Mujer sonriendo.

Mujer sonriendo. Istock.

Estilo de vida

Estos son los sencillos aspectos a los que debes prestar atención antes de los 30 para ser una persona feliz

Aunque hayamos crecido aprendiendo que hay factores externos que provocan la felicidad, lo cierto es que depende en un 50% de nosotros.

29 agosto, 2024 12:00

La felicidad es algo que buscamos en todas las etapas de nuestra vida. En la infancia, adolescencia, juventud, adultez y vejez buscamos tener esos estímulos que nos hagan reír o sentirnos plenos con nosotros mismos. Es cierto que, en cada época de nuestra vida, esta emoción se consigue de forma diferente, pero el objetivo siempre es el mismo. 

Toda esta búsqueda nos hace cuestionarnos constantemente si estamos siendo lo suficientemente felices con relación a nuestra edad o, simplemente, estamos "sobreviviendo" a todo lo que nos está pasando, y de vez en cuando sonreímos. Nos preguntamos a nosotros mismos e, incluso, nos cuestionamos si hay algo que podemos cambiar.

A pesar de que haya cosas que sean imposibles de modificar, si es cierto que llegados a una edad, nos cuestionamos si estamos poniendo de nuestra parte para llegar a esa ansiada felicidad. Según los expertos, depende de tres factores: la predisposición genética, en un 40%; las condiciones de vida, en un 10%, y las actividades voluntarias, que dependen de nosotros mismos, en un 50%. Y estas son algunas de las que debemos prestar atención.

Conócete a ti mismo

Nunca terminamos de conocernos a nosotros mismos, pero si lo intentamos, podemos llegar a conocer una gran parte de lo que somos. Qué nos enfada, qué nos gusta, qué nos hace felices, qué nos pone tristes, dónde está nuestro límite o, incluso, qué pasaría si alguien lo traspasa y por qué debemos corregir —o no— esa reacción.

Somos la persona con la que vamos a pasar toda nuestra vida y debemos saber cómo es nuestra personalidad. Una vez lo hagamos, nos ayudará a redirigir nuestras acciones, elegir nuestras amistades, nuestras parejas y conseguir que otras personas también conozcan esa parte.

Cada vez más gente se atreve a encontrar esas pequeñas partes que no conoce de sí mismo, de hecho, los expertos recomiendan reforzar el autoconocimiento y la autoconciencia a través de distintos métodos. 

Uno de los modos para conseguirlo es el mindfulness o la meditación, no hablamos de hacernos expertos, simplemente de parar, respirar y estar con uno mismo. Existen muchos sistemas e incluso técnicas guiadas para conseguirlo, pero hay quienes también se introducen en el journaling, o lo que se traduce como escribir nuestras emociones, gustos y aprendizajes.

Prioriza las relaciones importantes

Según Robert Waldinger, uno de los mayores investigadores de Harvard que centra sus estudios en la felicidad, las relaciones sociales son la clave para ser feliz. No solo nos hacen sentir bien, reír, desahogarnos y dejar de pensar, sino que las propias investigaciones muestran que el contacto físico libera la hormona responsable de esta emoción. 

Cuando experimentamos contacto físico, nuestro cerebro libera oxitocina, una de las hormonas de la felicidad más importantes, sinónimo de amor, empatía y de bondad. El afecto físico puede reducir el estrés, disminuir la sensación de soledad y promover un estado de ánimo positivo.

Imagen de amigos.

Imagen de amigos. Freepik.

Sin embargo, en este punto, también resulta fundamental priorizar aquellas relaciones que realmente nos hagan sentir bien la mayor parte del tiempo y, por tanto, nos ayuden a liberar esa oxitocina que nos hace felices. 

El amigo excéntrico que cancela en el último momento. La cita de Tinder que no se compromete, el familiar que te deja sintiéndote agotado, la persona que da vueltas en tu cabeza porque no te deja nada claro… Todo ello, no nos hace felices, sino que compromete el proceso.

Uno de los mejores cambios que podemos hacer a los 30 es comenzar a ser proactivo en nuestras relaciones reales, y eliminar las que no nos aportan nada. Lo ideal es echar un buen vistazo a nuestra vida y filtrar a las personas que nos molestan o perjudican nuestro bienestar.

Al dejar a estas personas fuera, tendremos mucho más tiempo para las personas que sí cuentan. Tenemos que dejar espacio para relaciones sencillas y directas en las que sepamos dónde nos encontramos. 

Vive con menos

Cuando estamos rodeados de desorden, es difícil pensar con claridad. Compramos más y más, pero como las cosas nuevas pierden rápidamente su novedad, nunca alcanzamos lo que anhelamos. Mientras tanto, tenemos más pertenencias que ordenar, distraernos y corroer silenciosamente nuestra cuenta bancaria.

Una limpieza espectacular, de la escala que recomienda la gurú del orden Marie Kondo, nos permitirá recuperar nuestra relación con las cosas. De hecho, los expertos recomiendan estar rodeado de menos cosas, para sentirnos menos estresados. En cambio, podemos invertir el tiempo y dinero experiencias; algo que evoca una felicidad mucho mayor a través de las historias y los recuerdos.

Lo más importante es que volveremos a centrarnos en nosotros mismos. En lugar de definirnos por los objetos que poseemos, es una cierta forma de saber quienes somos realmente: libre de desorden y "cosas".

Aprende a decir que no

La libertad es una de las claves que nos permite alcanzar la felicidad en nuestra vida, pero para ello hay que tener muy claro qué es lo que queremos y, sobre todo, qué nos merecemos; sin embargo, muchas veces por no decepcionar a otra persona o las expectativas ajenas, acabamos haciendo cosas que no nos apetecen.

Mujer en la cama.

Mujer en la cama. Freepik.

De aprender a decir que no apareció lo que hoy en día se conoce como JOMO (Joy of Missing Out) o su nombre en español, disfrutar de perderse algo. Reivindica la conexión con aquello que de verdad queremos, decir que 'sí' a esos planes que verdaderamente nos apetecen, salir de casa el día que tengamos ganas, pero también resguardarnos entre las sábanas los días que no.

Para ser feliz, es fundamental priorizar el autocuidado, huir de las sensaciones de angustia que nos provoca estar en sitios donde no queremos estar, pero también escapar del pensamiento en el que, por decir que no, somos malas personas.

Aprende a decir que sí 

Aunque parezca contradictorio, también tenemos que aprender a decir que sí, disfrutar de las mariposas en el estómago, tener miedo y atrevernos a hacer aquello que nos apetece hacer. Sin pensar en el que dirán o qué será lo próximo. 

Todo el mundo experimenta miedo, pero lo que cuenta es cómo lo afrontamos. Una vez que seamos consciente de la forma en que obstaculiza la mayoría de las decisiones importantes, podemos adquirir el hábito de solucionarlo. 

Los 30, un momento en el que realmente nos conocemos a nosotros mismos, es un momento natural para comenzar a enfrentar el miedo. Siempre que enfrentemos una decisión "aterradora" —ya sea viajar por el mundo, dejar el trabajo o abandonar una relación—, toma en cuenta el miedo que nos está frenando. En su mayor parte, el papel inconsciente que desempeña es en realidad un argumento para la acción.

La decisión más aterradora casi siempre es la mejor; llevándonos a una oportunidad que nos hará crecer como personas y aprender cosas nuevas. En lugar de dejar que el miedo se interponga en nuestro camino, tenemos que superar el sentimiento.

Busca la satisfacción

La felicidad es fundamental en nuestra vida y como ya hemos comentado, es algo que buscamos a cualquier edad. A pesar de todo, es cierto que hay veces que nos olvidamos de lo importante que es sentirnos satisfechos. 

La felicidad se considera un estado emocional duradero que implica la capacidad de experimentar placer en las actividades diarias, tener un sentido de propósito y sentirse satisfecho con la vida en general; sin embargo, la satisfacción se refiere a un sentimiento de contento que se obtiene al alcanzar metas o deseos, que por lo general perdura en el tiempo.

Debemos buscar ese momento en el que el estado del bienestar dure, que no sea que estamos felices porque vamos a comer a nuestro restaurante favorito —que también— si no que nos sintamos satisfechos de que nos conocemos a nosotros mismos o hemos aprendido a decir que no.