Ahora que nos ha estallado en plena cara el otoño, la época del año más triste y melancólica que nos hace añorar el calor, aunque para algunos el de este 2022 haya sido el verano más caluroso de sus vidas, es el momento de encontrar solaz en el amor. Aunque sea en el amor romántico ese que, para otros, no es más que una prisión fabricada con barrotes de ilusiones, mentiras y opresión por el heteropatriarcado…
Dejando a un lado la pena que nos puedan dar las personas que creen esto, lo cierto es que las historias de amor, tanto las que acaban con un final feliz, como las que acaban como el rosario de la aurora, nos llenan el corazón de una ternura calentita que nos proporciona alegría en las largas tardes de frío que están todavía por llenar.
Es por ello que hemos recopilado cinco de estos relatos de amor histórico que siguen muy presentes en nuestros tiempos. Tanto, que incluso en algunas localidades malagueñas se siguen celebrando como es el caso de la primera de estas leyendas.
La Bella Jarifa y el aguerrido Abindarráez
Cártama, tras el obligado parón de la Covid, celebra hasta hoy domingo 2 de octubre sus ya tradicionales Noches de la Bella Jarifa. En la que es su edición número doce, la localidad cartameña revive de nuevo su pasado andalusí y se traslada a la época de las antiguas leyendas, donde se sitúa el romance fronterizo que narra la historia de amor de Abindarráez y la Jarifa.
El relato de estos dos amantes quedó recogido en una novela anónima escrita en el siglo XVI, aparecida por primera vez en Toledo en 1561, y en la que se relata la historia del moro Abindarráez y el cristiano Rodrigo de Narváez, quienes tuvieron un encontronazo unos ciento cincuenta años antes. En aquella época, Juan II reinaba en Castilla y existía una relativa calma tras la toma de Antequera por el infante Fernando y antes de que se retomase la Reconquista de Granada por Isabel la Católica.
Abindarráez, noble y heroico Abencerraje granadino, se dirigía a casarse en secreto con la hermosa Jarifa, avanzando por el camino que une los municipios que ahora se conocen como Cártama y Coín. Con tan mala fortuna que se encontró con Rodrigo de Narváez, que era el alcalde cristiano de Antequera y Álora, y quien, después de una desigual lucha, ya que el cristiano no iba solo, hace prisionero a Abindarráez.
De camino al castillo, Abindarráez se ve que le cuenta su historia: le dice que está enamorado de la hermosa Jarifa, cuyo padre no está por la labor, y que ella le había mandado recado de que fuera a visitarla a Coín, ya que su padre se había ido a Granada, y, claro, como cualquiera, había salido escopetado para allá.
Entonces el cristiano, reconociendo a un hombre como a otro cualquiera, con sus necesidades, en el moro, le da la libertad para que pueda casarse con Jarifa, con la condición de que regrese a prisión al tercer día. Abindarráez se lo promete, Rodrigo le deja marchar y ese mismo día llega a Coín y se casa con Jarifa, quien, cuando se entera de lo ocurrido, trata de convencer a su amado para que no regrese.
Sin embargo, Abindarráez se niega y los dos acuerdan marchar juntos a Álora para cumplir con el destino. Una fortuna que Rodrigo de Narváez cambió ya que el cristiano decidió interceder por ellos ante el rey de Granada para que el padre de Jarifa los perdonara y aceptara el matrimonio. Algo que hizo, ¿qué otra cosa podía hacer el hombre?
Así que una historia de amor con final feliz en la que ambos tórtolos comieron pan de pita hasta el fin de sus días.
Los enamorados de la peña de Antequera
En el último San Valentín, en EL ESPAÑOL de Málaga recomendamos algunos sitios para acudir a llorar si estábamos solteros. Uno de estos lugares era bajo la peña de los Enamorados de Antequera y, matizamos, que escribimos en la falda del peñón, no encima: había que evitar ideas malsanas en la medida de lo posible.
Qué mejor lugar para llorar por nuestra vida sin amor romántico que el sitio donde, según las leyendas, el amor romántico estrelló a dos enamorados, un cristiano y una princesa árabe: los jóvenes Tello y Tagzona.
Nos adelantamos a escribir que la pasión imposible de estos Romeo y Julieta malagueños acabó como acaban este tipo de historias en las que siempre hay un prisionero, vaya por Dios. Y es que Tello cayó apresado en Archidona, también en el siglo XV, que por aquel entonces estaba en manos del poder musulmán, y a la hija del mandatario local andalusí, Tagzona, le dio por visitar los calabozos y quedó prendida al instante del cristiano.
A partir de aquí lo ya imaginado: ambas religiones impedían que los enamorados se pudieran casar por lo que se dieron a la fuga con, tan mala fortuna, que su carrera les llevo a la cima del peñón de Antequera. Como se sabe, el amor es ciego, así que, una vez en el filo del precipicio, y ya sabiendo que no había escapatoria, que lo que les aguardaba era la separación, decidieron arrojarse al vacío a lo Thelma y Louise. Y, de ahí, a la leyenda.
La reina de las dos lunas de Mijas
Otra historia de amor, referida anteriormente por estos lares, es la que unió a, sorpresa, otra reina mora con un, sorpresa de nuevo, esclavo cristiano.
Cualquiera podría decir que el pasado de Málaga está demasiado repleto de príncipes y princesas, moras y cristianas, que deciden casarse con el primero que pasa y que ponen negros a sus padres, pero el caso es que, al contrario de lo que se pudiera pensar, esta historia es bien real, pues Juana de Carlos y Estevan Peres, que así se llamaban nuestros héroes, existieron, y se pueden encontrar sus datos en el Archivo Municipal de Málaga.
La historia relata cómo en 1520 la joven esposa del despiadado sultán de Fez se enamora perdidamente de un esclavo cristiano y, sobre todo, (como hoy gusta mucho) de su propia independencia. En esta tesitura romántica ambos deciden pasar el Estrecho, llegando a la Península ibérica y pasando por un sinfín de vicisitudes, que es lo que hace que el amor se afiance, incluido un casamiento en Granada.
La reina de las dos lunas incluso logró ser apadrinada en su bautizo por el rey Carlos V y Germana de Foix, de ahí que su nombre sea el de Juana de Carlos.
Y después de casarse se asentaron en Mijas donde fueron felices hasta el fin de sus días, o eso, al menos, queremos creer.
El amor de Sara y Ahmed en Periana
Bueno, esto parece broma, pero se cuenta que, también en Periana, hay otra trágica historia de amor entre moros y cristianos, amén de una muy apetecible Ruta de los Olivos Milenarios que nadie se debería perder.
El caso es que, según cuenta la leyenda, había una cristiana, Sara, cautiva en la Alta Axarquía, en lo que hoy como hemos escrito es Periana, y cuyos lamentos fueron escuchados por un apuesto moro, Ahmed, que daba una vuelta por el entorno de los muros de la mezquita, en cuyas cercanías se encontraba la prisión.
La primera mirada que se cruzaron, cómo no, fue suficiente para que ambos cayeran rendidos al amor. No importa, por supuesto, que fuera a través de las rejas del foso que los separaba: el amor, como la vida, amigos, se abre camino. ¡Qué más da que ella estuviera presa!
Tras una serie de velados y furtivos encuentros nocturnos (!), la familia de Ahmed se olió la tostada y decidió que Sara fuera trasladada para poner fin a la relación. El joven amante, enterado del plan, no ve otra salida a su amor que, sorpresa, escapar.
Así, al amanecer, la enamorada pareja emprende la huida, pero la persecución se hace implacable y antes de verse capturados, deciden sellar su pasión para siempre arrojándose desde el cerro de Marchamonas, desde donde sus cuerpos saltaron al vacío, pero, según los poetas de lo cursi, "sus almas volaron libres hacia el lugar del amor eterno". (Tras leer esto, a nosotros también nos han entrado ganas de tirarnos por el balcón).
Lo mejor del asunto es que, algunos lugareños sin identificar dicen que, en las noches de invierno, cuando más sopla el viento, se pueden escuchar en el lugar de su reposo susurros de amor…
Los amantes del cipote de Archidona
Para cerrar y aparcar un poco las historias de amor entre moros y cristianas que se arrojan por un precipicio (al parecer, en la época murieron más personas así que combatiendo en las batallas de la Reconquista), vamos a escribir sobre un romance que se hizo famoso hace medio siglo y al que incluso un Nobel como Camilo José Cela le dedicó un libro: La insólita y gloriosa hazaña del Cipote de Archidona.
La historia ya la referimos también aquí en EL ESPAÑOL de Málaga, pero merece la pena contarse una vez más (y las que haga falta).
Resumiendo mucho, el asuntó que dio origen al célebre cipote de Archidona tuvo lugar una noche de 1971, durante un espectáculo algo erótico que acontecía en el cine de la localidad, que provocó que una pareja de espectadores diera rienda suelta a su efusividad carnal, liando en el clímax un sindiós.
Vamos, un joven fue masturbado por su pareja en mitad del evento, con tan mala fortuna que pringó de semen a un matrimonio que se encontraba un par de filas más allá.
Cómo no sería la cosa, que la blanca lluvia provocó un auténtico escándalo, dando al traste con el espectáculo y requiriendo la presencia de las autoridades. La pareja fue detenida por escándalo público y la Audiencia de Málaga la condenó a penas de dos meses de arresto mayor, una multa de 10.000 pesetas y a indemnizar a los perjudicados con 5.100 pesetas.
A pesar de tanto revuelo, la pareja, según las crónicas de la época, se casó. Vamos, un final feliz de manual (aunque habría mucha tela que cortar en cuanto a esta creencia…), para una historia de amor de las muchas que podemos encontrar en el pasado de nuestra malagueña provincia.