Hace cuatro décadas, el prestigioso fotógrafo Mariano Pozo no era más que un niño que soñaba con sus dos pasiones: la fotografía y el baloncesto. Se compraba la revista Nuevo Basket para ver a sus ídolos --jugaba desde los nueve en diversos equipos de Málaga como Maristas o Los Olivos--, pero también para analizar minuciosamente las imágenes donde estos aparecían.
Es por ello por lo que, una tarde de septiembre de 1983, se animó a acudir al pabellón de Ciudad Jardín, de la mano de su primo, para ver un partido entre el Joventut y el Caja de Ronda. Llevaba la cámara de su padre y dentro de él algo le dijo que tenía que saltar de la grada para tomar fotografías bajo la canasta.
"Y lo hice. En aquel entonces no había seguridad, no era como hoy, apenas habría 500 personas o menos en el pabellón. Bajé la escalinata y salté una valla amarilla. Un señor me paró y me preguntó que adónde iba. Ese señor era Juan de Dios, que en paz descanse. Su hijo trabaja en el club ahora y siempre le pregunto qué hubiera pasado si su padre no me hubiese dejado pasar a hacer fotos, porque desde aquel día estoy en el club sin interrupción", relata Mariano Pozo en una entrevista junto a su hija a EL ESPAÑOL de Málaga.
Vendía cada fotografía a los jugadores --nunca regaló ninguna--, para seguir creciendo profesionalmente y poder comprar más equipo. Así, los propios jugadores, interesados en que sus fotografías salieran a nivel nacional, le impulsaron hasta Nuevo Basket, esa revista que tanto ha admirado siempre.
41 temporadas más tarde, se ha convertido en el fotógrafo que más campañas lleva sin parar trabajando en un mismo club de todo el mundo. "Creo que tampoco nadie trabaja con su propia hija", asegura. Y es que Mariano, desde hace tres temporadas, contando la que acaba de iniciarse, no trabaja solo. Su hija Raisa, que solo tiene veinte años, ha seguido sus pasos tras el objetivo. Ambos son los fotógrafos y videógrafos oficiales del club, pero también trabajan para la ACB en diferentes eventos como la BCL, la Copa del Rey, la Supercopa, los playoff...
Raisa lleva acudiendo desde que era una bebé al Carpena, pero también empezó a jugar con la cámara con apenas quince años. Desde la grada, como su padre, ya tomaba fotografías a sus jugadores favoritos, pero con el paso del tiempo cada vez empezó a ayudarle más hasta el punto de convertirse ambos en un gran equipo multimedia dentro del club cajista.
A Raisa se le ilumina la mirada hablando de su padre. "Es mi mayor referente", asegura. Aunque reconoce que es muy estricto, cree que no podría tener mejor jefe, porque todo lo que le dice, lo hace por su bien. "Me dice lo que no le gusta directamente y me plantea cómo hacerlo de otra forma para ir mejorando", dice, sin perder de vista a su padre, que la mira con una sonrisa de complicidad.
"Es que yo he cometido cagadas memorables. Muchas veces, cuando le aprieto demasiado, me digo a mí mismo que tengo que aflojar, porque olvido cuando me iba al laboratorio para ver el resultado y me encontraba a veces lo que me encontraba. Me veo reflejado en ella, pero en otra época, ella ha nacido en un entorno absolutamente digital", explica.
El pequeño Mariano tenía que ir a casa de su abuela, donde tenía el laboratorio, para revelar sus fotografías de cada partido, algo que ahora, de adulto, añora muchísimo. "Aquel laboratorio era especial por la fotografía, pero también porque en mis tiempos de chaval me servía para escaparme. Le decía a mis padres que iba a revelar a casa de la abuela, pero dentro tenía ropa preparada para irme con mis amigos. ¿Ves, Raisa? Eso no puedes hacerlo tú", le confiesa entre risas a su hija, que no conocía la historia.
Raisa fotografía ahora a jugadores que la conocieron cuando tan solo era una niña pequeña. "Recuerdo a jugadores como Calloway, que han vuelto al Carpena años más tarde, cuando yo había crecido bastante, y se han alegrado de verme fuera de la grada y con la cámara en la mano", cuenta con orgullo la joven.
Mariano incide en que lo fundamental para él es enseñarle la disciplina de trabajo como Javier Imbroda se la inculcó a él: "Siempre me marcaba el camino con disciplina. Yo tenía solo 17 o 18 años cuando lo conocí y siempre me dijo lo mismo, que en la vida personal y en la profesional caminara recto y no me desviara nunca, que las cosas iban a llegar. Y eso es lo que trato de transmitirle a ella".
Mano a mano
Verlos en acción trabajando es una gozada. Ambos tienen una coreografía ya automatizada en cada encuentro. A las cámaras en mano de cada uno, hay que sumar otra tras el tablero y los momentos en los que Mariano sube a la zona del techo del Carpena para tomar fotografías. Por esto último es conocido con cariño por muchos como “el Spiderman del Carpena”, un mote que le hace mucha gracia. “Al final todo esto supone ir con el piloto automático, Raisa y yo sabemos a la perfección qué hace cada uno en cada momento del partido. Todo va fluyendo”, declara Mariano. Así, ambos añaden que la conexión con el equipo de prensa y comunicación también es fundamental para que todo salga a la perfección.
Cuando empieza un partido, tratan de abstraerse del resultado, aunque a veces, en los partidos tensos, sea complicado. “Los días de partido, no podemos quedarnos dormidos hasta las cuatro de la mañana de la carga de estrés tan grande que tenemos. Son 10.000 personas allí, el ambiente, la tensión de cada jugada… Es un estrés que tiene que salir al final”, apostillan.
Raisa no pierde tras el objetivo la ilusión de la niña que iba a ver a su equipo favorito de niña, pero lo mismo le ocurre a su padre, que asegura acudir al Carpena con las mismas ganas que iba a Ciudad Jardín aquel niño. “Y no me estanco, yo estoy con ella todo el día estudiando, preparando y analizando cosas distintas, que es lo que le pido a ella, para que destaque en lo que haga; tenemos que soñar fotos de otros para luego soñar las mías propias”, asevera.
Por su parte, su hija asegura que en los ratos libres que tienen acaban hablando también de baloncesto, el deporte de la bola naranja se ha convertido en una forma de vida para ambos. “Eso de la desconexión laboral no lo conocemos”, reconoce Mariano con honestidad.
La plantilla actual
Mariano está convencido de que los títulos del Unicaja están siempre acompañados de plantillas que transmitían “cosas especiales”. “Ocurrió con Boza, ocurrió con Scariolo y ocurrió con Joan Plaza. Ahora pasa lo mismo con Ibón Navarro. Todas esas plantillas nos hicieron sentir parte del grupo y todos y cada uno de ellos te transmitían algo y yo recuerdo que el año pasado se lo dije a Raisa a principios de temporada. Empecé a sentir cosas que sentía con Joan... Y ahí está la Copa”, reflexiona.
Los momentos vividos en la Copa son los más especiales para Raisa con el equipo. "Mi trabajo de vídeo en la Copa fue especial. Llegamos aquí a Málaga y aquello fue un momento especial y único con toda la afición. Toda la ciudad se volcó con ellos", recuerda la fotógrafa. Sin embargo, su padre y ella coinciden en que el momento más bonito que les ha regalado esta plantilla fue cuando estaban en casa viendo la tele. Salió el reportaje de la celebración y solo en ese momento fueron conscientes de lo que habían vivido horas antes. "Empezamos los dos a llorar sin parar. Fue de lo más bonitos en un año en el que perdimos a gente muy importante en el Unicaja. Aquello fue un cúmulo de emociones muy fuerte, porque esas personas me habían acompañado toda la vida. Raisa también los conocía", añade con emoción.
Raisa asegura que un rato con los jugadores es siempre "un rato de risas y buen rollo". "Se ve en ellos y lo saben transmitir a los demás", apunta Mariano. Perry y Dylan son, según su punto de pista, los que siempre están dispuestos a posar, algo que es fácil de intuir porque ambos son bastante extrovertidos. "Pero la sorpresa llega con Thomas, hay una falsa creencia con él, por aquello de que no se hace muchas fotos con el público y es con la persona que más nos hemos reído probablemente. Tiene un sentido del humor tan particular que te hace reír tanto... Lo conozco desde hace años, en su anterior etapa en Málaga, y es una suerte", asegura Mariano.
"¿Y si os tuvierais que quedar solo con una de las fotos que habéis hecho?", les pregunto en el interior de un Carpena absolutamente vacío. Por un momento, ambos se quedan en silencio. "Es que yo podría elegir cualquier vídeo o foto de la Copa, de verdad", insiste Raisa. "Yo puedo decirte que sin lugar a dudas las fotos que se me quedan en la memoria son todas aquellas que no hago", espeta su padre.
Mariano se martiriza cada vez que no capta tras el objetivo ese mate o esa bandeja que ha levantado al Carpena entero en el partido. "Me cojo unos cabreos... Ella lo sabe", confiesa, mientras que su hija asiente con la cabeza. "A veces le digo que ya está, que no pasa nada, que a otra cosa... pero nada", continúa la joven.
Emoción
Tras un rato pensando, a Mariano se le aparece en la cabeza una imagen que para él es inolvidable. Joan Plaza, el protagonista. "Es una fotografía a la que le tengo mucho cariño entre muchas. Fue cuando ganamos la Eurocup, Plaza, con el que tengo una bonita amistad, estaba abrazado a la copa en el vestuario. Yo pensé que entraba en el vestuario de jugadores para coger la imagen festiva, pero entré al de entrenadores y me lo encontré allí solo. Herrera le trajo la copa y se derrumbó. Fueron instantes muy bonitos", recuerda.
Tras 41 años de trabajo de 56 que tiene, a Mariano, de momento, no le para nadie, pero Raisa tiene claro que le gustaría seguir los pasos de su padre cuando él se retire. “Yo ya la he amenazado con que pienso seguir subiéndome a la pasarela del techo del Carpena con el taca-taca”, bromea su padre.
Él nunca quiso que su hija se dedicara a la fotografía. Cree que es una profesión bonita, pero poco valorada y comprendida, sobre todo desde que las redes sociales existen. “Hay quien cree que los fotógrafos no pagan facturas y que todo lo que subimos es gratis. Y no es así. Es mi eterna lucha”, prosigue. De hecho, logró convencer a Raisa y esta empezó el doble grado de Economía y ADE, que le llamaba la atención, pero apenas duró, según ella, “un par de meses” inscrita. “Raisa, ¿dos meses? ¡Si fueron tres semanas o así!”, le interrumpe su padre entre risas. Fuera el tiempo que fuese el que pasó en aquella aula, ella sabía que aquel no era su camino. Estar en una empresa no era el futuro que le hacía feliz.
“Quizá ha sido lo más sencillo de esta profesión, detectar que es lo que más me gustaba porque me sale con mucha naturalidad. Ahora estoy estudiando Comunicación Audiovisual, que tiene más que ver, para seguir preparándome”, manifiesta Raisa.
“Ser del Unicaja, trabajar en el equipo, encima con mi hija, ya es un estilo de vida. No me puedo quedar con algo en concreto. Que un equipo sea tu vida durante 41 años, ya te marca, no sabría hacer otra cosa: mi vida es esto”, dice Mariano, contento de que su hija esté haciendo lo que le hace feliz desde joven, igual que le pasó a él en su día. Son unos afortunados, y lo saben. “El Carpena es nuestra oficina… tenemos la mejor oficina del mundo”, zanjan.