Marta Robles: "Solo hay dos temas fundamentales en la vida: el amor y la muerte"
La autora publica 'Lo que la primavera hace con los cerezos', una obra sobre el amor, en su sentido más profundo.
10 diciembre, 2022 03:14El último medio verso del poema Catorce, de los Veinte poemas de amor y una canción desesperada, de Neruda, da título a mi último libro. “Quiero hacer contigo/ lo que la primavera hace con los cerezos” rezan sus dos últimas líneas. Es toda una declaración de amor. Del mejor amor posible. De ese amor que pretende que el ser amado florezca. Que saque lo mejor de sí.
Solo hay dos temas fundamentales en la vida. El amor y la muerte. El amor porque nos hace vivir y la muerte, porque nos recuerda que somos efímeros. Y son el amor y su perdida, el desamor, como también la muerte, que nos aterra más allá de lo desconocido, por el abandono que supone de todo aquello a la que amamos, los que mueven la creación.
De esa relación entre el amor, el desamor y la pérdida con la creación, trata mi último libro. Un ensayo que le roba el título a ese verso del poema de Neruda, tras el que se resguardan fascinantes historias de amor y desamor de los más grandes creadores de todas las disciplinas. Músicos, poetas, escritores, cineastas, fotógrafos…, ninguno de ellos cuenta con una obra lineal.
Todas tienen picos y valles, dependiendo de las emociones que los abrazan. Algunos necesitan el amor para crear, otros notar su ausencia, sentir el tormento del desamor o acusar la pérdida. Freud aseguraba que la creación nacía de la pulsión sexual. Y aunque el sexo y la pasión empujen a los creadores, lo hace mucho más el amor porque, como decía Voltaire, “ataca a un tiempo a la cabeza al cuerpo y al corazón”.
Las pasiones duran poco. Apenas el tiempo de la floración de los cerezos. El amor, o su recuerdo desde la nostalgia de haberlo perdido, puede durar toda la vida. ¿Pero qué es el amor? ¿Cuántos tipos de amor existen? Desde la antigua Grecia nos empeñamos en clasificarlo, etiquetarlo, comprenderlo y hasta esquivar la zozobra que nos provoca.
Pero al final, todos sabemos que la vida carece de sentido sin amor y amamos aunque nos duela o incluso nos destruya. Los grandes creadores aman y desaman para sentirse vivos, como los demás; pero también para crear. Por eso lo hacen aún con mayor intensidad y con la esperanza de que toda la emoción que les embarga acabe en sus obras. Saben que, sin esa emoción, sus creaciones no serán arte. Para lograrla, cada uno ama y desama a su manera.
Los principales creadores del mito de Don Juan -Tirso de Molina, Zorrilla, Mozart, Byron y Moliere-, viven el amor como sus propios donjuanes; los que necesitan el tormento como inspiración -Frida Kahlo, Salgari, Artemisia Gentileschi, Larra, Tolouse-Lautrec, Victor Hugo, Marilyn Montroe, Sid Vicious…- se regodean en el sufrimiento; los que requieren mayor intensidad se adentran en los amores más negros -Simenon, Hammet, Chandler, Patricia Highsmith… – o hasta se convierten en asesinos -Caravaggio, Nancy Crampton, Anne Perry, Burroughs-.
Algunos viven sus amores desde sexualidades diferentes, que en muchos períodos de la historia están prohibidas -Gertrude Stein y Alice B. Toklas, Oscar Wilde y Alfred Douglas, Dijuna Barnes y Thelma Wood, Virginia Woolf y Vita Sackville-West, Francis Bacon y José Capelo…-; y otros eligen la promiscuidad – Lope de Vega, Galdós, D’Annunzio, Lucian Freud, Hemingway, Hedy Lamarr-.
Entre los creadores hay mujeres fatales -Alma Mahler, Lou Andreas-Salomé, Colette, Lilia Brik- maniáticos, fetichistas y depravados – Joyce, Dickens, Lewis Carroll, Berlanga y Buñuel- misóginos, maltratadores y machistas -Quevedo, Jardiel, Neruda, Picasso, Lennon, Bukowski-, relaciones abiertas -Allen Gingsberg y Peter Orlovski, Simone de Beauvoir y Sartre, triángulos amorosos -Henry Miller, Anaïs Nin y June Mansfield, Paul Bowles, Jane y Cherifa o Los Schumann y Johannes Brahms; o amores aprovechados -Robert Capa y Gerda Taro, María Lejárraga y Gregorio Martínez Sierra o Mary y Perci Shelley…
Y todos estaban clasificados desde mucho antes de existir en aquellas antiguas Grecia y Roma, donde tanto se temía al amor y a las mujeres y donde, precisamente una de ellas, Safo, inventó el amor... Amor, desamor, pérdida y creación. “Creer que el cielo en un infierno cabe”. Todo esto es lo que el lector va a encontrar en Lo que la primavera hace con los cerezos. “Quien lo probó lo sabe”.