Soy Manuela Camino, una persona afortunada de haber nacido en España, un país maravilloso, lleno de gente solidaria y con una familia que me quiere y me apoya incondicionalmente.
Nací en Santiago de Compostela un 18 de enero de 1967. Hasta la mayoría de edad viví en una casa rural en una aldea gallega junto con mis abuelos maternos, mis padres y mis tres hermanas.
Mi abuela materna, nacida en los años 30 en el seno de una familia de 8 hermanos, se vio obligada a abandonar la escuela para trabajar. Sale del hogar familiar tras casarse con mi abuelo. Trabajadora incansable, firme en sus convicciones y muy consciente de la situación que como mujer le tocó vivir. En aquellos tiempos todas las decisiones familiares eran tomadas por el marido. Tuvo una única hija, mi madre, algo poco habitual en aquella época.
Mi madre solo pudo estudiar hasta los 14 años por falta de medios económicos. Se casa a los 20 años y tiene 4 hijas. Se dedica al cuidado de los hijos y a las labores del hogar. A los 30 años entra en el mercado laboral, asumiendo además las tareas del hogar, con las tensiones que ello generó en el seno de la familia. Esa tensión todavía hoy perdura en muchos hogares españoles, aceptando esta doble tarea con la abnegación que nos caracteriza a las mujeres de nuestro país, heredado de la cultura impuesta por el manual de la buena esposa.
En todo momento mi familia tuvo claro que mis hermanas y yo tendríamos la misma igualdad de oportunidades. Gracias a los derechos de la sociedad española en los años 80, y a pesar de pertenecer a una familia humilde con pocos medios económicos, mis hermanas y yo pudimos estudiar y acceder a la Universidad.
Confieso que tuve mis dudas en cuanto a qué carrera elegir. Me encanta el periodismo, pero no tuve la posibilidad de estudiar en Madrid en aquel entonces. También me gustaba la enseñanza, pero finalmente elegí Medicina animada por mi madre y por mi hermana mayor.
"Le pregunté por qué se había presentado a la Presidencia de una Sociedad Científica mayoritariamente de hombres y contestó '¿y por qué no?'"
La Medicina es más que una profesión, es toda una vida. Una vez que entras en ella te atrapa y es un reto diario, no solo en su vertiente científica, sino también social y humana. Por una serie de decisiones y circunstancias he llegado a donde estoy, una vida dedicada al cuidado de los niños y niñas con problemas graves de corazón y que necesitan un trasplante cardiaco para seguir viviendo. Soy una mujer que disfruta día a día, tanto en mi trabajo como en mi vida personal, y soy consciente de que la educación y la igualdad de oportunidades sin discriminación son el pilar fundamental de la sociedad.
A mi gran amiga Irene Navarro, la mujer que me precede en esta cadena, la conocí en el transcurso de una cena benéfica para ayudar a las familias de los niños hospitalizados. Nos unió desde el primer momento el interés por mejorar esta sociedad. Persona curiosa, trabajadora incansable, que le encanta la política desde la mirada de la tolerancia y el respeto. Cuando me invitó a participar en este proyecto, acepté sin dudarlo, consciente de la importancia del mismo.
Paso el testigo de esta cadena de mujeres a mi amiga Lori West, a quien tuve la oportunidad de conocer cuando decidimos poner en marcha el programa de trasplante cardiaco con incompatibilidad sanguínea en España. Ella es la pionera de este programa, consiguiendo con él salvar la vida de muchos bebés que necesitan un corazón para seguir viviendo. Lori se ofreció a ayudarnos y no dudó en viajar a nuestro país y compartir sus conocimientos con la humildad que la caracteriza.
Lori es una mujer entrañable, madre de dos hijos, cardióloga infantil, investigadora brillante y, ante todo, una mujer valiente, sin miedo a afrontar nuevos retos, venciendo la barrera de la discriminación por sexo. En una ocasión le pregunté por qué se había presentado a la Presidencia de una Sociedad Científica mayoritariamente dominada por hombres y me contestó sencillamente: "¿Y por qué no?".
La sociedad en la que vivo ha mejorado mucho con respecto a la que vivieron mi abuela y mi madre, pero todavía las mujeres debemos superar con convencimiento el rol que nos han impuesto en nuestra sociedad, especialmente en el ámbito del hogar. Las mujeres no tenemos que ser perfectas, simplemente debemos convencernos de que somos personas que vivimos en una sociedad con igualdad de derechos, sin discriminación, con nuestros valores, nuestros defectos y nuestras virtudes y somos perfectamente capaces de afrontar los retos sin limitaciones ¿por qué no?
*Manuela Camino es jefa de la Unidad de Trasplante Cardiaco Infantil del Hospital Gregorio Marañón de Madrid.