“Hay que desterrar el mito del violador feo o del perturbado mental: puede ser cualquiera”
En '¿Cerró usted las piernas?', Marta Jaenes y Rosa Márquez denuncian la cultura de la violación que subyace en todos los estratos de la sociedad: del cine y la literatura al poder judicial.
12 febrero, 2021 01:06“Un mundo sin violadores sería un mundo en el cual las mujeres se moverían libremente, sin temor a los hombres. El hecho de que algunos hombres violen significa una amenaza suficiente como para mantener a las mujeres en un permanente estado de intimidación”, dice Susan Brownmiller en la cita de apertura de ¿Cerró usted las piernas? Contra la cultura de la violación (Plan B). Es un libro imprescindible de Rosa Márquez y Marta Jaenes -creadoras del exitoso documental de Netflix ¿Qué coño está pasando?- que junta los retazos de las violencias sexuales contra las mujeres en todos los ámbitos: judicial, social, cultural, mediático, artístico y tecnológico, entre muchas más capas más o menos obvias.
Cuando una ve recompuestas las piezas del puzzle, la realidad resulta panorámicamente asfixiante: desde la jueza que preguntó a una mujer violada la cuestión con la que titulan el libro a la disforia de Snapchat y los filtros embellecedores para que todas seamos la misma muñeca muerta. Desde el caso Nagore Laffage al dique rebosante del #Cuéntalo, desde la erotización de las violaciones en el arte al caso Plácido Domingo. Todo está manchado, todo está contaminado más o menos sofisticadamente de un “clima de permisividad y tolerancia en torno a la violencia que sufren las mujeres”, como señalan las autoras. “Todo permite que esa violencia esté invisibilizada”.
El hilo que une subterráneamente todos estos casos -en los que las dos autoras entrevistan a numerosas expertas y reflejan también testimonios personales y terroríficos- es el del machismo más recalcitrante que nos considera, a las mujeres, meros objetos sobre los que el varón puede descargar su violencia, su deseo o su poder. Sin embargo, paradójicamente, se nos concede la denominación de “sujeto” cuando se trata de culpabilizarnos por todo: por ser sexuales o por no serlo, por querer tener sexo o por no tenerlo, por ser encuadradas -siguiendo los arquetipos rancios- en “putas” o “sumisas”.
¿La cultura de la violación se reduciría o se eliminaría desde el abolicionismo de la prostitución? ¿Hasta qué punto podemos decir que una mujer que quiere tener sexo por dinero -quizá con consentimiento, pero no con deseo- no está siendo violada? Apuntan las autoras a que es “un tema complejo”, pero defienden que “hay cosas que no se deberían comprar con dinero, porque al comprarlas las devaluamos, y una de ellas es el sexo”: “Esta es una sociedad neoliberal donde se premia la mercantilización del sexo. Hay hombres que creen que por pagarle a una mujer están legitimados a llevar a cabo conductas violentas”, señalan.
“El error es creer que se puede comprar el cuerpo de una mujer con dinero. Hay una devaluación de la mujer en general, lo vemos con los vientres de alquiler, donde se trata de poner precio a la capacidad reproductiva. Claro que desde el punto de vista comercial o neoliberal puedes argumentar que es un trato entre dos personas adultas y que hay consentimiento, pero devalúa la maternidad o la paternidad”, explican. “La prostitución está arraigada en la mentalidad de todos, a nadie le parece raro que se pague por sexo pero sí les chirriaría que Rosa y yo fuésemos amigas porque yo le estoy pagando”, indica Marta Jaenes. Y recuerdan que “si ofreces dinero, siempre hay alguien dispuesto a aceptarlo”.
¿Y por qué a veces a las mujeres, y a tantas mujeres feministas, les excita la fantasía de violación, siendo a la vez algo que nos aterra tanto?
Rosa: Lo preguntamos a casi todas nuestras entrevistadas, y la conclusión que sacamos fue que se ha erotizado tanto la violencia sexual desde el arte, el cine o la literatura, que se ha colado en todo, también en lo que consumimos nosotras. Fíjate en películas como 50 sombras de Grey o la reciente de Netflix, 375.
Marta: Pensamos que nuestro deseo es individual y particular, pero está influenciado por lo que tenemos alrededor. Nuestro deseo es construido.
Rosa: Incluso desde los grandes clásicos de la literatura erótica escritos por mujeres. Estoy pensando en Historia de O, que fue escrita con pseudónimo pero era el libro de Pauline Réage con el que intentaba recuperar la atención de su amante. Son relaciones sadomasoquistas en las que las mujeres siempre sufrimos, y hemos crecido leyendo esas historias. Nos lo cuenta Beatriz Gimeno en el libro: ahora lo conceptualizamos como “violencia sexual”, pero hasta hace poco era “sexualidad masculina”, que era como decir “sexualidad”, porque no había sexualidad femenina. Nosotras reivindicamos una nueva construcción del placer, porque hablamos mucho del consentimiento pero poco del deseo femenino. Hay que ponerlo en la agenda.
¿Cómo se redirige o reeduca el deseo?
Marta: En el libro hablamos del éxito del Satisfyer, que consigue que las mujeres por fin hayamos hablado de masturbación, cuando hasta hace no tanto era tabú. Los hombres se han pasado la vida dibujando penes en los baños, en las mesas… y nosotras no hablábamos de masturbarnos ni con nuestras amigas. A la vez somos críticas con esto, porque a la vez el Satisfyer simboliza un poco los tiempos en los que vivimos: esta cultura capitalista de la satisfacción rápida.
Sí, esto de “córrete rápido que hay que seguir produciendo y trabajando”.
Marta: Sí. “Orgasmos en dos minutos”. ¿Para qué? No tenemos tiempo para el placer. El feminismo, más que aprender, es desaprender todo el machismo que nos han inculcado.
Campañas para los hombres
Jaenes y Márquez denuncian que “cuando se habla de violencia sexual siempre se dirigen a las mujeres y ya es hora de dirigirse a los hombres”: recuerdan cuando en 2004 el Ministerio de Interior hizo una campaña contra las violaciones en la que daba consejos a las mujeres: “No vayas sola por la noche, lleva las llaves en la mano”, etc. Creen que ya es el momento de que estas campañas se dirijan a los jóvenes y les inculquen el “no te aproveches de una mujer que va borracha”, por ejemplo. “Necesitamos que los hombres cambien si queremos cambiar algo”, destacan.
“Uno de los mitos que queremos eliminar es que las violaciones son en callejones oscuros, a altas horas de la mañana y a punta de navaja. El 80% de estos delitos los comete alguien cercano a la víctima: amigos, compañeros de trabajo, la propia pareja”, subrayan. Entienden que lo deseable no es poner el foco en la autodefensa física feminista, porque estas agresiones “no son tanto cuestión de superioridad física como de poder, de dominación”: “Si no los blancos no dominarían culturalmente a los negros”, relatan.
Recuerdan la paradoja de que “si tú no te resistías y él no empleaba violencia no se consideraba agresión sexual, sino abuso, aunque hubieran penetrado a la víctima por todos los agujeros”: “Eso fue lo que ocurrió en Sanfermines. Se habló de intimidación ambiental, únicamente”. O lo que sucede con la violencia sexual en espacios de ocio. “Si estás borracha, o te drogan, o estás inconsciente, de nada te servirá llevar un spray porque no te vas a resistir, y eso, hasta ahora, no se consideraba agresión, sino simple abuso. Ahora está en la propuesta de ley cambiarlo”.
Cómo reconocer a un violador
¿Hay algún rasgo inequívoco que tengan en común todos los violadores? ¿Por qué es imposible, a priori, reconocerles?
Marta: Esa pregunta la hicimos mucho cuando entrevistábamos a expertas para el libro y casi todas nos dijeron que la única característica común es que eran hombres profundamente machistas.
Rosa: El violador puede estar en cualquier estrato social. Incluso en la violencia de género tenemos la imagen estereotipada de que las mujeres que dependen económicamente del marido son potencialmente más vulnerables, pero eso es falso, es un mito. Con la violencia sexual todas tenemos claro que nos puede pasar a cualquiera: les pasa a las niñas más pobres de las aldeas de Nigeria y a las estudiantes de las universidades más elitistas de EEUU. Y la violación la ejercen desde los guerrilleros terroristas a los estudiantes pijos, desgraciadamente.
Nos han enseñado que son perturbados mentales, o psicópatas… y muchos de ellos son gente perfectamente normal, incluso forman parte de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, como en el caso de La Manada. Hay que desterrar el mito del violador perturbado mental, o del violador feo, porque puede ser cualquiera. En la ficción nos lo han endulzado, lo han sofisticado.
Marta: Se ha dado el mito de que son hombres feos y que huelen mal, o que te pillan en un callejón. Pero mira el caso de Nagore: el violador era un estudiante de medicina, un chaval muy popular, con dinero, guapo, alto, joven, como ella… también tenemos que asumir que el violador puede ser nuestro familiar, o nuestro amigo.
Rosa: O mira el caso de Ted Bundy: su novia sospechó que era el violador al que estaba buscando todo el país, pero la desestimaron porque no encajaba en el ideal de lo que consideraban que es un violador o un asesino en serie. Era guapo, hablaba bien, estaba en política…
Marta: Contribuyen el cine y el arte. Lo dice Ana de Miguel: en el cine, si a muchas presuntas escenas de sexo le quitas la música y el glamour, descubres que todo es algo repugnante.
También desmentís en el libro que la mayoría de violadores en España sean extranjeros, que es algo muy usado por la extrema derecha.
Marta: Sí, es esa doble moral: por un lado niegan la violencia machista y quieren llamarla violencia intrafamiliar y pelean que no haya ley de violencia de género, pero cuando se produce una violación acusan a los agresores de ser extranjeros. Es su artillería xenófoba.
Rosa: Desde el principio de los tiempos se intenta desubicar al agresor del espacio donde se comete el crimen. Desde Jack el Destripador: en su día se decía que un inglés no podía haber cometido esos crímenes y se investigó a un barbero polaco. O en el caso de Diana Quer: culparon mucho a los feriantes porque decían que “no había podido hacerlo nadie de la zona”. O cuando Alcàsser.
Marta: Intentamos decir “son los otros, no pertenecen a nuestro grupo”. Lo explica Nerea Barjola: la gente siente que si saca la manzana podrida del conjunto, se soluciona el problema.
¿Reinserción sí o no?
¿Creéis en la reinserción del violador? Hay feministas radicales que piensan que deberían ser sometidos a prisión permanente revisable.
Rosa: Ese es otro de los mitos que nos han contado: que los violadores son muy reincidentes. Pero hablando con una funcionaria de prisiones que es experta en este tema, nos contó que el nivel de reincidencia es bajo. El problema es que hay unos pocos delincuentes sexuales que son muy reincidentes. Lo son en una pequeña proporción, en un 15%, mientras que en otros delitos la reincidencia es del 50%. Hacen falta programas para que puedan seguir su reinserción después de la cárcel. Todo está en la educación y la prevención. De nada nos sirve afrontar esto desde el punitivismo.
Marta: La violación, además, es un delito muy específico porque la mayoría de casos no se denuncian. Hay hombres que se pasan la vida abusando de un familiar y nadie les denuncia, así que ahí ni siquiera cabe la reinserción.
No es no
Señalan las autoras que en el pasado podía entenderse “que el deseo de la mujer honrada pasaba por decir que no y negar el sexo, aunque les apeteciese decir ‘sí’”, pero que ahora es casi al revés: “Hay una hipersexualización desde edades muy tempranas. Ahora no nos resulta tan obsceno el sexo como el sentimentalismo. ¿Cuántas veces te tienes que acostar con una persona para decirle ‘te quiero’? Da vergüenza reconocer que sientes algo más”, sostiene Rosa.
“Se nos educó en una visión judeocristiana, en la idea del pecado sexual… pero eso está pasando ya: ahora cuando decimos no, es no. De hecho, desde el cine nos han vendido que cuando una mujer dice ‘no’, en el fondo está diciendo ‘sí’. Como en Lo que el viento se llevó, cuando Escarlata O’Hara baja y él está borracho y se la lleva a la fuerza. Hay una elipsis donde entendemos que se han acostado, que la ha violado, pero por la mañana se levanta y ¡está encantada!”, exclama.
¿Qué hay del porno? El problema, para ellas, no es tanto el porno como que en eso consiste la educación sexual de niños y jóvenes. El drama no es tanto el porno “sino que se acceda a él desde edades tan tempranas y de forma masiva por internet”: “Se ha desdibujado mucho en los últimos años qué es real y qué es ficción. Antes había estrellas del porno famosas, pero ahora son gente desconocida que se graba en habitaciones y ya no sabes si cuando ponen ‘violando a su hijastra’ son actores o no. Se ha descubierto que en páginas como Pornhub se han colgado violaciones reales”, denuncian.
No establecen una relación directa entre el aumento de violaciones y el porno porque no existen datos concluyentes al respecto. “Lo que sí crea el porno son modas, tendencias: como el gang bang o las relaciones en grupo”.
Sexting y castigo
¿Qué hay del sexting? ¿Creéis que debería penarse con más dureza la difusión no consentida de estos vídeos privados?
Marta: El sexting viene a reforzar la imagen que se tiene de que la mujer que desea, es puta, y merece que se le infrinja un castigo social.
Rosa: Yo no estoy en contra del sexting; el problema ya no es que publiquen tus imágenes, es que te chantajeen con hacerlo. Es un delito muy nuevo, como todos los tecnológicos. Y cuando se difunden… bueno, pues la gente se ríe de estas chicas o las castiga. No olvidemos el caso de Olvido Hormigos, que reconoció en la tele que intentó suicidarse a partir de su experiencia. Por eso decimos que lo fundamental es asentarnos en el deseo y dejar de condenar a las mujeres por sus actitudes sexuales. Es paradójico que en una sociedad cada vez más pornificada se siga castigando a las mujeres por desear.
¿Qué debemos hacer las feministas ante casos como el de Plácido Domingo y el largo etcétera de artistas o músicos o intelectuales acusados o condenados por abuso o agresión sexual? ¿Los estamos alimentando si vais a sus conciertos o vemos sus películas? ¿Puede diferenciarse realmente el artista del agresor, o son todo el rato lo mismo?
Rosa: Cuesta reconocer que una persona que tú admiras sea alguien deplorable en su vida personal, o que haya hecho uso de su posición de poder para tener sexo con mujeres. Lo que no hay que hacer nunca es excusarles. Estos hombres tendrán que dar cuenta de sus actos en tribunales. Hay opiniones diversas entre las expertas.
Marta: Mira el caso de Maradona. Se fue a morir justo el 25 de noviembre, el Día de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Los políticos por la mañana poniendo tuits contra el machismo y por la tarde alabando a Maradona. No se puede blanquear, no se puede obviar que este hombre tenía acusaciones por agresión, o que le habían hecho fotos con niñas en Cuba… Es un tema doloroso. Como dice Ana de Miguel, no vamos a dejar de leer a Rousseau por cómo fuera en su vida privada, porque es verdad que hay obras trascendentes, pero yo no iría a la ópera a aplaudir a Plácido Domingo.