Es uno de los grandes retos de la Málaga tecnológica. Siguiendo la estela de Google, que sigue preparando su sede en el edificio del antiguo Gobierno militar junto al Muelle Uno, no son pocas las empresas extranjeras que ahora quieren aterrizar en el entorno del Centro de Málaga, donde varias compañías locales de éxito también han querido estar. ¿El problema? Pocas encuentran allí los inmuebles que buscan.
"No tenemos oficinas desde el año pasado. Tenemos lista de espera y peticiones para poder ocupar más de 2.000 metros cuadrados. La foto actual es alucinante, porque cualquier cosa que se arregle para oficina está alquilada al momento", explican a EL ESPAÑOL de Málaga fuentes propietarias de inmuebles para empresas en el Centro. Según argumentan, la ubicación de Google ha creado un efecto tractor tanto en compañías foráneas como en otras ya asentadas en el Málaga TechPark.
No es tanto un juego de suma cero como una marea que sube todos los barcos. El parque tecnológico mantiene una alta demanda, proyecta extensiones tanto de viviendas como de oficinas, y es el terreno ideal para aquellas compañías que precisan espacios amplios para desarrollo de hardware, esto es, soportes físicos. No obstante, para empresas más conceptuales o de software, la ciudad tiene un atractivo especial. Claro que allí deben competir por encontrar su sitio con viviendas, apartamentos turísticos o entidades públicas, entre otros... y entre ellas.
"No podemos dejar competir a la gente local con una operadora multinacional que quiera establecerse aquí. Hay que proteger activamente al emprendedor local", defiende en conversación con este periódico el CEO de la tienda de aplicaciones Uptodown, Luis Hernández, que ve poco realista "esperar que un chaval con una buena idea pueda acceder a los alquileres como están y como van a estar".
Él pertenece a la generación dorada de la tecnología en Málaga, que crearon empresas líderes a nivel global en un entorno entonces más árido, y considera que para el talento malagueño se debe guardar "un sitio premium, la primera línea": "Nosotros esperamos para el emprendedor local lo mismo que queremos para nuestros empleados: lo mejor. El talento hay que cuidarlo", subraya.
No obstante, también los titanes de la tecnología que hacen grandes apuestas por Málaga han tenido sus problemas a la hora de encontrar una sede en la propia ciudad. Vodafone, que ya ha alcanzado los primeros 130 contratados para su centro de innovación y desarrollo de los más de 600 que planea, se ha situado temporalmente en el coworking Impact Hub, junto a la estación de trenes María Zambrano. Sondean zonas como el litoral oeste de la ciudad o Teatinos, no terminan de encontrar un edificio que satisfaga sus ambiciones e incluso se plantean tener que construirlo de nueva planta.
No es tan descabellado. Google, que lleva años presente en la ciudad a través de su equipo local de élite de VirusTotal, está teniendo que reformar para su centro de excelencia en ciberseguridad casi la totalidad del antiguo gobierno militar, un edificio icónico que en ningún caso estaba diseñado o habilitado para ese nuevo uso. No obstante, su compromiso por el talento local es fuerte y la planta de abajo de dicho centro está planeada que se dedique a la formación y las empresas emergentes.
"Si eso lo hace una empresa privada, ¿por qué no lo hacen los organismos públicos?", reflexiona Luis Hernández, que mira con suspicacia que una entidad autonómica tecnológica, el Centro de Ciberseguridad de Andalucía, se vaya a establecer en una ubicación privilegiada en el Muelle Uno, en primera línea de playa y a pocos metros de Google. "Competir contra organismos que puedan hacer un uso automático de las instalaciones es lo peor", defiende.
Desde su perspectiva, si Málaga "de verdad quiere cambiar el modelo productivo y ser una ciudad tecnológica", entidades como esa —lo plantea incluso para hoteles— deberían guardar un porcentaje de su suelo para las compañías emergentes locales, porque solo teniendo espacios "en un sitio atractivo donde estás activo y vives la ciudad" se llega a alcanzar "el mejor talento".
En el caso de Uptodown, esta primavera han llevado su oficina de una acera de Puerta del Mar a otra, un movimiento para el cual han tenido que hacer obras de reforma ante la antigüedad del inmueble y que tuvieron que confirmar el mismo día que se enteraron que la oficina estaba disponible, prácticamente sin verla ni negociar el precio: "En un mercado sano, debería haber al menos una correspondencia entre la oferta y la demanda. Fue la ley de la selva prácticamente", señala Hernández. Reflexiona que, si fue así para una empresa con un "músculo" y una trayectoria como la suya, la búsqueda es inasumible para startup más pequeña.
Esa dificultad inmobiliaria se suma al "valle de la muerte" que las empresas tecnológicas se encuentran a la hora de afianzarse como una suerte de clase media del ecosistema innovador de Málaga. Al igual que se premia con inversión y visibilidad las buenas ideas en sus estadios más iniciales, hay espacios para startups muy jóvenes en incubadoras e inversoras como Demium —en el histórico Palacio de Crópani, en calle Álamos— o La Farola —junto a la Tabacalera—. El problema está cuando ya son suficientemente grandes para independizarse de esos espacios, pero no tanto como para competir por los metros cuadrados con multinacionales o agencias públicas.
Justo en Tabacalera, el Polo Digital ha trascendido de incubadora vertical de compañías digitales y de entretenimiento a también lugar de acogida de proyectos foráneos, como el campus de programación 42 o el fondo de inversión StartupWiseGuys. Si no hubieran tenido esa oferta municipal, hubieran tenido complicado encontrar otro lugar donde asentarse; pero, al mismo tiempo, el propio Polo ya se quedando chico para todas las iniciativas que quieren aterrizar y ya se plantea su ampliación.
Algunas empresas como Freepik han tenido que dividir su sede en dos al no encontrar una única de suficiente tamaño para su crecimiento: en la calle Molina Lario tienen sus cuarteles principales y en la plaza de la Solidaridad, su estudio más creativo. Otras, como BeSoccer, se han desplazado al polígono y han tenido que reformar un edificio entero. Alguna excepción hay: la empresa hispanodanesa Plytix tiene su sede en plena Alameda Principal, y está galardonada como el mejor lugar para trabajar de Málaga.
Antes de que se supiera que se iba a convertir en hotel, los grandes emprendedores de la Málaga tecnológica bromeaban con convertir el antiguo edificio de Correos en una "Silicon Tower" que acogiera a las empresas innovadoras de la ciudad. Ahora, buscan otra esperanza a la que agarrarse.