Todos los años por estas fechas nos sobreviene la misma controversia: el vestido de Cristina Pedroche. Lo cierto es que bastantes preocupaciones tenemos para andar pendientes del trapito de no sé quién, pero a veces la frivolidad nos salva de la desesperación vital y este debate nos da salsa, para qué engañarnos.
Aunque la polémica resulta repetitiva como el demonio: unos días antes, ella empieza a deslizar en los medios que no le gusta “pasar desapercibida” y que, como siempre, vendrá a jugar. Es el gran reclamo de la cadena, aunque este año tendrá que retarse en duelo con una Ana Obregón esperadísima y muy querida en Televisión Española y en una época tan tenebrosa para ella -también para nosotros: cada uno a su manera-. Veremos qué busca la audiencia en esta ocasión: la sentimentalidad o el morbo. Dos de sus cosas favoritas.
En cada edición, Pedroche se ha ido superando en las sorpresas y ha tenido al españolito patrio cogido por las solapas. Cuando ella se quita la capa, España entera abre los ojos. Antena Tres escucha sonar el dinero: ya hace caja con la expectación. Llevan años jugando a eso y funciona. Nosotros picamos como peces fáciles. Lo cierto es que el debate sólo tiene recorrido si lo analizamos desde una perspectiva de género, desde una perspectiva feminista y filosófica. El feminismo liberal la apoya, el feminismo radical cuestiona la performance. ¿Por qué? Aquí el a favor y en contra:
Feminismo liberal
La gran diferencia entre el feminismo liberal y el radical es que el primero sostiene que, una vez alcanzada la igualdad legal -con la que ya contamos en materia de derechos, libertades y deberes-, el resto depende de la libertad de cada mujer, de su forma de imponerse y de enfrentarse al mundo. El segundo sigue inconforme porque piensa que la mujer sigue discriminada en la sociedad a pesar de la igualdad legal: apunta a que sigue sufriendo violencias específicas por el hecho de ser mujer, como la sexual, como las agresiones y los abusos machistas de toda índole.
Apunta a que persiste marginalizada en el mercado laboral, tanto por el hecho de poder quedarse embarazada como por la brecha salarial y el techo de cristal. Apunta a que se la sigue reduciendo a un cuerpo, a que la cosifica, a que se la degrada, a que su voz tiene menos valor que la masculina en el debate público.
El feminismo liberal cree que cualquier cosa que haga una mujer, por el hecho de haberla decidido ella misma, es correcta, es más, es feminista. Ahí prima la libertad individual, por eso las feministas liberales defienden los desnudos femeninos en Onlyfans, la prostitución -de las mujeres que se prostituyen libremente, se entiende, no de las esclavas sexuales-, el porno y los vientres de alquiler. Las radicales están en contra de todo esto y además apoyan las leyes de género y las cuotas -porque piensan que hay que seguir forzando la maquinaria para que algo cambie, para conseguir la igualdad real-.
Trabajamos con el cuerpo -o con el cerebro-. Comerciamos con él. ¿Qué diferencia hay entre que se negocie con la sexualidad que con las manos o la cabeza?
¿Cómo analizan estas dos corrientes el caso Pedroche? Bien: el feminismo liberal defiende que la presentadora se ponga lo que quiera porque así lo ha elegido ella, porque presuntamente no ha sido coaccionada, y, además, se enriquece jugando con su atuendo. Recuperan el mantra de “mi cuerpo, mis normas” y alegan que sólo el “mojigaterío” y el puritanismo censuran que una mujer se vista como quiera o que luzca sexy en un momento de máxima audiencia en televisión.
Explica el feminismo liberal que ni el resto de las mujeres ni el resto de hombres son nadie para otorgar ningún “carné de feminista” a otra mujer y que todos vendemos de alguna forma nuestro cuerpo, ya sea mostrándolo como las modelos o trabajando como fisioterapeutas o como oficinistas. Trabajamos con el cuerpo -o con el cerebro-. Comerciamos con él. ¿Qué diferencia hay entre que se negocie con la sexualidad -con la genitalidad, o el trasero, o los pechos- que con las manos o la cabeza?
Creen que esto no es más que una cuestión “moral” y que nadie puede decidir nada por otra mujer -porque no conocemos los procesos que la han llevado a tomar esa decisión, y que, en cualquier caso, serían tan legítimos como otros, porque todos lidiamos con infinitos condicionantes-. Para saber más, recomendamos leer Afrodita desenmascarada. Una defensa del feminismo liberal (Deusto), un ensayo de la brillante María Blanco.
Feminismo radical
El feminismo radical tiene un análisis más hondo: subraya que, tras la represión sexual del franquismo, rápidamente el cuerpo de la mujer pasó a mercantilizarse y a hipersexualizarse. Señalan que la “liberación” enseguida pasó a ser un negocio. Señalan que las mujeres no sólo son un cuerpo, y que, por supuesto, Cristina Pedroche no es sólo eso: tiene muchos más atributos como comunicadora, pero que si presenta todos los años las campanadas es por ese reclamo en el que la ha convertido la cadena -la primera en beneficiarse económicamente de esa exposición de su cuerpo-. En cuanto hay dinero y cosificación de por medio, ¿es auténtica la libertad?
El feminismo radical se pregunta por qué. Por qué una mujer decide comercializar con su cuerpo. Se pregunta si esa decisión es realmente libre. Y la respuesta es que no, que es por el patriarcado, que nos ha convencido de que sólo somos eso, nuestro capital carnal; pero se trata el mismo sistema machista que defiende únicamente nuestra “libertad sexual”, mientras que el resto de libertades no le interesan: prefiere no escucharnos. Si hablamos de feminismo, les caemos mal. Les gustamos más desnudas, prostituidas, expuestas, que empuñando un micrófono y hablando. Que ocupando puestos de poder y de decisión.
Indica el feminismo radical que en todo esto tiene que ver el empobrecimiento de la mujer, su precariedad, que igual que la lleva en ocasiones a prostituirse, a trabajar en la industria del porno o a alquilar su vientre a mujeres más ricas, la lleva a exponerse en el mercado de la carne -desde el mencionado Onlyfans al caso Pedroche-.
Las feministas radicales plantean: ¿y si nuestra presunta libertad sexual está condicionada por los deseos de los otros o por el mercado, y si está perpetuando estereotipos, y si nos lleva a la autoexplotación o al consentimiento de que nos denigren?
Para ahondar en un tema tan espinoso, es deseable escuchar a la Doctora en Filosofía Ana de Miguel, que desde hace años estudia teorías feministas y que publicó un libro indispensable, Neoliberalismo sexual. El mito de la libre elección (Cátedra). Ella plantea: ¿por qué son las mujeres las que exponen su cuerpo? ¿Por qué no se habla del traje que llevará un presentador de nochevieja? “Las chicas entienden que tienen que mercantilizar su cuerpo porque ese es su mejor recurso, y eso es una falsedad absoluta”, lanza.
¿Y si nuestra presunta libertad sexual está condicionada por los deseos de los otros o por el mercado, y si está perpetuando estereotipos, y si nos lleva a la autoexplotación?
En su ensayo, Ana de Miguel cuestiona el llamado “mito de la libre elección”: “Cuando vemos que en un comportamiento sólo hay mujeres a un lado -o en un 90%-, y, al otro, hombres como compradores, podemos postular que esa libre elección cae por su propia base. No es la libre elección la que está operando, sino los comportamientos marcados por el género”, explica.
La filósofa defiende que “cuando todo vale, nada vale”, y que no todo lo que elija una mujer va a ser feminista -imaginen que una mujer abre una empresa donde explota a sus trabajadores, por ejemplo-. En cuanto a la polémica de Pedroche, en concreto: “Ella podrá decir que nunca se ha sentido más libre que cuando enseña su cuerpo, pero ese acto no se puede calificar de feminista. Esa minoría de mujeres mediáticas que ganan mucho dinero por ello -un dinero que estas chicas de Onlyfans no van a ver- están legitimando que las jóvenes que no tienen otra cosa para vender más que su cuerpo, lo hagan. Como las inmigrantes. A estas mujeres mediáticas se les paga tanto porque legitiman el orden patriarcal de toda la vida. Gracias a ellas, muchas estudiantes sin trabajo venden su cuerpo en la red”, lamenta.
¿Cómo responde De Miguel a la pregunta de "y a ti qué más te da que ella haga con su cuerpo lo que quiera"? Nos da, dice De Miguel, porque “sin pretenderlo, puede tener otro tipo de consecuencias, como que un empresario diga a sus camareras: ‘Vosotras vais a venir a poner las copas medio desnudas, pero, ojo, solo las que quieran. Las que no, pueden marcharse, tengo a otras tantas esperando en la calle que sí querrán’”. Ahí queda eso. Juzguen ustedes mismos.