María de Maeztu (1881-1948) fue una revolucionaria de la primera mitad del siglo XX. No en la concepción izquierdista del término, sino que ella allanó el camino para alcanzar lo que entonces era una utopía: la igualdad entre hombres y mujeres. Su radiografía social le devolvió un diagnóstico en el que basaría su discurso durante toda la vida: el acceso sin restricciones a la enseñanza para quien hasta entonces estaba reducida a cumplir con labores domésticas y de cuidado de la familia. Un revolución feminista.
Así se describía ella en un artículo de 1925: "Soy feminista, me avergonzaría no serlo". El nombre de María de Maeztu se asocia a la fundación de la Residencia de Señoritas y del Lyceum Club Femenino pero su obra pedagógica no se circunscribe simplemente a esos dos hitos, sino que fue una constante a lo largo de su biografía. Sobre todo en sus últimos años, tal vez menos tratados en los estudios sobre su figura por las especiales circunstancias de su salida de España y su condición de exiliada de derechas —a su hermano Ramiro lo fusilaron a finales de octubre de 1936—.
Esa es la valoración de la investigadora Carmen de Urioste Azcorra, encargada de la edición del volumen Feminismo, literatura y exilio (Renacimiento), donde se recogen los artículos periodísticos escritos por Maeztu entre 1937 y 1945 desde la otra orilla del Atlántico. Unos textos en los que fundamentalmente se respira su incansable lucha en pro de la educación femenina, pero que también aúnan ensayos académicos y de divulgación sobre pedagogía, reportajes sobre su experiencia en lo colleges americanos o sus análisis de disintitos sistemas educativos.
"Ayer como hoy, lo único que importa de veras es que cuando las mujeres fuesen a realizar una tarea intelectual, una obra creadora, pudiesen realizarla como lo que son, con libertad y con independencia", escribe Maeztu en 1941. Dos años antes se manifestaba así: "Si vive la mujer en régimen de esclavitud, de su recinto no saldrán más que esclavos. Tiene la mujer que ser persona con todos los derechos que como tal le corresponden para ser responsable de sus deberes".
Esta recopilación de escritos de una de las figuras más destacadas del panorama pedagógico español, mentora del grupo de las Sinsombrero, pretende sacar a la luz lo más íntimo de su obra, adentrarse en lo que pensaba esta mujer moderna —extremadamente moderna para el contexto en el que le tocó vivir—, artífice del proyecto de educación femenina más valiente de principios del siglo XX.
Maeztu recoge palabras de elogio dedicadas a sus referentes, como Emilia Pardo Bazán, "la más varonil de nuestras escritoras". "¿Quién ha escrito esto, un hombre o una mujer?", opina sobre los libros de la condesa. Y es que la culta escritora, precisamente por serlo, no aspira más que a eso: a ser artista, literata. (...) Porque
esta es la verdad, la única y terrible verdad: lo que para el hombre suele ser tan solo una parte o momento de su vida, un deporte, un juego —literatura, política, economía, arte—, para la mujer, aplicada a una de estas actividades, suele ser todo".
También aplaude las reflexiones de Virginia Woolf: "Invierte los términos ydice: No es que el trabajo nos hará libres, como pretendía Marx, sino que, para trabajar, para producir obra creadora, necesitamos primero como conditio sine qua non, ser libres. Los grandes genios no han surgido de la pobreza, sino que han debido tener previamente un mínimo bienestar. Y ese bienestar les ha permitido hacer su obra. Se requieren previamente ciertas condiciones de orden material, económico, y las mujeres han sido pobres desde que el mundo es mundo".
Proyecto pionero
Nacida en Vitoria en 1881 y con unas calificaciones excelentes en los estudios de la Escuela Normal de Maestras, María de Maeztu se inició como profesora en la Academia Anglo-Francesa fundada por su madre en Bilbao. Tiene una frase memorable que resume su filosofía: "Es verdad el dicho antiguo de que la letra con sangre entra, pero no ha de ser con la del niño, sino con la del maestro". Viajó por Europa y conoció los entresijos de los sistemas educativos vecinos, hasta que en 1915, el mismo año que obtuvo el título universitario en Filosofía, fundó la Residencia de Señoritas.
Este proyecto buscaba "ofrecer a las alumnas la garantía de un hogar espiritual rodeado de benéficos influjos, en el que poder disfrutar de las ventajas de la vida corporativa, de un sano ambiente moral y de toda clase de estímulos y facilidades para el trabajo". En ese contexto sobresalió Maeztu, liderando el movimiento en pro de la educación superior de la mujer y de su incorporación a la vida activa. Por este primer centro destinado a la formación universitaria femenina, apoyado por le International Institute for Girls in Spain, pasaron Victoria Kent, María Zambrano, Clara Campoamor, Josefina Carabias o Maruja Mallo, entre muchas otras. También la Nobel Marie Curie.
Defensora del sufragio femenino, Maeztu fue la primera presidenta de la Federación Española de Mujeres Universitarias y tuvo un papel muy destacado en la fundación del Lyceum Club Femenino en 1926, asociación que promovía el desarrollo cultural, profesional y educativo de las mujeres, que contó con entidades similares en otros países.
La Guerra Civil la transformó ideológicamente, distanciándola de sus convicciones liberales, especialmente por la ejecución de su hermano Ramiro. En Sudamérica siguió pronunciando numerosas conferencias y escribiendo artículos sobre pedagogía y la necesidad de la educación femenina. Unas reflexiones que ahora se recogen en Feminismo, literatura y exilio y que demuestran la deuda que tiene la mujer —y la sociedad— española con María de Maeztu.