El mes de julio de 2023 ha sido en Málaga el más cálido de los 81 que hay registrados. Durante sus 31 días, se batieron los récord de máximas y mínimas que había desde 1941 para un mes de julio: el día 19, los termómetros del aeropuerto alcanzaron los 44,2 grados y pocas horas más tarde, de madrugada, llegaron hasta los 34,1.
La mala (nefasta) noticia es que lo que ocurrió durante este pasado mes no es algo aislado: de las seis temperaturas más altas de la serie histórica, cuatro se han anotado en 2023 y, según las estadísticas de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), la temperatura de todos los meses de este año, a excepción de febrero, ha estado por encima de los valores normales.
En julio, el termómetro ubicado en el observatorio del aeropuerto marcó de media 29,4 grados, 3,5 por encima del valor medio de referencia del periodo 1981-2010. La anomalía térmica fue también extremadamente alta en abril, con 19,2 grados, 2,4 por encima del valor medio.
El director del Centro Meteorológico de la Aemet en Málaga, Jesús Riesco, subraya precisamente la relevancia de que lo extraordinario no sean ya solo los picos de temperaturas. Más allá de que se alcancen máximas y mínimas récord, es sumamente sintomático el hecho de que sean las medias térmicas de todo un mes las que despunten de forma muy preocupante de los registros normales en periodos recientes.
“Llevamos un año bastante cálido y todos los meses en conjunto pueden hacer que 2023 se convierta en uno de los más cálidos de la historia”, asegura este experto, que opta no obstante por la cautela a hablar de pronósticos tan complejos a falta de cuatro meses para que acabe el año.
Pese a todo, hay pocas dudas de que los próximos meses “serán más cálidos de lo normal”, pero “puede que el otoño que lo cambie todo”. Según las predicciones que tiene sobre la mesa la Aemet, las temperaturas durante el próximo trimestre probablemente serán más elevadas que de costumbre, pero eso desencadenaría altas tasas de evaporación, que también podría hacer que los próximos meses fueran más lluviosos de lo normal.
“Seguramente, 2023 será de los años más cálidos de la serie, como viene pasando los últimos años”, avanza Riesco, en la misma línea que las proyecciones que vienen lanzando los científicos y los organismos internacionales.
CAMBIO CLIMÁTICO
Hace tan solo unos días el Servicio de Cambio Climático de Copernicus (C3S) de la Unión Europea y la Organización Meteorológica Mundial (OMM) apuntaron que este pasado mes podría convertirse no solo en el julio más cálido, sino en el mes más cálido de la historia en términos de temperatura media global absoluta.
“Es posible que tengamos que remontarnos miles, si no decenas de miles de años atrás, para encontrar condiciones cálidas similares en nuestro planeta”, aseguró Karsten Haustein, climatólogo de la Universidad de Leipzig (Alemania).
De forma muy ilustrativa, el dibujo que hacen de forma unánime todos los expertos es el de un planeta que se encuentra surfeando la cresta de una ola, la de la emergencia climática, que lo eleva cada vez hacia temperaturas más altas y a una muy equilibrio del que depende su supervivencia.
“No hay duda alguna de que esta tendencia al alza de las temperaturas, con pasos agigantados en las últimas décadas, es producto del cambio climático”, asevera Riesco.
El climatólogo de la Universidad de Berkeley Earth Zeke Hausfather explicaba hace unos días que simplemente con las emisiones de CO₂ que se han ido acumulando en la atmósfera en el pasado, sin sumar ningún calentamiento adicional, “este siglo será más cálido que cualquier periodo similar de los últimos 120.000 años”.
“Estamos experimentando la realidad de décadas de predicciones de los científicos que advertían del rápido aumento de las temperaturas debido al cambio climático provocado por el hombre. Las comunidades y los ecosistemas de todo el mundo, especialmente los más vulnerables, están sufriendo sus efectos y consecuencias y sin una reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, el calor y los riesgos subsiguientes seguirán amplificándose”, advierte Zachary M. Labe, climatólogo de la Universidad de Princeton.
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