En pleno golpe atmosférico de calor, con temperaturas en el límite de lo soportable, alguien del equipo de guardia que estaba ese día en el hospital, recordó un episodio publicado en la prensa sobre un fuerte golpe de calor sufrido en un niño de preescolar de 3 años.

En niños, el golpe de calor puede llegar a ser muy grave y originar secuelas neurológicas profundas. Este tipo de problemas ocurren con más frecuencia en regiones calurosas. También sabemos que son los niños más pequeños, sobre todo los lactantes, los más vulnerables al calor producido ambientalmente.

Se entiende por golpe de calor cuando la temperatura del niño excede los 40ºC; y suele originarse por un calor ambiental excesivo y un intenso ejercicio intenso a las horas de mayor insolación. Un ejemplo más leve, pero también preocupante, son los típicos niños que vemos jugando a la pelota o con la bicicleta, a las 15 horas de pleno mes de agosto y a pleno sol.

En nuestro país, fue muy severo el verano de 2022, periodo muy, muy cálido en nuestro continente europeo y que en la población general ocasionó más de 60.000 muertes prematuras, con un gran incremento respecto a los años anteriores. Hay factores socioeconómicos que pueden desencadenar este tipo de afectaciones, como la ropa poco adecuada o el carecer de aire acondicionado.

En el caso de los bebés más pequeños, pueden aparecer algunos datos más específicos en su exploración clínica: alteraciones de la piel con intenso enrojecimiento e irritabilidad (llanto inconsolable en los más pequeños).

El caso que nos ocupar era el de un preescolar de 3 años, previamente sano. Ingresó tras ser hallado en el vehículo de sus padres, con las ventanas y las puertas cerradas a las 14:00 horas, en pleno verano en Andalucía. Para poder rescatar al menor hubo que romper las ventanas. El niño fue encontrado con coloración cianótica (azulada), y en situación de coma, sin respuesta a los estímulos. 

Según sus padres, habían dejado el vehículo abierto y no encontraban al niño desde las 13:00 horas y no recordaban con seguridad, si el niño se había bajado con ellos del coche cuando llegaron a la casa o si el niño se bajó y luego se metió nuevamente en el vehículo. 

El niño estaba muy caliente al tacto, muy sudoroso, con respiración superficial, por lo que un vecino sanitario "le dio respiración boca a boca" y lo llevaron inmediatamente a un hospital, donde le practicaron reanimación con oxigenoterapia y administración intravenosa de suero. Se le realizó una tomografía axial computarizada cerebral que no demostraba edema cerebral ni otras lesiones. 

Se le realizó electroencefalograma que también demostró normalidad. Son muchos los estudios que afirman que un temprano y adecuado tratamiento con anterioridad al traslado al hospital es muy importante para asegurar una buena evolución de los bebés: pasarlo a una zona fresca, con sombra; quitar o aflojar la ropa. Aplicar toallas frescas sobre la piel y si puede tragar, ofrecerle líquidos. 

Aunque este es un caso extremo, la frecuencia de esta situación parece estar claramente infravalorada. Este es el Síndrome del Niño Olvidado, en el que los padres accidentalmente olvidan al niño en los vehículos sufriendo estas altas temperaturas. En una parte de casos hay problemas relacionados con el trabajo de los padres, donde queda evidenciado que factores como el estrés y exceso de trabajo pueden ser precipitantes. 

En definitiva, parece algo similar a la importante vigilancia que se necesita de los más pequeños en las piscinas. En nuestro caso todo se pudo solventar y la evolución especialmente cerebral fue buena; pero desgraciadamente en otros casos no es así. Aunque su frecuencia es excepcional, supone un cuadro muy grave para los niños y una fuente de eterno sufrimiento para sus padres y familiares. Es otra vertiente de la medicina en la que prevenir es mejor que curar.