Málaga está llena de referencias al comandante Julio Benítez (El Burgo, 1878 - Igueriben, 1921): desde una avenida con su nombre al campamento y hasta una estatua en su honor colocada en el Parque de la ciudad. Sin embargo, muy pocos sabrían decirnos quién es. El militar ha pasado a la historia como uno de los héroes caídos en el Desastre de Annual, del se cumplen 100 años estos días.
El comandante dirigió la posición de Igueriben, preámbulo directo de Annual, del 17 al 21 de julio de 1921. Murió a manos de las tropas rifeñas, lideradas por Abd el-Krim, junto a 350 hombres después de cinco días de auténtico calvario. "A la hora de la verdad da muestra de su valor y animosidad para saber llevar a sus hombres a al defensa extrema que realizó", destaca Pedro Luis Pérez Frías, doctor en Historia.
Benítez nació un 17 de agosto de 1878 en la pequeña localidad de El Burgo. Hijo de militar, ingresó en la Academia de Infantería de Toledo con 16 años. "Algunos de sus compañeros de promoción alcanzarían notoriedad como Fidel Dávila Arrondo, que llegó a ser Ministro del Ejército con Franco, y Millán-Astray, ideólogo de La Legión", relata Juan Ignacio Salafranca en El comandante Benítez. El inicio de una gesta.
Su primer destino como combatiente fue la isla de Cuba donde participó en 20 operaciones hasta el triste final de la guerra. El militar contrajo la malaría, causándole desde entonces intensos dolores de cabeza. También fue herido en una pierna. "Esta herida será fundamental para identificar los restos del comandante tras la tragedia de Igueriben", asegura el historiador Esteban Alcántara Alcalden en sus charlas.
"De nuevo vuelven a sonar vientos de guerra, en esta ocasión en África y a su
llamada acude el ya capitán Benítez, empleo al que había ascendido en 1905. Llega con los últimos coletazos de la campaña del Kert", escribe Salafranca en su libro. Este primer destino al Regimiento Ceriñola le hizo conocer el terreno de donde partiría años después hasta llegar a Igueriben y consumar su hazaña.
Africanista
Según Pérez Frías, el jefe de Igueriben llegó a ser "un oficial polémico", de parte del bando de los africanistas. "Él solicita el destino en el Ceriñola 42, el regimiento donde serviría cuando suceden los hechos de Igueriben. Él, que estaba destinado en la península, pide ir a África. Eso significaba cobrar más además de ascender más rapido", cuenta el teniente coronel del Ejército de Tierra retirado.
La guerra de Marruecos, señala Joaquín Armada en un artículo de La Vanguardia, dividió a los militares en dos bandos irreconciliables: "Los ascensos por méritos de guerra tuvieron la culpa. Los africanistas tenían muchísimas probabilidades de ascender y mejorar sus condiciones mientras que los militares destinados a la península no podían optar a esos ascensos".
"El malagueño deja una enorme huella en la historia militar a partir de que cae muerto en Igueriben. Hasta entonces era una oficial que había combatido en Cuba y en África. Se trataba una carrera normal para un oficial formado en el ejército. No destacaba. Sin embargo, lo que le catapulta a la fama es su defensa extrema en Igueriben", deja claro el teniente coronel del Ejército de Tierra retirado.
El gafe
Benítez tiene fama de gafe entre sus compañeros. En numerosas publicaciones lo afirman e incluso le apodan 'El gafe'. El hecho de que un ataque se produzca un día después de que el comandante llegue a hacerse cargo del mando de la guarnición de Sidi Dris no ayuda a disminuir esa fama casi imborrable. "Es herido unas semanas antes de llegar a Igueriben, defendiendo otra posición cercana a Annual, que es Sidi Dris, que estaba en la costa, al norte de Abarrán. Sidi Dris caerá el 25 de julio. Eso no quiere decir que Benítez atrajese la mala suerte", zanja.
El principal responsable del desastre de Annual, como comandante en jefe del ejército español, fue el general Silvestre. Tiene el dilema de colocar una posición en un sitio dominante que evite que le hagan fuego desde otras posiciones o bien colocarlas cerca del agua. Optaron por colocarlas en posiciones dominantes para evitar el paso a los rifeños. El inconveniente: cada tres días tenían que hacer una aprovisionamiento de estas posiciones o ir a por agua. Las aguadas podían estar a cuatro kilómetros.
El último convoy entra en Igueriben el 17 de julio gracias a la acción del capitán Joaquín Cebollino Von Lindeman. "En ese momento entran los últimos restos de agua que quedaban. Muchos de los bidones llegan agujereados y no hay agua. Lo único que les queda es esa poca agua y lo que tenían en la posición. Con un verano como hemos tenido estos días con un sol africano", explica el doctor en Historia.
Cinco días a pleno sol
Los 350 soldados tienen unas cuantas tiendas, pero deben estar en los parapetos donde no se pueden proteger del sol extremo. La sed rápidamente hace mella en los defensores. "Hay testimonios del teniente Casado, único oficial superviviente, y algún otro soldado de tropa donde se dice que tuvieron que beberse sus propios orines, enterrarse desnudos en la tierra para intentar refugiarse un poco y beberse hasta la tinta", señala.
"Es horrenda la sed; se han bebido la tinta, la colonia, los orines mezclados con azúcar. Se echan arenilla en la boca para provocar, en vano, la salibación. Los hombres se meten desnudos en los hoyos que se hacen para gustar el consuelo de la humedad. Se ahogan con el hedor de los cadáveres. La pestilencia y carencia de agua hacen mortales las heridas. Conclúyense las municiones", le remite Benítez al comandante Navarro la noche anterior a la desgracia.
La posición de Igueriben cae el 21 de julio tras cinco días llenos de dificultades, a pleno sol, sin apenas provisiones ni municiones. En un heliograma, mensaje mandado por medio de reflejo de los rayos del sol en un espejo, el general Silvestre le da autorización a Benítez y sus hombres para rendirse. "Parece mentira que dejéis morir a vuestros hermanos, a un puñado de españoles que han sabido sacrificarse delante de vosotros. [...] Los defensores de Igueriben mueren pero no se rinden", le contestó tajante.
La frase resuena hoy más que nunca cuando se cumplen 100 años del Desastre de Annual, que dejó al menos 8.000 muertos y demostró la ineficacia del corrupto ejército español en el conflicto colonial. El comandante enviaría un último heliograma: "Solo quedan doce cargas de cañón, que empezaremos a disparar para rechazar el asalto. Contadlas, y al duodécimo disparo, fuego sobre nosotros; pues moros y españoles estaremos envueltos en la posición".
Benítez dejaría en tierra mujer y una hija. Años más tarde será recompensado por esa defensa con la Cruz Laureada de San Fernando, la condecoración más alta del ejército español en tiempos de guerra desde principios del siglo XIX. Incluso el alcalde, en una sesión de Cabildo el 2 de febrero de 1923, propone rendir homenaje al comandante aportando 10.000 pesetas de la época para el monumento y darle el nombre a una calle.