le dio la estocada desde dentro del área pequeña. No había aparecido el Tenerife en la segunda mitad. Pero había esperado su momento. Otra vez la indolencia del Málaga en defensa.
Un jarro de agua fría de los que cuesta levantarse. No se revolvió el Málaga, y eso hizo aflorar una de las cuentas pendiente que tiene la grada, que siempre prioriza al equipo. Se apuntó a la dirección deportiva, pero el gol de Castro apagó los gritos de”Manolo, vete ya!”. Las esperanzas se estaban yendo por el sumidero.
La afición cumplií su paple en los siete minutos de añadido, pero al Málaga le falta cuajo y confianza para afrontar este tipo de situaciones.
Un partido y tres puntos menos de margen para el Málaga, al que la salvación se le van yendo jornada tras jornada.