Miguel Lorente (profesor titular en Granada, médico forense y exdelegado contra la Violencia de Género) iba a ser sólo un forense, eso sí, uno de "los máximos especialistas para responder a la violencia", pero el choque de la realidad que supuso su trabajo hace ya 30 años lo ha llevado a ser uno de los mayores expertos de violencia de género en nuestro país.
"Me lo encontré por accidente. No había estudiado nada de violencia contra las mujeres en seis años de Medicina. Ni en las oposiciones a forense. Y al empezar a trabajar vi gente que sufría agresiones, sobre todo los lunes, tras una pelea y los veía violentos con el otro, que si iban a ir cárcel, me tiene que pagar todo... reacciones normales con lesiones muy leves. Y luego venían las mujeres maltratadas con agresiones ya muy graves y sorprendía que hablaban bien del marido, trabajador, buen padre... no como ocurría con los hombres, y decían esa frase que me impacto: 'Mi marido me pega lo normal, pero hoy se ha pasado'".
Esa aceptación como algo normal, a finales de los 80, le hizo ver que había un problema social. "¿Quién decía a estas mujeres que era normal que tu marido te pegara?". Y ahí se iniciaron sus estudios científicos para definir el síndrome de agresión a la mujer, con sus variables: maltrato en las relaciones de pareja, acoso en el medio laboral y violencia sexual en el ámbito de las relaciones sociales.
Incluso llegó a estudiar el tema en Quantico (EEUU) con la Unidad de la Conducta del FBI para tratar de encontrar una "explicación a lo que veía", mientras hacía su tesis. Sólo algunas lecturas feministas daban la clave a la conducta social que normaliza una violencia en la que sólo se planteaba "lo cuantitativo y no en sí a la violencia".
Y se dio cuenta de que el problema no era de falta de respuesta profesional sino de conciencia social, de machismo, "un muerto muy viviente" al que ahora él desenmascara en todos sus aspectos en su último libro: Autopsia al machismo (editorial Comares), recopilando las entradas de un blog que señala punto por punto un infierno que ahora se niega, incluso, desde determinados sectores públicos que están dentro de las instituciones.
"Quienes niegan que no hay machismo detrás de la violencia de género o niegan la misma violencia de género, como la ultraderecha con la complicidad de la derecha, ¿cómo pueden defender que una ley democrática, aprobada en el Parlamento por unanimidad, va contra los hombres? Es absurdo. Sólo se sostiene porque refuerza unos valores que entremarcan los privilegios".
Por eso, advierte del daño que hace Vox con ese discurso. "La gran diferencia a hace 30 años, es que antes había pasividad y ahora una estructuración del mensaje alegando que es parte de una trama y adoctrinamiento que busca atacar a los hombres como referentes, y a la sociedad como espacio común, para beneficio propio. Cuando esto se dice desde instituciones por parte de personas que están ahí, el impacto y la credibilidad es mucho mayor".
Y pone de ejemplo de lo trágico que resultan estos discursos desde ámbitos considerados referentes cuando Trump dijo que el coronavirus se curaba bebiendo lejía y hubo miles de intoxicaciones: "Aquí pasa igual, cuando Vox con el beneplácito del PP y Cs como en Andalucía, permiten que se desarrollen políticas que cuestionan y esconden la violencia de género".
60 asesinadas de media
El problema es que las cifras vienen a desmentir estas posturas: "La violencia de género causa 60 mujeres asesinadas de media. No hay ningún grupo en la sociedad definido por elementos comunes que sufra tanta violencia y tanto asesinato como el de las mujeres. En España asesinan a 300 personas de media cada año, incluyendo la violencia de género, y 60 son mujeres, asesinadas por hombres "normales" que no están vinculados a la delincuencia ni a la criminalidad".
Una situación que se repite año a año y donde "el nivel de conciencia crítico social es ausente".
"En el Parlamento se echan en cara que se pacte con los herederos de ETA, una banda terrible y cruel. ETA en 42 años asesinó a 855 personas, la violencia de género en 17 años ha asesinado a 1.074 mujeres y a 34 niños y niñas. Y los mismos que echan en cara eso son los que niegan la violencia de género que mata a 1.074 mujeres en 17 años".
Por eso, recuerda lo que costó que se aprobara el Pacto de Estado en 2004 contra la Violencia de Género. "Fue porque al PP, que acababa de perder unas elecciones, no le quedó más remedio. Era muy difícil negarse a una ley que abordaba medidas de carácter integral, pero dos años antes, cuando estaban en el Gobierno, rechazaron la misma propuesta de ley integral".
Además, reivindica que ese pacto no debía de ser sólo contra la violencia de género. "Lo dije en la Comisión del Congreso y del Senado que se creó para el Pacto de Estado contra la Violencia de Género. Teníamos dos pactos de Estado: contra el terrorismo de ETA y el terrorismo yihadista. Fueron dos contra el terrorismo, no contra el atentado. Creer que la solución para esto pasa por hacer un Pacto de Estado contra la Violencia de Género es un error, el pacto de Estado tiene que ser contra la causa de esa violencia que es el machismo. Y tendría que haberse hecho un Pacto contra el Machismo".
La falta de acuerdo en qué es machismo, para Lorente, es más aparente que real porque los conceptos están marcados por organismos internacionales como la ONU, la Declaración de Derechos Humanos, la UE, el Congreso de Estambul del Consejo de Europa, la OMS: "Lo que pasa es que los sectores que se benefician del machismo, de la desigualdad o la discriminación dan a entender que no hay acuerdo para mantener sus privilegios".
"El reduccionismo, que es muy típico del machismo, limita las cosas a los contextos para no abordar la igualdad como ideal, como es la libertad y la Justicia. Y no puede haber libertad, justicia o dignidad sin igualdad. Esa hipoteca de la igualdad histórica, si solo se reduce como igualdad ante la ley, significa que hemos fracasado como sociedad", insiste.
Instrumentos del machismo
Este experto en esta lacra social es consciente de que cuando el movimiento feminista habla de lenguaje inclusivo para cuestionar la realidad "es porque el machismo tiene todos los instrumentos de poder a su alcance para marcar el significado".
"Siempre he dicho que el machismo tiene dos grandes instrumentos muy poderosos: el primero que es el que suele verse, la capacidad de determinar la realidad para que las cosas sean como son y sucedan bajo una rutina, costumbre o normalidad impregnada y definida por el machismo; pero luego tiene otra que es la capacidad de darle significado a esa realidad".
Por eso advierte de que el machismo es "cultura y poder y no sólo sexismo", aunque es su esencia, y que la batalla del lenguaje no está perdida, "sólo que las mujeres juegan con desventaja porque piensan que lo hacéis para adoctrinar mientras que ellos lo hacen para mantener el orden y la convivencia".
De hecho, ahora que se ha puesto tan de moda la palabra confinamiento, con tres meses de encierro y ocho de limitación de movimientos, "si tomamos como referencia las paredes en la desigualdad social, las mujeres lleváis miles de años de confinamiento social". "Hoy todavía se condicionando a muchas mujeres con un toque de queda social respecto al horario o los lugares que si superas te van a hacer responsable de las consecuencias, como hemos visto en la Manada".
Por eso pide un papel más activo a los hombres en estos cambios y no conformarnos con una falsa neutralidad: "Cuando un hombre te dice yo no soy machista no le vale a él ni le vale al resto de la sociedad porque si el machismo está sucediendo, si no se hace algo para cambiar lo que ocurre, estás manteniéndolo".
Y ahí las mujeres tenemos también un trabajo de incorporación para romper "10.000 años de mentiras" del machismo: "Ha habido una falta de mensaje del feminismo hacia los hombres. Falta una exigencia de responsabilidad hacia los hombres. El propio feminismo está elaborando ahora ese mensaje, facilitando la estrategia para que nos incorporemos. Ahora a los hombres hay que pedirles responsabilidad por acción, cuando llevan a cabo conductas machistas, pero también por omisión, porque ya tenemos mucha conciencia como para tener que comportarnos de manera que esa injusticia social, que es el machismo, se corrija. Si no lo hacemos somos responsables por no hacerlo".