
Alba Domínguez González con su libro 'Todos mis ojos tristes'.
'Todos mis ojos tristes', una novela que habla de dolor, esperanza y el poder de escribir para Vivir
Soy Alba González (diciembre, 2004), escritora y creadora de contenido en redes sociales y, desde los 12 años, día tras día, superviviente del suicidio, la depresión y el trastorno de la conducta alimentaria (TCA).
Cuando tenía 16, mientras estaba ingresada en un centro psiquiátrico, pensé en crear un libro con todos los escritos que tenía desde que empecé a sentirme mal, con la intención de encontrar, al menos, una sola persona a quien le pudiera ayudar.
Así surgió mi primer poemario: Una vida sin salud mental.
Tiempo después seguí publicando libros y, por suerte y trabajo, fueron muy bien recibidos. Mi vida empezó a mejorar por fuera, pero… dentro de mí no lo sentía así.
Fue hace un año, en una de esas noches en las que mi cabeza jugaba con mi cuerpo a ver quién da más vueltas, cuando me puse hacer lo que tantas veces me ha salvado: escribir.
¿Por qué lloras, Alba? —pensé—.
¿Quién te ha llenado los ojitos de lágrimas?
Hice una pausa y me dejé sentir.
Yo.
No os voy a mentir; me dolió pensarlo… Y lo vi injusto. ¿Por qué después de tanto daño que me han hecho, después de tanto dolor y sufrimiento, tengo que seguir haciéndomelo yo? ¿Por qué cojo el cuchillo con el que otros me apuntan al cuello y lo clavo todo lo que puedo? Pero sobre todo: ¿Qué le diría a una persona que se siente igual?
¿Qué le diría a una persona que se siente perdida? ¿Qué le diría a una persona que no tiene la esperanza de volverse a encontrar? A aquella que piensa que está rota y cree que no hay manera de volverse a reparar. A quien siente que la vida es un peso demasiado grande para soportar.
¿Qué le diría a una persona que todavía no sabe que merece darse la oportunidad de vivir de verdad?
Así surgió mi último libro Todos mis ojos tristes.
Una mezcla de novela y poesía, donde, a través de páginas en negro, una niña con ojos tristes mantiene una conversación con una persona que se le acerca, haciéndole la misma pregunta que yo me hice esa noche. Una historia que surge con nuestras protagonistas sentadas en un banco, pero que es un camino hacia la vida.
Porque la vida se trata también de aprender que a veces somos nuestro peor enemigo, pero podemos dejar de hacerlo. Que podemos aprender a abrazarnos más y juzgarnos menos. A tratarnos como tratamos a los demás para darnos cuenta de aquello que tenemos que cambiar. Que merecemos darnos un poquito del cariño que regalamos y que, aunque a veces no lo creamos, guardamos mucha vida detrás de nuestra mirada.
A todos los ojitos tristes que leen esto sin un ápice de esperanza;
hay mucha vida después del dolor.