"Alguien se tiene que sacrificar para que los demás disfruten de la Feria". Cuando todo el mundo paladea sus copas, degusta la rica paella de cortesía e incluso duerme la mona para repetir la velada una noche más, hay un grupo de héroes que aguanta el ecosistema que hace posible la fiesta de la forma más estoica posible. Los trabajadores y trabajadoras del Ferial son los protagonistas de una festividad que sería inviable sin su labor diaria.
A primera hora de la mañana los camiones ya empezaban a aparecer por el Cortijo de Torres para reponer todo lo que se ha consumido durante el día anterior. Cajas de refrescos, barriles de cerveza y bebidas espirituosas invaden el aparcamiento que la noche anterior fue ocupado por miles de personas durante el botellón.
Para los operarios que curran a destajo en el reparto, la jornada se hace especialmente ardua. "Tenemos unas cuatro horas muy ajustadas para reponer más de 60 casetas", comenta un operario Heineken y Coca-Cola. Además de esta peripecia, las empresas encargadas de esta labor pueden ser sancionadas si el trabajo no se termina en las horas estipuladas para el reabastecimiento. "El miércoles acabamos a las seis de la tarde y nos dieron el aviso de que, si volvía a ocurrir, nos multarían. Es muy difícil trabajar con estas condiciones".
Con sus luces y sombras, como cualquier faena que se hace por dinero, la mayoría de las personas que trabajan en la feria durante agosto saben a lo que vienen. Jornadas largas, calurosas y de cara a un público que está divirtiéndose cuando tú estás dando el callo. Sin embargo, la mayoría de ellos reconoce que no le importa, que esta idiosincrasia de la feria y el relacionarse con este entorno es lo que les ha traído aquí.
Olivia y María son relaciones públicas en la caseta Tentadero. Echan unas 6 horas diarias y, pese del calor, la jornada no se les hace pesada. Admiten que siempre hay gente que viene bebida y se pasa de frenada, sobre todo con las chicas, pero que en general es muy agradable trabajar en la Feria. "Aunque mucha gente pueda pensar lo contrario, los señores mayores son los que suelen soltarte los comentarios más desagradables. Los jóvenes son bastante respetuosos", dice María a EL ESPAÑOL de Málaga.
Al igual que estas relaciones públicas, Sonia, cocinera en el Embrujo, disfruta de su trabajo. Es el primer año que se emplea en Feria y tiene claro que el que viene repetirá. "Esto es muy divertido. Tiene su lado duro como cualquier trabajo, pero aquí hacemos una piña y una familia que hace super agradable el venir a trabajar", manifiesta la cocinera mientras mueve con brío una gran paella para 200 personas.
La hostelería es sin duda uno de los pilares esenciales de la Feria malagueña. Es la rama que más empleos da durante toda la semana, pero también es el trabajo más erosivo. Ares, de tan solo 20 años, es camarero desde hace ya dos en la Brasería El Niño. Acepta que están esperando ya con ganas el fin de la Feria porque "esto es muy agotador", y que a pesar de que la gente suele ser familiar y amable, "no es un trabajo para cualquiera". El arranque muchas veces se complica, pero terminar es lo que más cuesta arriba se hace.
Los negocios dentro de la Feria también han evolucionado, y es que desde hace unos años el Real dispone de su propio estanco autorizado por ley. Pocas ferias disponen de uno y junto a la de Málaga, la del Rocío es la única con este tipo de servicio. Juan José lleva dos años al frente de este punto de venta de tabaco y reconoce "que es un maratón sin parar de 24 horas".
Por razones obvias, este es uno de los puntos más concurridos de todo el ferial. Es el único punto de venta legal en kilómetros, lo que lo hace un foco de gente alcoholizada buscando saciar su mono de nicotina. "Este año no ha habido por ahora ningún problema, la Policía suele estar bastante cerca del negocio porque saben que es un punto problemático. El año pasado no teníamos rejas ni tanta seguridad y robaron un par de veces", contaba el propietario del estanco.
A pesar de la cara B, y al igual que muchos de los trabajadores ya entrevistados, Juan José también dice disfruta de la sociabilidad que le permite su labor. Esta es una de las características que reúne la mayor parte de los oficios.
El folclore de nuestra tierra también ramifica oficios en estas festividades. Juan Diego y Álvaro se dedican a una de las facetas más antiguas de las ferias, los caballos. Ambos han venido a realizar espectáculos de doma y jineteo en la caseta ecuestre. Llevan 7 años viniendo a trabajar aquí y el público sigue llenando los dos pases diarios que hacen con su espectáculo. "Nos encanta trabajar en la feria. Venimos todos los años desde Torremolinos y es una fecha muy señalada para mí", declara Juan Diego.
A fin de cuentas, las luces se apagan, las barras cierran y los carros se guardan en sus cocheras. Aunque la labor de estos obreros anónimos a menudo pasa desapercibida, son ellos los verdaderos pilares que sostienen esta tradición tan importante para la ciudad. El fruto del esfuerzo de cientos de personas que, detrás del bullicio y el disfrute, sostienen el Real con largas jornadas de trabajo.