El desarrollo tecnológico va de la mano con el contexto social. Este es un hecho incuestionable que determina la velocidad a la que avanza la ciencia y la tecnología. Creencias religiosas, situación económica y cultural... todo afecta a la hora de crear nuevos artilugios y productos que cambien nuestra forma de vivir. Entonces, ¿pueden nuestras ideas sobre el género afectar al desarrollo tecnológico?
Katrine Marçal lo tiene claro, la respuesta es que sí. En su último libro La madre del ingenio (Principal de los Libros) defiende cómo grandes inventos se podrían haber desarrollado antes de no haber sido por el machismo y la falta de diversidad que durante años ha invadido a la ciencia. "Pocas cosas condicionan nuestro modo de pensar con tanta trascendencia como nuestras ideas sobre género. Influyen hasta en las máquinas que decidimos construir. Y en el futuro que somos capaces de concebir para la humanidad", sostiene en el libro.
"Mi madre era programadora al principio de los años ochenta, cuando aún era un campo dominado por las mujeres. Recuerdo cuando sus compañeras venían a casa, la mayoría eran mujeres con sus cabellos bien peinados y tartas en las manos. Esa fue la idea de tecnología con la que me crié y la que también vi cambiar", afirma Marçal en conversación con MagasIN. Con los años el sector de la programación cambió, hasta el punto de que "cuando mi madre se jubiló, era una industria dominada por hombres".
"Por eso, personalmente, siempre he pensado en la intersección de la tecnología y el género. Siempre ha sido algo que me desconcertaba. Porque se supone que la innovación debería resolver problemas y, ¿de quién son los problemas que estamos resolviendo ahora? Hay una gran parte de la población que no se tiene en cuenta, y obviamente si se incluye a estas personas y sus necesidades, podremos encontrar soluciones para ellos e incluso cosas que puedan beneficiarnos a todos", añade.
El coche eléctrico
En La madre del ingenio, la autora analiza diez avances sociales de los últimos siglos teniendo en cuenta la perspectiva de género: desde los trajes espaciales, para los que se necesitó el trabajo de costureras expertas en la confección de ropa interior femenina; a las maletas con ruedas, cuyo éxito en el mercado tardó más tiempo de lo que cabría esperar. Pero sin lugar a dudas, uno de los que más le "fascinó" a la hora de investigar fue el desarrollo del coche eléctrico y su influencia en los coches de combustible actuales.
A principios del siglo XX, un tercio de los coches eran eléctricos. Durante años hubo una lucha entre los fabricantes de los eléctricos y los de combustible para ver cuál de los dos copaba el mercado, con el final que todos conocemos. Pero antes de que el vehículo eléctrico prácticamente desapareciese (hasta la actualidad, que vuelve a cobrar protagonismo), ese tipo de coche se empezó a relacionar con las mujeres y ellas fueron las principales clientas.
En aquel momento, los coches de combustible se percibían como vehículos más 'varoniles'. Eran más difíciles de manejar, de arrancar, mucho más ruidosos, sucios y olían a gasolina. Por su parte, los eléctricos se podían arrancar desde el asiento del conductor y se les fueron añadiendo más comodidades que se relacionaban con las mujeres. "Fueron los primeros a los que se les instaló un techo, por ejemplo, ya que se suponía que las mujeres (a diferencia de los hombres), querían resguardarse de la lluvia", expresa Marçal en el libro.
Esta dinámica continuó durante años hasta que Byron Carter, un amigo de Henry Leland -presidente ejecutivo de Cadillac Motor Company-, murió por un accidente con un coche de combustible. Carter se rompió la mandíbula -una herida que luego se le infectó- al intentar ayudar a una mujer a arrancar el coche, ya que la manivela que había que usar salió disparada. Este mortal accidente llevó a Leland a buscar la manera de hacer más sencillo el arranque de sus coches. Años más tarde, en 1912, Cadillac sacó su Model Thirty, un vehículo de combustible, pero con arranque y luces eléctricas.
Una innovación que a día de hoy consideramos básica para cualquier coche, fue entonces puesta en duda porque, como llegó a escribir The New York Times, "se ve como un elemento de comodidad y conveniencia para las mujeres". "Las mujeres pueden conducir coches Ford con la mayor libertad y comodidad si se aseguran de que está equipado con un arranque eléctrico"; "deja que ella conduzca tu Ford", rezaban algunos anuncios de la época.
Este ejemplo muestra cómo sistemas tan útiles fueron rechazados durante años por gran parte de la sociedad y, en definitiva, del mercado, por el simple hecho de que lo utilizaban más las mujeres o 'el sexo débil'. Elementos como el techo o el arranque eléctrico podrían haberse incorporado antes en los coches de combustible (en aquel momento dirigidos a los hombres) si se hubiese tenido otro concepto de la masculinidad y feminidad.
"Al integrar en el coche de gasolina lo que durante tanto tiempo se habían considerado valores 'femeninos', los fabricantes agrandaron el mercado y el coche pasó de ser un producto especializado al objeto que hoy en día vemos", explica Marçal. Incluso en aquella época la revista Electric Vehicles afirmaba que "la influencia femenina es, en gran medida, responsable de los cambios más evidentes que se han operado en el diseño de coches de gasolina".
Por otro lado, pese a los problemas de batería que ya entonces presentaban los vehículos eléctricos, la autora se pregunta qué habría pasado "si su tecnología no hubiera llegado a percibirse como femenina (y por tanto, de menos importancia)". "¿Habría tenido éxito el coche eléctrico?". Una pregunta que "evidentemente, es imposible de responder", pero que cobra especial relevancia ahora que se sitúan como una posible solución a los altos niveles de contaminación.
La emergencia climática
Marçal tampoco teme abordar este tema de pura actualidad: el cambio climático. Además de reflexionar sobre cómo se ha concebido a lo largo de la historia la relación de las mujeres con la naturaleza, la autora expone cómo a los hombres -en mayor proporción que a las mujeres- no les interesa o ni siquiera creen en el cambio climático. Hasta tal punto que la Universidad Tecnológica de Chalmers tiene en cuenta la masculinidad en los estudios que está realizando sobre el negacionismo climático.
"Muchos de los hombres que niegan el cambio climático también menosprecian a las mujeres eminentes del movimiento con una intensidad que no es casual ni nace del desagrado personal hacia adolescentes suecas que llevan trenzas", escribe. "Su percepción del movimiento contra el cambio climático está relacionada con una amenaza para la sociedad industrial moderna basada en combustibles fósiles que ha estado dominada por la masculinidad blanca y heterosexual", añade.
En este sentido, la autora afirma que "cuando hablamos del cambio climático, vemos la tecnología como una fuerza masculina dura que necesita controlar y conquistar la naturaleza. Este es un paradigma de la innovación, un paradigma sobre la tecnología que es muy problemático y que nos ha llevado hasta estos dilemas a los que nos debemos enfrentar en la emergencia climática. Es necesario pensar de otra forma, particularmente sobre la relación entre la naturaleza y la tecnología, y para ello la inclusión de la mujer es fundamental".
"Considero que aún tenemos muchos problemas al hablar de sostenibilidad y medioambiente" y "estamos atascados con suposiciones de género, particularmente sobre lo que los hombres pueden querer o no, y lo que están dispuestos a cambiar en sus estilos de vida y lo que no", declara a MagasIN. "Siempre quieren conducir coches grandes o exigen comer una cantidad determinada de carne, y eso no cambiará. Considero que es un campo determinado por el género de una forma problemática".
No obstante, ella se muestra optimista ya que "se ha visto que nuestras ideas sobre el género y la masculinidad pueden cambiar" y espera que el libro "enseñe el potencial que tenemos". "Estamos innovando con una mano atada a la espalda, pero si incluyésemos a las mujeres y al resto de personas que han sido excluidas, podríamos conseguir mucho más. Y ese es el mensaje que espero que se entienda".
Por esa razón, para evitar que los prejuicios de género sigan afectando a nuestro desarrollo, Marçal considera indispensable que haya una mayor presencia femenina en la ingeniería y los negocios. "Otra cosa a tener en cuenta son las inversiones, y es que, como digo en el libro, los hombres reciben el 99% del capital de riesgo. Esto demuestra que hay algo mal, cuando tenemos muchas mujeres con grandes ideas que no pueden conseguir el capital que necesitan para hacer crecer sus negocios. Así que esa sería la segunda cosa que debe ser abordada. La tercera es simplemente la forma en que contamos la historia de la tecnología".