En enero de 1942 y ante los estragos que estaban causando los submarinos nazis en las aguas del Atlántico, la Marina Real británica decidió crear una unidad especial para desarrollar nuevas y más efectivas tácticas en la guerra naval. Esta misión, cuya base de operaciones se encontraba en Liverpool, se le encargó al capitán Gilbert Roberts y a un equipo formado principalmente por integrantes del Real Servicio Naval de Mujeres, más conocidas como "wrens" por el acrónimo en inglés.
Poco tiempo después de la creación de este grupo, el almirante Max Horton, el mayor especialista que tenía Reino Unido en las operaciones bélicas relacionadas con submarinos, se acercó hasta Liverpool para comprobar los avances de la denominada WATU (Western Approaches Tactical Unit). Era bastante escéptico en cuanto a la labor de esta unidad, y se marchó furioso del edificio tras perder en una batalla naval simulada frente a una veinteañera de nombre Janet Okell, una de las "chicas jóvenes" de Roberts, que nunca en su vida había estado en el mar.
Esa anécdota refleja a la perfección el éxito del trabajo desarrollado por el capitán británico y las "wrens" —una mujer inexperta dejando en evidencia al gran maestro en el arte de la guerra bajo el agua—, que a la postre sería decisivo en el transcurso de la II Gerra Mundial y en la derrota de los ejércitos de Hitler. La clave estaba en recrear y analizar los enfrentamientos que tenían lugar en el Atlántico a través un juego de estrategia, una suerte de Risk de submarinos, que permitía descifrar los movimientos de los U-boat alemanes e ingeniar nuevas tácticas para neutralizar los efectos de sus torpedos.
Las naves sumergibles nazis habían supuesto desde el principio de la guerra un verdadero quebradero de cabeza para las fuerzas aliadas, empujando al fondo del mar a decenas de buques mercantes cargados con provisiones para Reino Unido. Wiston Churchill sabía de la importancia de ganar la llamada batalla del Atlántico, y le presentaron a Gilbert Roberts antes de que este, un capitán al que se había dado de baja del servicio por padecer tuberculosis, emprendiese su misión. "Averigua qué está sucediendo y hunde los submarinos", le dijo el premier británico.
El jefe de la WATU y sus ayudantes —al menos 66 mujeres pasaron por esta unidad entre enero de 1942 y julio de 1945, cuando se cerró— montaron en uno de los pisos del edificio un gigantesco tablero bélico de miniaturas. El suelo de madera se dividió en una suerte de casillas, sobre las que se movían las naves de carga y sus protectoras de los aliados y los submarinos nazis. Tanto los movimientos de las embarcaciones como de los proyectiles disparados eran registrados con tiza y cuerdas sobre el piso de la forma más real posible —teniendo en cuenta la velocidad, el alcance de los torpedos, la capacidad de los sonar, etcétera—.
Tácticas exitosas
Estas recreaciones fueron el mejor entrenamiento posible para los 5.000 oficiales de la Marina británica, que comprobaban cómo muchas de sus decisiones se topaban con la tiza verde, la que describía el camino de los proyectiles de los U-boat. En un combate de verdad, su tripulación estaría en el fondo del mar. Pero los experimentos del juego también fueron contrastados con los testimonios de otros marinos que habían tomado parte en choques reales con los alemanes. Todo ello sirvió a Roberts y al resto de mujeres, expertas en estadística y matemáticas, para desarrollar estrategias que redujesen el impacto de las temibles armas enemigas.
La primera de ellas, que arrojó resultados exitosos, se acordó ese primer mes de enero de 1942. Los informes hablaban de que los submarinos nazis estaban atacando al convoy desde dentro de la formación: es decir, se aproximaban de noche por la zona de popa, se infiltraban confundiendo a los radares con el resto de embarcaciones que componían la caravana marítima, disparaban sus torpedos y escapaban por donde habían venido.
La táctica ingeniada por la WATU no evitaba el impacto de las bombas, pero se concluyó que los acorazados que acompañaban a los mercantes y los flanqueaban debían retroceder y formar una línea firme detrás del convoy. Luego debían rastrear al submarino en su huida utilizando un sonar y lanzar las cargas de profundidad cuando fuese identificado. Jean Laidlaw, una "wren" de 21 años, dio el nombre en clave a este movimiento: Raspberry (frambuesa), como una mofa a Hitler. Otras maniobras también serían bautizadas con referencias a frutas.
Gracias a este equipo, los aliados firmaron decisivas victorias como la del Convoy ONS 5, en mayo de 1943, que enfrentó a unos cincuenta barcos y escoltas con más de 40 U-boat. La batalla duró una semana, y aunque británicos y canadienses perdieron 13 naves, lograron hundir siete submarinos nazis y dañar seriamente otros tantos. Un balance sin precedentes hasta ese momento que confirmó el éxito de la unidad especial.
Al término de la guerra, cuando Gilbert Roberts viajó a la base de submarinos alemana de Flensburg, le mostraron una fotografía suya clavada en una pared con la siguiente frase: "Este es su enemigo, el capitán Roberts, director de tácticas antisubmarinos". Los nazis lo tenían fichado, era como una pesadilla para ellos, pero esa imagen olvidaba un elemento muy importante: el triunfo del capitán, finalmente aplaudido por el almirante Horton, no hubiera sido posible sin la incalculable ayuda de las "wrens", las asombrosas mujeres de la Marina Real británica.