La reina de los drapeados que vistió a las mujeres de diosas griegas y desafió a los nazis
Madame Grès no sabía coser, pero se convirtió en la diseñadora que más ha inspirado a los modistos que vendrían en las generaciones futuras.
12 agosto, 2023 02:29Fue conocida como la gran dama de la costura, la reina de los tejidos plisados o drapeados y “la esfinge” de la moda. “Para que un vestido sobreviva de una época a la siguiente, debe estar marcado con una pureza extrema”, declaró Madame Grès (1903–1993) en una ocasión.
Compartía con Cristóbal Balenciaga un talento indiscutible e indiscutido por sus colegas de profesión, la admiración de estos y de una clientela internacional exquisita y sofisticada, una dedicación absoluta al trabajo y el carácter intemporal de sus creaciones.
Sus vestidos y plisados se convirtieron en una especie de sello personal y son un prodigio de técnica, sensibilidad y visión de futuro, por lo que no han perdido ni un ápice de modernidad y hoy son de los más copiados en las alfombras rojas.
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Había nacido en París, el 30 de noviembre de 1903, en una familia judía de clase media, y su nombre era Germaine Émilie Krebs. Quiso estudiar ballet y arte, pero a sus padres no les pareció buena idea, y se decidió por la costura, una profesión considerada en la época más ‘'segura y conveniente’' para una mujer.
Con 17 años, Germaine Émilie empieza trabajar en una sombrerería (un bautismo de fuego que muchos de los grandes modistos hubieron de pasar) y luego entró en la Maison Premet, una casa de alta costura en la parisina place Vendôme, donde desde 1924 y hasta 1930 aprendió los rudimentos de la moda. Pero nunca le gustó coser ni hacer bocetos o patrones.
En 1933 Julie Barton y Mademoiselle Alix, seudónimo con el que se conoce entonces a Germaine Krebs, inauguran la Maison Alix Barton en la rue de Miromesnil. Su primera colección Primavera-Verano presenta ya los características drapeados que harán famosa a la diseñadora y los nuevos tejidos.
Un año más tarde, los inversores que la respaldan deciden que la marca tome el nombre de Maison Alix con Mademoiselle Alix liderando el negocio en solitario. En 1935 la diseñadora realiza las prendas para la obra de teatro La Guerre de Troie n’aura pas lieu (No habrá guerra en Troya) del dramaturgo francés Jean Giraudoux.
El vestuario será un rotundo éxito, y las publicaciones de moda se hacen eco del talento de Mademoiselle Alix . En 1937 Germaine Krebs se casa con el artista ruso Serge Czerefkow, más conocido en el mundo artístico como Grès: Mademoiselle Alix se convierte en madame Grès.
No para: diseña varios modelos para el Pabellón de la Elegancia en la Exposición Internacional de París de 1937, en la que logra el primer premio de la alta costura, y para el Pabellón de Francia en la Exposición Internacional de 1939 en Nueva York, lo que supone un gran reconocimiento a su labor.
Princesas, aristócratas, estrellas de cine, ricas herederas y la prensa especializada se enamoran de las creaciones que salen de las manos de Mademoiselle Alix, quien trasmuta las formas clásicas en modelos increíblemente modernos.
En 1938, se convierte en accionista del 50% de la Maison Alix. Poco después nacerá su hija y en 1939 comienza la Segunda Guerra Mundial. El marido las abandonará a su suerte en una ciudad en la que ya suenan los tambores de guerra, para huir a la Polinesia francesa.
En 1940, madame Grès deja París con su hija y se refugia en el Alto Garona, junto a los pirineos. Al parecer, en la zona no podía ir al peluquero y, para no perder tiempo en peinarse, adopta la costumbre de lucir su famoso turbante, que se convertirá en su signo distintivo.
Valiente, vuelve a la capital gala tras la ocupación y, en 1942, vende sus acciones de la Maison Alix y, con ayuda de Lucien Lelong –entonces director de la Cámara Sindical de Costura– funda la Maison de Couture Grès, en el nº 1 de la rue de la Paix.
Su primera colección supone su consagración en la técnica del drapeado. Madame Grès cortaba los trajes directamente sobre las modelos, para lograr vestidos sin apenas costuras, que esculpía sobre el cuerpo de la mujer, en busca de la pureza de líneas.
Para ella la costura era como la escultura: "Trabajo con mis manos, con una masa de tela, como un escultor con arcilla... una tela tiene carácter, vida propia. Tocándola sé lo que estoy haciendo, pero no puedo obligarla a hacer lo no quiere".
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Modelaba las telas como si se tratara de piedra, esculpiéndolas, para conseguir prendas que son verdaderas obras de arte. Por eso Christian Dior dirá de ella: "Cada vestido que hizo es una obra maestra". Como todo artista, Madame Grès es gran admiradora del arte clásico y grecorromano.
Sus vestidos de crepe llevan drapeados y pequeños plisados, cosidos a mano, de un milímetro de diámetro. Igual que hacía Mariano Fortuny, en quien seguro se inspiró. El pintor y diseñador español afincado en Venecia fue el primero en crear, en 1909, un vestido completamente plisado, el Delphos.
Se convertirá así en el vestido más famoso de la Historia de la Moda, pues se llevaba sin ropa interior debajo, lo que liberaba a la mujer de la cárcel que suponía para ella el corsé. Los vestidos de Madame Grès también respetaban al máximo la libertad de quien lo llevaba, buscando la belleza y la comodidad.
Poco a poco va depurando su técnica, esculpiendo la tela: con los plisados hace que el tejido vaya formando pliegues, que son más pequeños que las tablas, con las que forma un tableado. Los drapeados son también pliegues o frunces en un vestido, pero colocados al bies (en diagonal) para favorecer una determinada caída de la tela.
Esos pliegues, frunces o drapeados se aseguraban cosiéndolos uno a uno, de modo que quedaran fijos. Por eso, un solo vestido de noche de la firma Madame Grès podía tener más de 1.000 pliegues y requerir más de 300 horas de costura a mano. Sus tejidos favoritos eran el punto de seda, el tafetán, el lino.
Eso le proporciona volumen y, al mismo tiempo, una estructura interna que no requiere el incómodo corsé ni las odiosas ballenas que se clavaban en el cuerpo femenino. Los plisados son como las estrías de una columna de mármol, pero capaces de cobrar vida al menor movimiento de quien lo lucía.
Y es tal el triunfo de sus modelos, que se convierte en objeto de deseo de las esposas de los oficiales nazis destinados en París. Pero Madame Grès, de familia judía, se niega a coser para ellas. Y desobedece también la orden de los alemanes de ahorrar tela y elaborar solo ropa funcional.
Para entender el desafío de Grès hay que saber que casi tres metros de tela, en sus manos y después del minuciosos proceso de plisado o drapeado podían convertirse en apenas un palmo de tela.
En enero de 1944, como medida ejemplar, los alemanes dan la orden de cerrar la Maison Grès y la Maison Balenciaga, las casas de moda francesas más emblemáticas. Tras numerosos altercados con las autoridades alemanas y francesas, Madame Grès consigue la reapertura de su Maison en marzo, a condición de que renuncie al drapeado.
Como respuesta, el 14 de julio, para celebrar la fiesta nacional francesa, presenta una colección en los colores de la bandera gala: azul, blanca y roja. Para que los estampados no distrajeran de las formas y líneas de sus diseños, utilizaba colores lisos y neutros.
Y para esculpir mejor los trajes, encargaba tejidos creados exclusivamente para ella. Por ejemplo, una seda artificial o un lamé de seda y metal con motivos persas, extremadamente lujoso, producido en Lyon y del que sólo se podían hacer 7 centímetros por día.
Trabajaba sin descanso (prefería trabajar que hablar) con un celo casi religioso y prestaba minuciosa atención a los detalles. A menudo se quedaba trabajando toda la noche, enrollando con telas los maniquíes de madera de su taller, que estaban hechos con las medidas de sus mejores clientas.
Actrices como Marlene Dietrich, Greta Garbo, Vivian Leigh y Dolores del Río. Millonarias como Nancy Mitford, Marella Agnelli y Marie-Helene de Rothschild. Royals como la princesa Gracia de Mónaco, la duquesa de Windsor, la Begum Aga Khan o la emperatriz de Irán. Primeras damas como Jacqueline Kennedy y Danielle Mitterrand… Y hasta la cantante Edith Piaf.
Todas ellas sucumbieron a la fascinación que provocaban los vestidos de diosa griega de Madame Grès, drapeados y largos hasta el suelo e inspirados en la austeridad clásica de la antigua Grecia.
Tras el final de la guerra, en 1945, participa en la exposición itinerante, Le Théâtre de la Mode, que favorece la difusión de la moda francesa. En 1948 influida por las tendencias que vienen de Extremo Oriente, introduce y moderniza la manga kimono en sus creaciones.
Un año después, en 1949, Madame Grès recibe el título de caballero de la Legión de Honor, símbolo del reconocimiento de su país. En 1958, con una beca de la Ford Corporation, Madame Grès viaja a la India con un grupo de especialistas para estudiar la reorganización de una producción local de textil.
De sus viajes se traerá siempre ideas y patrones, y fruto de la inspiración de Madame Grès tras su viaje a la India, su colección Primavera-Verano mostrará una gran influencia india. Y en 1959 lanza el perfume Cabochard ("cabezota", en francés).
Gracias al éxito de ventas de Cabochard, en 1960 la sociedad Grès se convierte en una empresa internacional. Sus modelos se exportan a 35 países y el 85% de su volumen de negocios proviene de las exportaciones.
Con los años 60 el prêt-à-porter empieza a llamar a las puertas de la mayoría de las casas de moda francesa. Para Madame Grès, Balenciaga e incluso Chanel aquello era como prostituir la moda.
En 1966, con la enorme visión de futuro que la caracterizó siempre, se da cuenta de que los aires de modernidad de la nueva década impulsa un estilo más sexy, así incluye en sus corpiños aberturas para mostrar los laterales (como la actual tendencia cut out) o el estómago y revelar el cuerpo.
“Una vez que uno ha encontrado algo de carácter personal y único, su ejecución debe ser explotada y perseguida sin parar”, decía. Como solo quería, en sus propias palabras, "trabajar, trabajar y trabajar", la silenciosa y reservada Madame Grès pasaba de la mañana a la noche en su taller.
Dobla, pliega, plisa, anuda, retuerce, trenza y envuelve telas novedosos entonces, como la seda, el mohair o el satén encerado, hasta moldear el modelo perfecto sobre el maniquí. “Cuando no duermo, estoy cortando. Esa es mi vida”, declaró.
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Madame Grès no espiaba a la competencia ni aplicaba técnicas de marketing: ella estaba por encima de la moda. Nunca le interesó saber qué hacían los demás modistos porque nunca buscó la aprobación de sus colegas, aunque se ganó su respeto unánime: de Balenciaga a Christian Dior, pasando por Yves Saint Laurent y Hubert de Givenchy.
Por eso, en 1972 es elegida, por unanimidad, presidenta de la Chambre Syndicale de la Couture Parisienne (la Cámara Sindical de la alta costura parisina), el rango más alto de la moda francesa, cargo en el que permaneció durante casi 20 años.
La mayoría de los genios de la costura son enormemente habilidosos para la creatividad, pero poco dados a revisar los números del balance de sus empresas o la letra pequeña de los acuerdos que firman.
Y Madame Grès no fue una excepción: en 1974 la sociedad Grès es condenada a entregar 10 millones de francos a su concesionario americano por los perfumes, como consecuencia de una “ejecución defectuosa del contrato“.
Sin embargo, su talento sigue cosechando premios: en 1976, recibe el primer Dedal de Oro de la Moda, lo que, según los expertos, no deja de ser una ironía para una "modista" que siempre trabajó sin coser.
En 1978 recibe en la Universidad de Nueva York el Creative Leadership in the Art Profession Award (en inglés, Premio al Liderazgo Creativo en la Profesión Artística) y es nombrada Best in Italy por la Cámara Naciona de la Alta Costura Italiana.
Viaja a Japón a presentar una retrospectiva de sus modelos que entusiasma a diseñadores locales como Issey Miyake. Siempre buscaba la inspiración en la ropa que llevaba la gente de otros países y culturas: de ahí su admiración por los kimonos de Japón, los caftanes de la India o las chillabas de Marruecos.
Incansable, en 1979 crea una colección de joyas para la firma Cartier. Y, tras 20 años resistiéndose, en 1980 diseña una colección prêt-à-porter pero dos años más tarde se vuelca de nuevo en la alta costura.
Ese mismo año se publica la primera obra dedicada a la diseñadora, L'Art de Madame Grès (El Arte de Madame Grès) pero, nada más aparecer el libro, Madame Grès compra todos los ejemplares. Y, en 1981, rechaza que se organice una retrospectiva de sus obras en el museo Galliera.
En 1983 es nombrada Comandante de las Artes y las Letras francesas. Sus problemas financieros la obligan a vender su empresa, en 1984, al grupo Bernard Tapie, que compra el 66% del capital de la sociedad Grès e intenta diversificar creando una línea de decoración.
Movida por una fuerza indescriptible, en 1986, a sus 83 años consigue uno de los sueños de su vida: crear un vestido sin costuras. Pero tan solo un años después se producirá la quiebra de la sociedad Grès y la liquidación de sus bienes. En 1988 la marca será vendida de nuevo al grupo japonés Yagi Tsusho Limited.
Hacía ya tiempo que Madame Grès vivía de la generosidad de sus amigos y de otros diseñadores que admiraban su trabajo. Desengañada de todo y de todos, en 1990 se retiró a Saint-Paul-de-Vence, una localidad de artistas y mecenas en el sur de Francia para vivir casi en reclusión.
En 1992 es ingresada por su hija en una residencia de ancianos en la localidad de La Valette-du-Var. Allí murió el 24 de noviembre de 1993, cuando apenas le quedaban unos días para cumplir los 90 años.
Inexplicablemente, su muerte permaneció "en secreto" durante más de un año, pues su hija no quiso comunicar la noticia por razones que se desconocen pero que parecen más bien turbias, pues en sucesivas entrevistas dará versiones contradictorias.
Y quizás la verdad habría tardado todavía más en salir a la luz de no ser porque, en otoño de 1994, el Metropolitan Museum de Nueva York le dedicó a Madame Grès una exposición. Los periodistas intentan entonces sin éxito conseguir la opinión de la diseñadora sobre la muestra, y empiezan a hacer averiguaciones.
Trece meses después de su muerte, finalmente se hace pública la noticia: la esfinge de la moda ha muerto. La conmoción en el sector es inmensa porque su legado cambió la historia de la moda al inspirar a muchos diseñadores coetáneos suyos y de las generaciones venideras, desde Yves Saint Laurent a Azzedine Alaïa, Alber Elbaz, Halston, Jean Paul Gaultier, Haider Ackermann... Sin olvidar a los pioneros del minimalismo contemporáneo, de Yohji Yamamoto a Issey Miyake, pasando por Calvin Klein y Jil Sander, todos ‘beben’ de Madame Gres.
Todavía tendrá que pasar más de una década 2004 para que, en el museo de Bourgoin-Jallieu, se le dedique la exposición Madame Grès, entre ombre et lumière (Madame Grès, entre luces y sombras).
En 2008 aparece el libro Madame Grès, Sphinx of Fashion (Madame Grès, Esfinge de la Moda) de Patricia Mears, directora adjunta del Fashion Institute of Technology de Nueva York, donde se organizó una retrospectiva sobre la diseñadora.
Y por fin, cuando parecía que el mundo parecía haberse olvidado de ella, en 2011 se organiza en París una retrospectiva dedicada a su obra, Madame Grès, la couture à l'oeuvre (Madame Grès, La costura a la obra), organizada por el Museo Galliera.
Al estar este en obras, la muestra fue presentada en el Museo Antoine Bourdelle de la capital francesa, localizado en el antiguo estudio del escultor de quien toma su nombre (1861-1929) uno de los precursores de la escultura monumental del siglo XX.
En ese espacio tuvo todavía más sentido, teniendo en cuenta la pasión de Madame Grès por la escultura. Y entre las obras de Antoine Bourdelle se exhibieron 80 modelos realizados por Madame Grès durante su larga carrera de más de medio siglo, además de numerosas fotografías y bocetos.
Laurent Cotta, comisario de la muestra junto a Olivier Saillard (autor del libro Madame Grès: Sculptural Fashion) explicaba entonces que “Madame Grès demuestra que la alta costura no es cuestión de ornamentos y bordados sino de precisión y simplicidad. Una osmosis perfecta entre cuerpo y tejido”.
Uno de sus estándares era que la espalda de un vestido debía verse tan hermosa como el frente. “Madame Grès se limitó a hacer alta costura, porque pensaba que su trabajo era un arte que solo podía poner en práctica su arte a través del encuentro y diálogo con sus clientas, algo imposible en el prêt-à-porter”, declaró en una entrevista a EL PAIS.
Según Cotta, cuando Pierre Bergé (pareja y socio de Yves Saint Laurent) donó al Museo Galliera 3.000 dibujos de los archivos de Madame Grès, les contó que fue su ejemplo el que le empujó a fundar la casa de costura junto a Yves Saint Laurent.
En 2022 se inauguró la exposición Madame Gres: The Art of Draping (‘Madame Gres : El Arte del Drapeado’), en el SCAD FASH Museum of Fashion + Film de Atlanta (Estados Unidos), con prendas de la diseñadora pertenecientes a colecciones particulares, como la del diseñador Azzedine Alaïa o la del periodista y editor global de la revista Vogue, Hamish Bowles, dos de sus más rendidos admiradores.
La autora de fantásticos vestidos de noche, de cóctel y rigurosos tailleurs o trajes sastre nunca vestía de su marca, destinada a vestir cuerpos espectaculares que no se correspondían con su figura menuda y su temperamento discreto.
Era tan tímida que le costaba ir a sus propios desfiles. Odiaba la publicidad y que le hicieran fotos. Extremadamente reservada, no le gustaban las entrevistas. Afirmaba: “No tengo nada que decir, pero todo que mostrar”.
Quizás por eso se introdujo en el mundo de la moda en 1934 con un primer pseudónimo, Mademoiselle Alix . Su segundo nombre adoptivo, Grés, era un anagrama parcial del nombre de pila de su esposo. Tras de ellos se escondía.
Pero tanto en francés como en español, el gres es un “material cerámico vitrificado, duro e impermeable que se obtiene mediante la cocción a altas temperaturas de una pasta de arcilla y arena con cuarzo; se utiliza para fabricar objetos domésticos resistentes al fuego, en la construcción (especialmente para suelos y pavimentos) y como material artístico”.
La palabra esfinge proviene del griego Σφίγξ, asociado por etimología popular con el verbo σφίγγω (sphingō), que significa "apretar" o "tensar”, igual que Madame Grès hacía con las telas al plisarlas o drapearlas. A lo largo de su carrera llegó a hacer casi 15.000 creaciones, con unos 200 modelos por colección.
Su obra, muy creativa y original, más allá de las modas, oculta una elaboración muy compleja bajo una aparente simplicidad. Por eso son piezas únicas, atemporales, sin apenas costuras, de líneas depuradas y asimétricas y volúmenes muy elaborados.
La empresa Parfums Grès sigue existiendo en Suiza. Pero hoy son muy pocos los que saben quién fue y lo que representó. Quizás porque se dedicó a crear y no a promocionarse, guiada por una insobornable concepción de la moda como obra de arte. O quizás porque siempre prefirió la única compañía de sus maniquíes y sus tijeras: “La soledad es para mí un alimento espiritual”, decía.