El Braveheart de Teba: una Cruzada en Málaga, un corazón embalsamado y el origen del Douglas' Day
El castillo de la Estrella es el epicentro de uno de los hechos históricos más curiosos del pasado de la provincia que debería haber salido en la película de Mel Gibson.
26 marzo, 2022 05:00Noticias relacionadas
- La historia de Anita Delgado: pasión india, un manto para la Virgen de la Victoria y empoderamiento femenino
- Impulso al turismo en la provincia: nueve municipios de Málaga crean el Club Entorno Camino del Rey
- Estos son los 13 pueblos de Málaga donde comprar una casa por menos de 1.000 euros el metro
Si hace algunas semanas explicábamos por qué creemos que Anita Delgado, la reina malagueña de Kapurthala, se merece una película que narre los pormenores de su vida y por qué no se termina de rodar dicha cinta, en esta ocasión EL ESPAÑOL de Málaga saca a la palestra otro suceso del pasado que viene a demostrar lo desaprovechada que está la historia de Málaga en cuanto a pozo inagotable de ideas del que echar mano para hacer filmes atractivos y de calado. Mientras el cine español parece empeñado en recrear una y otra vez la Guerra Civil, detrás hay otros muchos acontecimientos cargados de aventuras que, si no fueran verídicos, pensaríamos que son exagerados, incluso irreales, demasiado fantasiosos.
Sin embargo, sucedieron, y son historias maravillosas, muy interesantes y que todavía hoy tienen su eco en la eternidad, a la espera de que escritores como Pablo Bujalance les brinde la oportuna crónica que se merecen.
Uno de estos sucesos, del que vamos a escribir esta semana, tuvo lugar en Teba, en el conocido como castillo de la Estrella, punto central de una guerra que se hizo santa y trajo las Cruzadas a Europa de manos del conde escocés sir James Douglas, apodado, no por nada, Black Douglas: el tipo se convirtió en un desalmado señor de la guerra que luchó por la independencia de Escocia empleando para ello cualquier método que se le ocurría, cuanto más bestia y sangriento, mejor.
Sin embargo, fue una promesa hecha a su amigo y señor Robert The Bruce, Roberto I de Escocia, lo que le trajo a participar en la Reconquista cristiana de Málaga y en la Batalla de Teba. Desde luego, amigos como el bárbaro Douglas sí que suponen un auténtico tesoro.
Para empezar, una fortaleza romana
El castillo de la Estrella hunde sus orígenes en los tiempos del Imperio romano, cuando Hispania estaba llena de conejos y el italiano antiguo se parlaba en los sitios de bien. Más tarde esta fortaleza sería aprovechada por los moros, que la remodelaron con el fin de mantener el control sobre el curso del río Guadalteba y su campiña.
Debido a su importancia estratégica, el de la Estrella es un castillo de grandes dimensiones, siendo uno de los mayores que se conservan en la provincia de Málaga: 25.000 metros cuadrados de planta octogonal y dos recintos amurallados con 18 torres exteriores. Declarado Monumento Nacional de Interés Histórico y Artístico en 1931 y Bien de Interés Cultural (BIS) en 1949, en la Estrella de Teba todavía se aprecian restos de aljibes, una iglesia y el alcázar con su torre de cuatro plantas.
Sus grandes momentos llegaron en la época medieval, al ser la segunda línea defensiva en la rebelión hafsuní contra el estado cordobés, y en 1330, año en el que tiene lugar esta historia de escoceses malencarados, pero muy católicos.
Con kilts y a lo loco
Si escribimos sobre el ya mencionado Robert Bruce, lo más seguro es que muchos levanten la ceja sin mayor conocimiento. Pero si mencionamos la película Braveheart dirigida y protagonizada por Mel Gibson en 1995, más de uno se pondrá en pie para gritar aquello de que "puede que nos quiten la vida, pero jamás nos quitarán ¡la libertad!".
La historia de la cinta está basada, claro, en hechos reales. Pero el sibilino Gibson se tomó numerosas libertades (nunca mejor dicho) creativas. Para empezar, su personaje, William Wallace, sí que fue un insurrecto escocés que batalló por conseguir la independencia de Escocia a finales del siglo XIII, pero nunca nadie lo conoció con el apelativo de Braveheart.
El que sí fue conocido por ese apodo, por razones más que evidentes, como veremos, era Robert Bruce que llegó a convertirse en rey de una Escocia libre desde 1306 hasta 1329, año de su fallecimiento, mucho tiempo después de que a Wallace le dieran matarile de la manera más horrible imaginable.
Vamos a resumir un poco la historia de cómo llega Robert al trono que, si no, la cosa se nos va de las manos. El caso es que Bruce se hace con la corona escocesa tras asesinar en el altar mayor de la abadía de Greyfriars a John Comyn, el otro candidato a monarca. Ante semejante jugada digna, pues eso, de Juego de tronos, la Iglesia no tuvo otra que excomulgar a Robert.
La guerra al principio le fue más bien regular, llegando incluso los ingleses a capturarlo. Pero tras el fallecimiento del soberano británico Eduardo I, su hijo, Eduardo II, lo deja en libertad y Robert logra invertir el curso de la contienda , de modo que los escoceses empiezan a imponerse mediante acciones de guerrilla, donde tuvo un papel destacado su mano derecha y brother de otra mother Black Douglas.
Amigos para siempre
Douglas que, como hemos escrito, era un verdadero terrorista, también era el más estimado compañero de armas del rey escocés y el que más presto juró hacer cumplir su última voluntad.
Y es que, increíblemente, Robert tenía un gran temor de Dios. Por ello, cuando fue excomulgado se preocupó bastante porque no quería que su alma inmortal fuera a parar a los calderos hirvientes del Infierno. Ante esto, para tratar de expiar sus numerosos pecados y evitar pasarse toda la eternidad comiendo carbón al rojo vivo, hizo promesa de acudir a las Cruzadas para liberar Tierra Santa. No tuvo tiempo de hacerlo ya que falleció en 1329 por una enfermedad que se identificó con la lepra, aunque estudios recientes no lo tienen tan claro.
Muy afectado, y con el fin de cumplir la última voluntad de su amigo y señor, Black Douglas se puso a la cabeza de un destacamento que tendría una única misión: llevar el corazón del rey de Escocia a Jerusalén para enterrarlo en la iglesia del Santo Sepulcro. El resto del cuerpo de Robert se repartió como hoy en día se reparten las cenizas: las vísceras se quedaron en la capilla de Saint Serf, y lo que sobraba se llevó a la abadía de Dunfermline.
En cuanto a su bravo corazón, fue embalsamado en un relicario de plata que James Douglas se colgó al cuello antes de partir junto a seis caballeros y veintiséis escuderos.
A lo largo de su viaje, desde Montrose a Flandes, se les fueron uniendo más y más hombres que se dirigían a Tierra Santa y, en mitad de la travesía, les llegó la noticia de que Alfonso XI de Castilla acababa de subir al trono, tras alcanzar la mayoría de edad, y que había comenzado una campaña de Reconquista contra el Reino de Granada. Los escoceses cambiaron de rumbo hacia la Península Ibérica para colaborar con el monarca.
¿El motivo? El papa había calificado la Reconquista como una "cruzada". No era la primera vez que ocurría, ya que la batalla de Las Navas de Tolosa de 1212 fue denominada de igual modo, pero supuso la excusa perfecta para que Douglas y sus hombres cumplieran de un modo más sencillo la promesa de su rey. Así, bordearon las costas cantábrica y portuguesa, y llegaron a Sevilla a través de Sanlúcar de Barrameda, donde Alfonso los recibió con honores y los incorporó a su ejército.
Escenas de batalla en Teba
Si esto fuera una película, la Batalla de Teba sería el clímax de nuestra historia. Alfonso se lanza a conquistar el castillo de la Estrella, punto decisivo para los dominios andalusíes, al tiempo que la estrategia del rey Muhammad IV para salir del entuerto se basa en hacer caer a los cristianos en una trampa.
Mientras el monarca nazarí acampaba en el castillo de Turón, dividió a sus tropas en dos guarniciones, una a la vista, con la misión de atraer al enemigo, y otra emboscada, esperando el momento justo para sorprenderlo.
Las crónicas relatan que Alfonso se dio cuenta de la triquiñuela y no picó, mientras que Black Douglas cayó enterito, a pesar de toda su experiencia en hacer cosquillas con las espadas a los ingleses en la guerra de guerrillas. Vamos, que se comió el ardid con una buena ración de haggis. Sin que los castellanos pudieran hacer nada por frenar a los bravos escoceses, estos sucumbieron en combate ante los moros que seguramente se preguntaron de dónde diablos había salido esa gente.
Cuenta la leyenda que, antes de expirar el 25 de agosto de 1330, Douglas lanzó el relicario al cielo al tiempo que bramaba: "¡Ahora muéstranos el camino, ya que venciste, y yo te seguiré o moriré!". En realidad no se sabe si esto es cierto, pero si se hace una película de esta historia, este momento tiene que estar incluido sí o sí.
La guerra como un juego de caballeros
Tras el severo correctivo, los árabes se hicieron con el corazón de Robert. Sin embargo, Muhammad IV, una vez enterado de quiénes eran esos tipos tan raros y qué hacían tan lejos de su tierra, siguiendo los dictados caballerescos de la época y para rendir honor a su gran valentía, devolvió el relicario y los cuerpos de los muertos a Alfonso.
Así, mientras la Batalla de Teba daba lugar a la conquista del castillo de la Estrella y a la Paz de Teba, que supondría una tregua de cuatro años, los dos únicos escoceses supervivientes, William Keith de Galston y Simon Lockhart, regresaban a Escocia con los restos mortales de Black Douglas, que fueron enterrados en la iglesia de San Bride’s Kirk, y con el relicario del corazón de Robert Bruce, al cual se le dio sepultura en la abadía de Melrose.
Su cuerpo, en la otra punta de Escocia, en Dunfermline, ya se encontraba bajo el epitafio: "Hic jacet invictus Robertus Rex benedictus qui sua gesta legit repetit quot bella peregit ad libertatem perduxit per probitatem regnum scottorum: nunc vivat in arce polorum" (Aquí yace el invicto rey Robert. Bendito sea el que lea sobre sus hazañas y repita las muchas batallas que peleó por su integridad. Condujo al Reino de los escoceses a la libertad a través de su destreza: ahora vive en el Reino de los Cielos).
Teba y el Douglas' Day
Semejante historia no está hecha para caer en el olvido y en Teba la tienen muy presente por formar parte de su rico patrimonio. ¡Y no es para menos! Un relato de capa y espada que llevó en 1989 a los vecinos tebeños a hermanarse con los habitantes de Melrose, el pueblo escocés donde reposa tranquilo el corazón del verdadero Braveheart. También, en 2006, una delegación representante del municipio viajó a Escocia, donde fueron recibidos por lord James Douglas Hamilton, descendiente de James Douglas.
Para que lo sucedido en el castillo de la Estrella no caiga en el olvido, Teba, además de tener un monolito recordatorio en mitad de su plaza principal (donde se tilda a Black Douglas como sir James el Bueno…), conmemora cada agosto estos sucesos con una de las fiestas más curiosas e internacionales de la provincia de Málaga: el Douglas' Day.
Etiquetado de Singularidad Turística Provincial, el Douglas' Day en realidad son unas jornadas de tres días durante los cuales se recrea el ambiente medieval propio de la época con mercadillos, actividades culturales y lúdicas, representaciones teatrales, espectáculos, pasacalles, conciertos, actos institucionales, una gran representación escocesa y cualquier cosa que pueda ser susceptible de animar el cotarro. Y eso incluye decorar las calles y que muchos vecinos se caractericen con las vestimentas de aquel entonces.
Son numerosas las personas y asociaciones que colaboran en la organización de esta fiesta. Algunas de ellas son la Saint Andrew’s Society de Gibraltar, la orden de caballeros templarios de San Miguel o The Strathleven Artizans, quienes viajan expresamente desde Escocia para participar en el evento.
Así que, como todavía tenemos tiempo, vamos a ir preparando nuestros atuendos escoceses para el próximo mes de agosto, cuando Teba vuelva a celebrar el Douglas' Day. Acudamos para rendir homenaje a unos hombres, tan buenos y tan malos como cualquiera, pero cuya valentía no conocía límites. De este modo podremos gritar a voz en cuello en mitad del pueblo tebeño, aunque ahora sabemos que no es exacto históricamente, que quizás nos maten, pero que nunca nos quitarán el vaso de hidromiel de nuestras manos.