Veinte años después, el burka vuelve a ser obligatorio en Afganistán. Los talibanes han impuesto por decreto la obligatoriedad de que todas las mujeres lleven velo en espacios públicos para "evitar la provocación". Los fundamentalistas también las instan a quedarse en casa si no tienen trabajo. Una medida que se suma a la larga lista de retrocesos en materia de derechos y libertades que sufre el país desde que los islamistas retomaron el poder.
"A pesar de que el 99% de las mujeres afganas ya usan hiyab, el resto también debería usarlo y no hay excusa para ellas", decretó el Ministerio de Propagación de la Virtud y Prevención del Vicio a través de una orden pública de obligado cumplimiento.
Además, el líder supremo de Afganistán, Haibatulá Ajundzadá, señaló este sábado que por principio todas las mujeres deberían llevar en público un velo islámico que le tape todo el cuerpo para que no se pueda discernir su contorno femenino. También deben llevar el rostro tapado para "evitar provocaciones", una premisa que va en consonancia con la estricta ley sharía.
"Aquellas mujeres que no sean demasiado ancianas ni demasiado jóvenes deben taparse el rostro, salvo los ojos, tal y como indica la sharía. El objetivo es no generar provocaciones cuando se encuentren con hombres que no sean mahram (que es como se denomina a los familiares cercanos)", expresó, indicando que la prenda ideal para este tipo de casos es el burka, símbolo de la represión del islamismo más reaccionario.
"Despedidas de sus trabajos"
Quien se niegue a acatar la normativa podrá ser penado y "castigado". Las mujeres que trabajen de cara al público y no cumplan con los requisitos impuestos por los talibán "serán despedidas de sus trabajos", al igual que los maridos de aquellas que no respeten las normas. Los fundamentalistas recomiendan que las ciudadanas que no tengan un trabajo "se queden en casa".
Precisamente los talibanes han puesto el foco sobre los tutores legales o mahram de la mujer para forzarlas a acatar las estrictas normas de la sharía desde casa. Si ellas no cumplen con el mandato, el peso de la ley recaerá sobre los padres o maridos. Una decisión que se suma a la larga lista de privaciones de libertades que sufre la población afgana y que afecta en su amplia mayoría a las mujeres y a las niñas.
De hecho, la recomendación de llevar burka se extiende incluso hasta los domicilios de las afganas. Siempre que haya un hombre que no sea familiar, la mujer debe llevar el rostro tapado. Una pesadilla que se suma a la de las adolescentes, a las que se les ha prohibido acudir a los colegios a partir de los doce años bajo el pretexto de que primero el estado debe garantizar la segregación de sexos en la secundaria. Algo que, por otra parte, ya se cumplía antes de la toma del poder de los fundamentalistas.
Pese a que los fundamentalistas prometieron respetar los derechos de las afganas para poder obtener reconocimiento internacional, la realidad que viven las mujeres en el país se asemeja cada vez más a la época del primer régimen talibán de 1996 y 2001, cuando fueron recluidas en sus hogares, sin posibilidad de estudiar o trabajar.