Henar Álvarez: “Ellos tienen queridas y van de putas, pero si nosotras les engañamos, es un drama”
"Los hombres nos han intentado convencer de que las mujeres no somos graciosas" / "Cuando eres madre los hombres piensan que dejas de tener deseo sexual".
20 noviembre, 2020 02:47Noticias relacionadas
Lo de Henar Álvarez es un terremoto. Es como ver el mar por primera vez. Es como la felicidad estupefaciente. Pura alegría, giro, desborde, punkarrismo, sensualidad. Situaciones rocambolescas, reflexiones hilarantes, frescura insólita. Es nuestra amiga, aunque no lo sea. La queremos bien, porque tiene que ver con todas nosotras cuando nos dejamos ser -por fin- salvajes.
La guionista y cómica lo viene demostrando desde hace años en su trabajo -de Días de Cine a Likes pasando por Hoy por Hoy; ahora en Buenismo bien, en la Ser, con Quique Peinado y Manuel Burque-: es un jaleo andante. Es brillante, dicharachera, chispeante. Rompe cosas con naturalidad. No es que busque transgredir artificialmente los límites: es que realmente no sabe dónde están. O quizás nunca existieron.
Ahora lanza una novela gráfica que es como un carro en llamas: La Mala Leche (Planeta), ilustrada por Ana Müshell, donde pisa todos los callos desde el carisma y el feminismo. La historia está protagonizada por su alter ego Nani, una madre primeriza -como ella- que está hasta el papo de unos y de otros. Del trabajo, de las exigencias de la sociedad, de los machismos que flotan en el aire, del pánico a la muerte -es una hipocondríaca divina, estilo Woody Allen-, de no saber cómo gestionar su erotismo desbordante.
Todo por un deseo sexual no resuelto: “Ahora tengo un hijo de cuatro años. Cuando me quedé embarazada tuve muchísimos miedos. El primero, claro, como les pasa a tantas mujeres, era perder espacio en mi carrera profesional. Ellos nunca temen eso. El otro miedo era ser olvidada como ser deseante, por eso en este libro hay una reivindicación al respecto”, relata.
Deseo y maternidad
“Me ponía muchísimo pensar que mi pareja me chupase la leche, y yo le decía: a ver, tienes que hacerlo sí o sí ahora. Tengo tres meses, ¿vale? El tiempo se me acaba. Y no lo hizo, pero no se lo echo en cara”, ríe al teléfono. Ahí arranca el hilo del libro, en ese deseo frustrado que lleva a Nani a tener una aventura con un jovenzuelo adorable, cándido, bello y algo tontorrón. El bueno de Gonzalo.
“Sucede que cuando una mujer es madre, ya se convierte en la ‘madre de’, como si no tuviera deseo sexual. No se contempla que pueda tener un escarceo, o que pueda salir con amigas… se nos exige demasiado. En cuanto saca los pies del tiesto un poco, se la considera mala madre”, resopla.
Ese es un gran punto en la historia: que la protagonista no siente culpabilidad por su infidelidad. Por su fiestecita puntual. Por su cana al aire. “Se ha dado una importancia descomunal al sexo. Al sexo nuestro, eso sí, porque las infidelidades de señores… se han pasado la vida desde la casa de las queridas a las casas de putas, es un espectro asentadísimo en la sociedad y no pasa nada, pero si nosotras les engañamos, drama. Lo hemos visto mucho en la ficción y en la realidad”, dispara.
“¡Y muchas veces no les consideramos personas malvadas ni asquerosas! Con ella pasa lo mismo. Es una tía a la que le pica el chirri a veces, como a todo el mundo. Y es una buena tía. Acaba de parir, su cuerpo es una rave. No somos posesiones de nadie… y somos humanos. Además, en general pienso que las infidelidades pueden venir hasta bien. Una doble vida ya no, eso es otra cosa”.
El 'rubio tonto'
Gonzalo representa aquí el clásico papel que la “rubia tonta” ha representado en el cine sexista. Mono, agradable, ingenuo. Querible, también. “Algunas de esas rubias me encantan y me caen súper bien, como la secretaria de la policía en Twin Peaks. Antes teníamos la cosa de que nos gustaban los hombres mayores, que nos llenasen intelectualmente, que les escuchásemos y nos quedásemos con la boca abierta… pues mira, no. Hay que darles una oportunidad a los de Hombres, mujeres y viceversa con el sonido quitado. Ya no quiero admirar a nadie, quiero que me admiren a mí”. Bimba.
“Los hombres no nos escuchan y nos quieren, ¿por qué no hacemos con ellos lo mismo?”. La gran pregunta es: ¿dónde están nuestros hombres-objeto? ¿Por qué no podemos salir con chicos que no sean brillantes pero que estén buenísimos? ¿Por qué hemos creído que no son capaces de hacernos felices? Esas son algunas de las cuestiones que desliza Henar.
“Y luego lo de la edad. Odio esta frase tan antigua de ‘un hombre tiene la edad de la mujer con la que sale’. Bueno, entonces, ¿ella qué edad tiene? Todo el entramado está montado para que nosotras seamos las más jóvenes de la relación para que seamos también las más mangoneables”.
Néstor, por su parte, el que interpreta a su pareja, es un dulce de caballero: está en segundo plano, es buen padre, buen novio, paciente, nada celoso, cariñoso… “Es un hombre de hoy en día. Es el tío que debería ser cualquier persona, sea hombre o mujer. Los cuidados también son su responsabilidad. Pero está en un lugar secundario porque no quería que el libro se convirtiese en la historia de cómo una pareja supera una infidelidad. Yo quería contar la movida de ella: cómo vive su deseo después de ser madre. Si le daba más espacio a él, el lector empalizaría con él”, esboza.
Mujeres cómicas
Dice Henar que los hombres nos han contado durante mucho tiempo “que no podemos ser divertidas, igual que nos han dicho que no podemos ser inteligentes, o críticas, sin dejar de ser sexys”. “Intenté publicar un libro hace tiempo y en una editorial me ofrecieron que escribiera un ensayo feminista. Yo dije: no, yo hago ficción, ese es mi trabajo. Yo quería hacer este libro. Bueno, pues me llamaron al despacho y me dijeron: ‘Ninguna mujer va a leer esto porque las mujeres o hablan así’. Y nada, yo dije: pues así soy yo y así siento la vida, y soy mujer. Me gusta hablar de sexo, me gusta provocar. Quería que todo eso estuviera. No quería un libro sin personalidad”.
Cuenta la cómica que si ellos nos han embaucado para creer que no somos graciosas es porque, si no, ellos ¿cómo iban a ligar? “El humor da prestigio, te coloca en el centro de la diana. El humor es poder. ¿A cuánta gente no nos hemos tirado porque eran graciosos en una cena, un rato, y luego eran un puto cuadro?”, guiña. Pues sí. Amén.