El anuncio del cierre de la pastelería Lepanto de calle Larios ha vuelto a poner en el punto de mira a la legendaria vía del centro de Málaga. La desaparición de sus negocios locales de forma continuada plantea un interesante debate sobre cuál es el rumbo de este emblemático paseo y de la idiosincrasia que está adoptando su casco histórico.

De los numerosos negocios locales que han cohabitado durante décadas en calle Larios, actualmente, y tras el cierre de Lepanto, solo quedan cinco. Joyería Marcos, Farmacia Mata, Quiosco Arturo, Casa Mira y Hostal Larios son a día de hoy los únicos supervivientes que aguantan el vendaval de la globalización malagueña.

Los precios de los alquileres son sin duda uno de los protagonistas de este fenómeno. Marqués de Larios es la calle con los arrendamientos más caros de toda Málaga, uno de los mayores de España y, como es lógico, bajo estas condiciones, es difícil mantener un comercio.

Solo algunos de estos negocios todavía cuentan con los alquileres de renta antigua, arrendamientos firmados entre los años 1950 y 1985 que daban la posibilidad de establecer un alquiler vitalicio hasta el fallecimiento del inquilino. Esto les ha permitido mantenerse a algunos unos años más. Sin embargo, la situación ya se torna muy difícil.

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El actual dueño de Quiosco Arturo, Arturo Ferrer, lleva 35 años aguantando estoicamente la transformación de una calle que va camino de convertirse en “un parque temático”.

El negocio, que abrió su padre en 1945, ha sobrevivido a la inflación de los alquileres, el cambio de modelo de negocio reinante e incluso a la crisis de la prensa, y a pesar de eso, dice Arturo con resignación, “vivimos al día a día, no pienso en lo que va a pasar el mes o el año que viene, es inviable”.

La oferta y la demanda reina en un mercado en el que los negocios locales “ya no tienen sitio”. “El centro de Málaga se ha convertido entre las franquicias y el boom de los pisos turísticos en un producto de lujo inaccesible para los malagueños. Sobrevivimos porque estamos en la mejor calle de la ciudad, pero no sabemos por cuánto tiempo más lo haremos”, declara el dueño de Quiosco Arturo a EL ESPAÑOL de Málaga.

Aunque esta sea la realidad que han visto muchos negocios tras el cierre de sus escaparates, como todo en la vida, las situaciones dependen de la perspectiva desde la que se mire. Paralelamente al cierre de Lepanto y a la difícil situación que vive Arturo con su quiosco, solo unos metros más arriba se encuentra Joyería Marcos, que no solo no se ve afectada por este contexto, sino que va camino de abrir su segunda tienda física en la exclusiva Marqués de Larios.

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Al igual que muchos negocios casi centenarios que se encuentran aquí, Joyería Marcos fue una de esas pequeñas tiendas que vio tras su apertura en 1942 una Calle Larios asfaltada para los coches que no imaginaba hasta donde podía evolucionar. Tras sus 82 años en pie y originariamente haber sido una joyería dedicada a la plata y las piedras preciosas, este establecimiento es hoy un referente de la ciudad en cuanto a relojería de lujo y productos de alta gama.

Contrario a alguno de sus vecinos, Joyería Marcos sí aspira a que Calle Larios se convierta progresivamente en “una avenida de lujo”. Su clientela predominante es el turista de elevado impacto que viene a Málaga buscando estos productos de alto standing.

“Creemos que este es el tipo de turismo que realmente necesita Málaga. Queremos ofrecer algo por lo que merezca la pena venir y esto favorece mucho a un desarrollo de la ciudad en el cual nosotros estamos participando”, manifiesta Esther Ruiz, directora de marketing de la Joyería Marcos.

A pesar de que para muchos negocios como Casa Mira o Farmacia Mata la decisión de mantenerse en calle Larios es casi por orgullo familiar, ya que, según comentaba la dueña de la antigua botica, “ganaríamos más dinero en otro sitio porque el alquiler es muy caro”, Joyería Marcos sí necesita estar aquí. “Por marcas que representamos como Rolex, Cartier o Hublot, tenemos que estar siempre en los sitios más top. Ahora mismo vamos camino de abrir nuestra segunda tienda en Larios, que es una de las cuatro calles más cotizadas de España”, expone Ruiz.

De todos los negocios locales que aún habitan Larios, y en general el centro, Casa Mira es seguro uno de los más queridos y recordados por los malagueños. Un punto clave en la ruta de la ciudad y un eslabón esencial para el turismo. Sus turrones y helados artesanales son prácticamente patrimonio local desde la apertura del negocio en 1890.

Casa Mira Adrián Gámiz null

Su supervivencia mantiene su secreto precisamente aquí, y es que esta casa de dulces sigue manteniendo un buen flujo de clientes inyectados por el turismo combinado con el equilibrio que le aporta el malagueño de a pie que sigue yendo a por sus productos. “A pesar de que algunos vecinos como Lepanto cierran, en Casa Mira siguen saliendo los números después de tanto tiempo”, declara Sara, que lleva 14 años trabajando en el negocio sintiéndose una más de la familia.

Casa Mira tuvo que diversificar su negocio hace unos años y abrir una pequeña sede en Calle Cister debido a la incertidumbre que les creo el no saber si iban a poder continuar en Calle Larios tras la pérdida del alquiler de renta antigua que tenían. Según manifestaba Andrés Mira, uno de los propietarios del negocio, hace unos meses en una entrevista a este periódico, “aquí no hay otra forma de sobrevivir que no sea vendiendo a lo bestia. El contrato de alquiler se nos actualizó e hizo que se multiplicara por 80 lo que estábamos pagando”.

A día de hoy siguen al pie del cañón, pero no sabemos hasta cuándo. Lo que sí está claro es que los negocios tradicionales que se heredan entre generaciones son algo que a veces crea unas raíces incluso más fuertes que los tan deseados intereses económicos.

Yo sigo aquí por amor, porque si me preguntan, teniendo mi negocio en calle Larios, el primero que más gana es el Estado, el segundo el propietario del local y el tercero nosotros”, confiesa con una sonrisa Pilar Ruiz, actual dueña de Farmacia Mata.

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El establecimiento fundado en 1894 resiste a la caída del negocio local en el centro de Málaga por una cuestión de mera pertenencia. Pilar ha vivido con su familia siempre aquí, en los pisos que se encuentran justo arriba de su negocio, y aunque hace años se mudó a Torremolinos porque “las casas están más baratas”, se niega a abandonar la farmacia de su familia aún a sabiendas de que ganaría más dinero en otra localización. “La gente está muy equivocada, en calle Larios, solo por lo que se paga de alquiler, los negocios no son lucrativos”.

Todo el mundo en las calles aqueja lo mismo, “Málaga ya no es lo que era”, “se están cargando los negocios locales”, etc. Sin embargo, Pilar lo tiene claro, “calle Larios está mejor ahora que hace 50 años”. La seguridad, la vida y la limpieza de la que goza hoy en día la avenida es algo que “no valoramos”. “Cuando era pequeña solo había bancos y algunas calles eran chungas de verdad. Para los que disfrutamos de callejear esto ahora es una gozada”.

Aunque le dé pena que en cierta medida su querida calle Larios pueda parecerse a un centro comercial, después de todo Pilar entiende la ley de oferta y demanda. “El mercado funciona así, al igual que con los pisos. Los culpables no son los propietarios, todo el mundo en su situación haría lo mismo. Quien debería mirárselo es el Estado”, concluía muy segura la propietaria de Farmacia Mata cuestionando el modelo de libre mercado actual.

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